Anuncio superpuesto

Aviso Cookies

espacio


Radio Online

Botones

El sistema D´Hondt

JUAN LUIS PEREZ TORNELL

06·07·2016

Ahora que mucha gente lo critica, sobre todo los que pierden las elecciones, hay que reivindicar la figura de Víctor D´Hondt, belga universal junto a Tintín, Hércules Poirot y el Rey Leopoldo, y creador del sistema de asignación de escaños que ha permitido, hasta la fecha, que gobierne el que gana las elecciones, aclarando el panorama y desplazando a las tinieblas exteriores de la representación pública a la miríada de partidos estrafalarios e irrelevantes que pueblan la constelación política en España desde 1978. 

Algunos, como Falange Española o el Partido Comunista de Los Pueblos de España, persisten en el empeño, aunque parece que no se votan ni ellos mismos. 

Y la mayoría suele acabar por aburrirse y desaparecer al segundo o tercer embate. Que es, por otra parte, lo mejor que pueden que hacer. 

La prueba de las bondades intrínsecas y adecuación perfecta del sistema D´Hondt a nuestra sociedad, que no reconoce con gallardía ni el triunfo ajeno ni la derrota propia, es la situación actual y novedosa del cuatripartito con representación parlamentaria: si con cuatro no se ponen de acuerdo en desbloquear la gobernabilidad, habría que imaginarse un parlamento español con ocho o nueve formaciones políticas distintas, de similar tamaño e incapaces de enterrar querellas cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos o en los insondables enigmas de la psicología. Los españoles no estamos dotados para la transacción ni para la cesión, que se entiende habitualmente como traición y bellaquería. 

En Italia, con partidos con nombres sugerentes y confusos como “Cinco Estrellas” o “Forza Italia”, que albergan en sus filas payasos muy serios y equilibristas muy capaces, son, sin embargo, diestros en llegar a acuerdos, difíciles y precarios, pero acuerdos al fin. 

Nosotros no somos italianos y hemos de reducir al máximo el número de los partidos políticos, porque nuestros debates, además de aburridos y predecibles, son siempre maximalistas y consisten habitualmente en no dejar hablar al contrario elevando la voz o interrumpiendo los discursos, para que prevalezcan nuestras tesis boicoteando las ajenas. 

El coro de multitud de voces sería polícromo y vistoso y muy representativo de las tierras y los embutidos de España, pero desacompasado y fastidioso y acabaríamos hartos de tantas figuras estelares, y mareados con sus diatribas y sus insensateces. 

La verdadera reforma de la Ley Electoral necesaria sería, por el contrario, de muy distinta naturaleza: debiera ser la que llevase a una recentralización gloriosamente jacobina del voto, de modo que se exigiese un mínimo porcentaje de la total circunscripción electoral nacional para ocupar uno de los valiosos y limitados escaños de la Carrera de San Jerónimo. 

Con ello eliminaríamos de un plumazo al Partido Aragonés Regionalista, a Coalición Canaria, al BNG, al PNV, a BILDU y a diversos grupos catalanes, cuyo interés no es el de un partido político sino más bien el de un grupo de presión, para venderse, llegado el caso, al mejor postor, o en todo caso provistos de una vocación casi exclusiva e inextinguible de moscas cojoneras. 

Para estos grupos, una vez expulsados del Congreso, sería muy conveniente habilitarles plenamente el Senado o, en su defecto, si no se quiere alterar tan venerable e inútil institución, una Oficina de Asuntos Indios, para que puedan defender y mantener intactas sus respectivas reservas y sus manadas de búfalos. 

Propongo mientras tanto que se reconozca la insigne figura del Sr. D´Hondt, que parece que nos conocía mejor a los españoles que nosotros mismos, poniéndole su nombre a una calle en todos los municipios españoles, como se hizo con Méndez Núñez, que ya nadie sabe quién fue.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

 
© 2014 Comunicación Vera Levante, S.L. Todos los derechos reservados
Aviso legal | Privacidad | Diseño Oloblogger
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...