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“El Hospital de Huércal prueba la existencia del ángel de la guarda”

Cuando se han cumplido dos años de la centralización en Almería de servicios básicos como el de lavandería o almacén, los profesionales de La Inmaculada denuncian los efectos negativos que este hecho tiene sobre los pacientes





Javier Irigaray / 25·01·2016

Cuando se han cumplido dos años de la centralización en Almería de servicios básicos como el de lavandería o almacén, los profesionales de La Inmaculada denuncian los efectos negativos que este hecho tiene sobre los pacientes. Casos como la falta de sábanas limpias se sufren con demasiada frecuencia. La última vez durante el pasado puente de Reyes. En Cardiología, algunos aparatos que monitorizan el corazón no admiten la conexión de un marcapasos externo. Las carencias técnicas son múltiples, tantas que hay trabajadores del hospital que creen en la existencia del ángel de la guarda. 

Días sin cambiar las sábanas, retrasar el reparto de camisones, monitores de corazón en Cardiología que no admiten la conexión de un marcapasos externo, cánulas poco flexibles que obligan a pinchar al paciente tres y cuatro veces en busca de una vena, aerosoles que no son del calibre del manguito al que han de conectarse, días sin vendas elásticas, meses sin sacaleches... No, no es la descripción de un hospital de campaña en la guerra civil de Siria ni, tampoco, el del centro sanitario de la 13 Rue del Percebe. Se trata de las condiciones en que en ocasiones trabajan los profesionales del Hospital La Inmaculada desde que, hace ya dos años, el SAS decidiera centralizar los servicios de compras y lavandería en la capital de la provincia, desmantelando los que había en Huércal Overa. Se llaman políticas de ahorro pero inciden en la calidad. 

Hasta entonces, según nos han confirmado médicos y personal de enfermería, se consultaba a los profesionales y se les pedía opinión sobre los consumibles más idóneos por su relación calidad precio. Se tenía en cuenta el ahorro, pero siempre que los productos adquiridos tuviesen cualidades que aseguraran la atención al paciente de una manera digna. 

Ahora, se quejan los sanitarios, parece que la prioridad es únicamente la económica, y eso redunda en el enfermo. 

“Se estuvieron comprando unas cánulas para las vías –explicaba una enfermera- cuya rigidez obligaba en pacientes con venas que no fueran demasiado gruesas, a pincharles tres y cuatro veces. Notabas al tacto cómo les rajabas las venas y te sentías impotente, avergonzada e indignada por hacer sufrir a una persona de manera innecesaria”. 

La diplomada hacía una autocrítica que era compartida por otros compañeros: “Cada profesional tiene la potestad de presentar una queja si estima que algún material puede suponer un riesgo para el paciente pero, a la hora de la verdad, nos deshogamos entre nosotros en la cafetería o en los cambios de turno. No nos mojamos cursándola de manera oficial y, de ese modo, no se arregla nada”. 

“Desde Almería –afirmaba otra enfermera- vienen dos días en semana y hacen los pedidos en función de las necesidades que ven. Para eso existe un código de colores que colocamos en las baldas de las estanterías del almacén y que indican si es la última fila de existencias de ese producto, si se trata de algo con fecha de caducidad próxima, etc, y en función de eso se supone que reponen los consumibles, pero todos los días tenemos que recurrir a otros servicios en busca de algo que se nos ha acabado y no nos han repuesto aún, lo que supone, en el mejor de los casos, una pérdida enorme de un tiempo que dejamos de estar atendiendo a los pacientes. Antes del desmantelamiento del servicio de compras en Huércal, cualquier cosa que pedías al supervisor la tenías inmediatamente”. 

“Y antes que el almacén –añadía-, se llevaron a Almería el servicio de lavandería y nos encontramos con demasiada frecuencia con casos como el de este último puente de Reyes, que nos quedamos sin ropa para las camas y las órdenes fueron no cambiar las sábanas y, en casos necesarios, poner abajo la de arriba, así como retrasar el reparto de camisones para ver si mientras tanto los pacientes se duchaban y se ponían el viejo usado”. 

“En tocoginecología –comentaba otra- han llegado a estar más de un mes sin ‘sacaleches’, algo fundamental para madres que no pueden amamantar a sus hijos por estar los neonatos en atención, y cuando nos los pedían, las enfermeras tenían que decirles que los compraran en una farmacia”. 

“La pregunta que yo me hago es –inquiría un médico- ¿dónde va a parar este presunto ahorro? porque no observamos mejoras en ningún servicio sino todo lo contrario. La única respuesta que imaginas es que ese dinero va directo a los bolsillos de los altos cargos, que cuentan con un plus en el sueldo si consiguen ahorrar. Podríamos darlo por bien empleado si viéramos, por ejemplo, que se contrata a un reumatólogo para que los afectados por esa dolencia, que son muchísimos en todo el norte de la provincia, no tengan que ir a Almería ¿por qué no se abre una consulta de Reumatología en Huércal Overa? ¿Por qué no se completa el servicio de quimioterapia para que pueda ofrecerse cinco días a la semana en lugar de dos?”. “Da pena ver cómo este Hospital va cada día de más a menos”, lamentaba una de las profesionales con el asentimiento del resto. “Yo –afirmaba -, para limpiar ciertas heridas, tengo que pinzar con los dedos el manguito al que conecto el aerosol porque no son de la misma medida. Parece cosa de tebeo”. 

“El problema –añadía un enfermero- radica en los límites que ponen a los supervisores, que acaban pidiendo lo justo y nos abocan a andar buscando de todo por otras plantas y servicios. Yo he llegado a tener que buscarme la vida para encontrar venda elástica en otra planta para poder seguir haciendo curas”. 

“Da la impresión –abundaba- de que hacen las previsiones sobre una media de consumo, pero en un servicio de hospital puedes tirarte días sin necesitar nada de una cosa y en una sola jornada hacer falta una cantidad ingente, por eso la previsión debe ser sobre máximos. Tú no puedes decirle a una persona con una herida abierta que vuelva la semana que viene a ver si tienes vendas”. 

“La clave –explicaba- está en la falta de previsión. Recuerdo que en octubre de 2014 la dirección nos comunicó que ya no había dinero en el presupuesto para sustituciones, así que teníamos que apañarnos como fuera. ¡Y faltaban todavía casi tres meses!”. 

“Yo fui de los que acogieron con optimismo el plan de gestión por objetivos –admitía el sanitario-, pero al traducirse los objetivos únicamente en dinero se ha viciado todo. Ahora, los responsables se fijan los objetivos que saben que pueden conseguir sin esfuerzo. Incluso los manipulan. Lo que podía haber redundado en una competencia buena ha degenerado en una burda competición”. 

“En el colmo de los despropósitos –añadió-, cuando pusieron Cardiología en el servicio de Tocoginecología, solicitamos formación, porque era un servicio nuevo en el que no estábamos acostumbrados a trabajar, y en lo que concierne a la vida de la gente no te puedes permitir el lujo de aprender a base de equivocarte. Hasta eso nos negaron. Tuvimos que recurrir al sindicato para que programara un curso”. 

“También es buena muestra de la gestión del Hospital de La Inmaculada –describía- que en Cardiología, el servicio que se encarga de las enfermedades del corazón, me encontré con un paciente aquejado de un bloqueo completo, sin comunicación entre aurícula y ventrículo. Cuando fui a conectarle un marcapasos externo me encontré con que el aparato para monitorizar el corazón ¡no admitía la conexión del marcapasos externo! Tuve que salir corriendo y, por fortuna, encontré uno que me servía en el área de pediatría. El Hospital de Huércal prueba la existencia del ángel de la guarda”.

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