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El corresponsal extranjero

AMANDO DE MIGUEL

02·03·2016


EL AZAR DE la vida me ha llevado a dedicar muchos años y muchas páginas a estudiar la realidad social española. Me ha satisfecho mucho. Una consecuencia imprevista de tal dedicación es que, durante ese dilatado periodo, han venido a verme cientos de corresponsales extranjeros. Esperan que les interprete lo que está pasando en España. Por ejemplo, el sorprendente desarrollo, el ocaso del franquismo, la supervivencia del mismo, la transición democrática, la transición de la transición, el futuro que nos aguarda. Hay algunos asuntos concretos que les fascinan: qué hace el Valle de los Caídos, por qué hay tanta desigualdad en los estilos de vida o entre varones y mujeres. Últimamente los veo intrigados por el hecho de que no tenemos en España un partido xenófobo o de extrema derecha, y sí tantos de extrema izquierda. 

Hago lo que puedo por ilustrar la curiosidad de mis visitantes. No obstante, me encuentro con una dificultad. Casi todos llegan ya con la interpretación de lo que pasa en España. En cuyo caso no desean saber mi opinión (basada en miles de páginas de estudios). Sino que yo corrobore la que ellos traen. Naturalmente, no puedo hacerlo cuando esa hipótesis aparece muy sesgada o a veces francamente errónea. 

La explicación de tales incoherencias se funda en que los corresponsales extranjeros (y algunos nacionales también) interpretan la realidad por lo que han oído de otras personas. Esa cultura de oyentes es puramente ideológica, es decir, la realidad equivale a lo que a uno le interesa que sea. 

Por ejemplo, es inútil razonar con mis atentos visitantes que la igualdad social o de sexo (bueno, de género) es ahora mucho mayor que nunca en la Historia. Ellos ya saben con seguridad que no es así. Me piden que les diga que tienen razón. Pero no la tienen. De nada sirve que yo razone que las estadísticas de renta familiar son falsas o, por lo menos, incompletas. Por ejemplo, no tienen en cuenta la economía sumergida. Ellos ya saben que son estadísticas verdaderas. Pero vamos a ver, ¿en qué cabeza cabe afirmar que los españoles de uno y otro ambiente social viven hoy más distanciados que antes? Solo hay que pensar en un dato: la proporción de españoles que viajan en vacaciones. Pues erre que erre. 

Otra cuestión concreta. ¿Cómo es que España exporta tan poco? Resulta inútil señalar que la economía española nunca ha exportado tanto como ahora. Sobre todo porque cada año recibe 60 millones de turistas extranjeros que gastan mucho. Tal consumo no es consumo interior sino exportación. No hay manera. Ellos ya saben que España exporta poco. 

O también, el escándalo de la violencia de género. Ellos ya saben que los españoles varones son machistas, fogosos, violentos, apasionados, y por tanto decididos a asesinar a sus novias, esposas, antiguas esposas o amantes. Es inútil que les diga que la violencia de género o como se llame da tasas muy inferiores a la mayor parte de los países del mundo (incluidos los avanzados). Desde luego, son más bajas que las de hace algunas generaciones. No vale de nada. Ellos ya saben que las tasas son altas y cada vez más. 

Podría seguir con mil ejemplos más. Me resultan cansinos. Empiezo a pensar que mi capacidad pedagógica es nula. Pues entonces, ¿por qué siguen interesados los corresponsales extranjeros en hablar conmigo? Lo que es peor, ¿por qué tantos españoles de todas las tendencias repiten los estereotipos que traen los corresponsales extranjeros? ¿Quién fabrica una España que no es? Comprenderán ahora mis queridos lectores que últimamente me haya dado por escribir novelas.


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