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Jesús abandonado en el templo entre papeleras, toallitas y bolitas de alcanfor

SAVONAROLA


10·12·2015


Harto me habéis oído decir, hermanos, que en el siglo XXI, el Dios uno y trino, el Ser Supremo que todo lo puede y al que todos debemos amor y temor, tiene por nombre Pueblo.

Y ese Dios Pueblo y Padre, tiene también un Hijo, que es Dios, amadísimos discípulos, que vivió sobre la Tierra y se sacrificó por todos nosotros, mas todo apunta a que en vano. 

De él dijo Lucas que, cuando alcanzó la edad de doce años, subió con José y con María a Jerusalén conforme era costumbre de la fiesta de Pascua entre el pueblo de Judá y, cumplidos los días, al volver ellos, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin saberlo su padre ni su madre. 

Pensando que estaba entre los del grupo, José y María anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos; pero como no le hallaron, volviendo a Jerusalén buscándole. 

Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles. 

Y todos los que le oían se asombraban de su entendimiento y de sus respuestas. 

Y cuando le vieron, se maravillaron; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? He aquí que tu padre y yo te hemos buscado con angustia por todas partes. Te hacíamos perdido y nuestra zozobra nos daba en pensar cualquiera peor suerte que la que has corrido aquí, salvo, sano y en buena compañía. 

Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar? 

Pero ellos no entendieron las palabras que les habló. 

Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. 

Tal que así, amadísimos hermanos, los minúsculos padres putativos de la patria que gobiernan vuestros asuntos, con demasiada frecuencia se escudan en los designios del Padre Pueblo, el Altísimo a quien todo debemos y deben, para tapar sus vergüenzas y la falta de responsabilidad de los negocios que les encomienda. 

Y es el Padre Pueblo el que todo lo soporta y todo lo paga, pues su paciencia es proverbial e infinita, mas no así su bolsillo. 

Por eso, hijos míos, como sabéis que la Hacienda del Padre Pueblo, que no es otro sino todos vosotros juntos, es un pozo con fondos, pero con fondo, y que Dios y ayuda cuesta proveerlo, es menester que pongáis coto, freno y advirtáis y reprendáis a esos padres tan diminutos como irresponsables, tal que hizo Jesús abandonado y encontrado en el templo. 

Al igual que el ‘ex Mari orto’ Jesús, la también ‘ex mari orta’ Garrucha, aunque con más de doce años, parece que fue olvidada por quienes la han regido durante los últimos años. Al menos, así lo han sido algunos de sus intereses y asuntos. 

Aún no se había repuesto el noble Dios Pueblo de Garrucha del curioso a la vez que indignante impertinente de las papeleras a 900 euros, cuando vuelve a ser objeto de descuido en sus asuntos por quienes se esforzaron en hacer buenos a quienes le precedieron. También en lo malo y lo peor. 

Si la facundia de los unos, que han retornado, amados míos, cual hijos pródigos, a regir los destinos garrucheros, costó al Padre Pueblo la friolera de 200.000 euros, aún no hay noticia del montante al que asciende el gasto descontrolado en material fungible por los penúltimos padres minúsculos de esta patria diminuta. 

Hidalgos de todo el orbe espantaba la grandeza de aquellos contenedores de desperdicios callejeros, y a fe que darían más de un doblón por describirlas. No valía cada una un millón, como las piezas que componían el túmulo de Felipe II, pero 900 euros de vellón no son ningún moco de pavo y más cuando se destinan, como así hicieron doña María Antonia y compañía, sin concurso y aún sin consignación presupuestaria alguna. 

No es éste el caso de las famosas toallitas pagadas a precio de azafrán, ni tampoco el de esas bolitas con las que los varones juegan a tapar agujeros en los mingitorios con el caudal que desaguan desde su vesícula. Dicen que a más de un euro se compraron cada una de sus pícolas esferitas nacaradas. 

El tamaño total de la factura importa menos que el despropósito y la alegría con que se dispendian los magros fondos del Dios Padre Pueblo de Garrucha, limitado, como os he dicho, y depauperado hasta la extenuación. 

Y ¿hasta cuándo será capaz de soportar vuestra paciencia? Item más ¿hasta cuánto? 

Vosotros sois, hermanos míos, insisto una vez más, quienes colocáis a cada uno en el puesto que decidís cada cuatro años. Pero eso no es bastante. 

¿Acaso no hay nadie mejor entre vosotros para que rija vuestros asuntos? 

¿Confiaríais vuestros negocios y el destino de vuestras casas a quienes encomendáis el de todo un pueblo que, por otra parte es el vuestro? 

Ya hubo un pueblo que eligió un día a Barrabás y le prefirió antes que al Hijo unigénito de Dios. Y les pareció bien y resistió y lo celebró, aunque al cabo el cielo rasgó sus vestiduras y se arrepintieron cuando ya era tarde. 

Si en lugar de a un ladrón hubieran señalado a un necio, de seguro que esa habría sido la elección. Y pedirán perdón. Y dirán al pueblo que se han equivocado y que no volverá a ocurrir. 

Y, luego, necios y ladrones se escudarán en que son vuestros predilectos. 

Después fruncís el ceño, mas la arruga siempre queda. 

Así os digo, amados míos, que estéis alerta y avizor y no admitáis ni consintáis nunca a quien no cuida de lo vuestro, pues harto les pagáis como responsables de ello. Vale. 

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