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Llega la República

JOSE MARIA MARTINEZ DE HARO

30·12·2015


LA TRANSICIÓN HA ido dejando posos y despojos por campos y ciudades de España. Aquella España que se acostó franquista y se despertó juancarlista ha venido a mostrar que ninguna de las dos pasiones era cierta. Mas bien una mentira oportunista y acomodaticia a según los vientos soplaban. Yo recuerdo muy bien aquellos días de vítores cuando la proclamación de D. Juan Carlos I. Acudían a la Plaza de Oriente los viejos monárquicos con sus chaqués recién desempolvados del cuarto trastero. Una emoción en sus rostros anunciaba que todo volvía a la normalidad de siempre. Y los escépticos recordaban aquel episodio de la restauración que narraba cuando Alfonso XII entraba en Madrid sobre un caballo blanco vitoreado por la carrera de San Jerónimo, Puerta del Sol, calle Mayor, hasta Palacio. El monarca paró el trote del caballo y le dijo a un castizo que aplaudía: “No me esperaba este recibimiento tan efusivo”. Y el castizo le respondió: “Pues esto no es nada con el griterío cuando echamos de España a la puta de su madre”. 

Verdad o no, queda reflejado el punto de ironía y mala leche que se gastan los españoles. Y digo todo esto por la historia esperpéntica que ha sucedido en Madrid. El Rey Emérito (tenemos por vez primera dos Papas, uno emérito, y dos Reyes, otro emérito), me refiero a D. Juan Carlos, ha querido contribuir a recaudar fondos para Nuevo Futuro, una ONG que atiende a hogares para niños sin recursos. Su hermana Dª Pilar de Borbón es Presidenta de Honor del Rastrillo, mercadillo benéfico de gran tradición en Madrid que organiza Nuevo Futuro. Y allí se desplazó D. Juan Carlos y deambuló por los puestos del Rastrillo con su sonrisa de siempre. En un gesto de solidaridad que le honra decidió ofrecer unas cuantas piezas de su ropero para que fueran subastadas. Y él mismo, en una bolsa que portaba, las entregó a un restaurante dentro del mercadillo conocido como el Rincón del Gourmet que regenta Sonsoles Díaz de Rivera, hija de la Marquesa de Llanzol. La expectación era tal que no cabía un alfiler y se rebasó el centenar de comensales que pagaron 50 euros por persona. Tras los postres, el Duque de Primo de Rivera fue el encargado de presentar la puja. Se subastaba un pantalón de vaqueros “Levi´s”. Una chaqueta azul marino de Carolina Herrera. Un foullard de cachemir de color verdoso, y una americana negra de pana que le hizo a medida su sastre, Gonzalo Larrainzar, que llevaba bordado en el forro su nombre, Juan Carlos I de Borbón. 

Comienza la puja y el Duque de Primo de Rivera anunció, micrófono en mano, “vamos a subastar las prendas cedidas por su Majestad el Rey D. Juan Carlos…”, y salen los pantalones en primer lugar. La puja comienza por 30 euros, “¿alguien da más?” Silencio. “¿No hay quien dé mas?” Silencio. Los pantalones los adquirió una señora por los 30 euros de salida. A continuación la chaqueta de Carolina Herrera, el precio de salida, 50 euros. “¿Hay quien dé más por esta magnífica chaqueta de su majestad?” Silencio. Unos se miraban los zapatos, otros simulaban hablar por el móvil. “¿No se anima nadie?” Nadie movió una mano. Ni una pestaña. La chaqueta fue adquirida por otra comensal por el mismo precio de salida, 50 euros. A continuación se subastó el foullard y éste sí subió precio y lo adquirió el Duque de Aveiro, que pagó 250 euros. Y finalmente, la americana a medida de Larrainzar, que fue adjudicada al Barón de Grado por 450 euros. Total de la subasta de las prendas de D. Juan Carlos, 780 euros. 

Me causa asombro semejante esperpento. Jamás se habían subastado ropas de los reyes de España. D. Juan Carlos, en un gesto inédito, ha venido a conocer lo que significa la pasión monárquica en la España actual. En esa subasta se congregó lo más granado de la aristocracia española. Duques, marqueses, condes, barones y curiosos de todo tipo. Las piezas que se subastaron son de muy elevado coste. Una chaqueta de Carolina Herrera puede valer más de 500 euros. Una americana de Larrainzar hecha a medida más de 1.000 euros. Y así lo demás. Lo que viene a decir que los que compraron lo hicieron a precio de saldo, de mercadillo de los jueves. Una risa. Y un gran ridículo. 

Me preguntaba yo si acaso la reina Isabel de Inglaterra decidiera donar para subasta benéfica uno de sus famosos sombreros, cuánto pagaría uno de los aristócratas ingleses. Baste decir que por un cepillo de dientes de Michael Jackson se pagaron cerca de quinientos mil dólares. Y por un pijama muy usado de un Beatles, mas de seiscientas mil libras. ¿Qué se pagaría por una faldita de Madonna? 

Parece que en España se ha apagado el fervor monárquico. O bien la nobleza está arruinada, como siempre se sospechó. O son unos cutres que compran a precio de saldo. En todo caso, entre aquellos viejos especímenes del chaqué apolillado de 1976 y éstos de ahora, media una adhesión monárquica manifiestamente mejorable. Tal vez sea un síntoma de que llega la República.

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