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Cataluña: Ortega tenía razón

JOSE MARIA MARTINEZ DE HARO
09·10·2015

Consumidos los fuegos fatuos del secesionismo fanatizado, la noche del 27 S, exaltados los ánimos, cantaban y danzaban celebrando su propia ruina. Y Cataluña despertó el 28 S entre los rescoldos de una hoguera alimentada con mentiras y utopías prefabricadas en la ensoñación de un Paraíso prometido donde los puros y auténticos catalanes beberán y se bañarán en ríos de leche y miel. 

No importaba que los sediciosos, arrastrados por sus propias mentiras, negaran la misma noche la evidencia de los resultados. La hoja de ruta es ajena a los resultados, es un fin en sí mismo. Y a este fin se sacrifica la verdad, la legalidad, hasta la propia decencia política. Pero pasados los días, cuaja el convencimiento de que en Cataluña se ha abierto un problema mucho mayor que antes de estas elecciones. Dos realidades se enfrentan al “procés”: el bloque secesionista ha ganado las elecciones en diputados electos, pero en el recuento de votos ha perdido lo que ellos mismos han considerado un plebiscito porque no han alcanzado el 51%, es decir, la mayoría. Y esa sencilla ecuación coloca a Cataluña y al resto España en una difícil encrucijada donde sigue latente y reforzada la cuestión de fondo de este asunto. Planteado sin ambigüedades, una facción importante en Cataluña pretende romper la unidad indisoluble de España y proclamar el Estado Catalán. Conocemos a los instigadores de esta situación y no vamos a repetir que su proyecto está fuera de la legalidad y de la Constitución. Incierta la deriva judicial de este difícil puzzle porque los Tribunales tienen sus tiempos excesivamente lentos en tanto que la exaltación de los sentimientos continúa con asombroso éxito. La pesada lentitud de la Justicia en la imputación a Artur Mas, ha servido de acicate para unificar criterios en el bloque separatista, incluyendo a las CUPs. Se trata sin duda del reto más grave al Estado español desde los comienzos de la transición. Y las elecciones no lo han despejado. 

Se habla del fracaso de Artur Mas, actor principal, y se anuncia su derrota como anticipo de una retirada de la vida pública, pero quedan activos Junqueras y tantos otros que nos han conducido a este sinistro callejón. Y responsables directos de lo más dramático de este desvarío: la fractura que abre en canal a la sociedad catalana posicionada ya en dos frentes irreconciliables en la actuales circunstancias. A ello han colaborado activamente los medios de comunicación en Cataluña, las Instituciones y organismos dependientes de la Generalitat y el discurso guerracivilista de esta coalición cuyo apoyo esperan de una formación revolucionaria de extrema izquierda, las CUPs, que abogan por la desobediencia a las leyes del Estado español, la inmediata proclamación de la República de Cataluña, la salida de la UE y del euro, la abolición de la propiedad privada y de todos aquellos logros de los españoles, en la reconciliación nacional, enraizada en el espíritu de la transición. Menudo panorama para Cataluña, España y Europa, una república que arrastraría a los catalanes a un retroceso histórico. 

Y de esta facción de izquierda irracional depende la investidura como Presidente de la Generalitat de Artur Mas, o de Romeva o de Junqueras. Falta un solo voto para que pudiera orillarse el apoyo de las CUPs. La burguesía catalana ya huele el peligro y está actuando, en consecuencia, con retiradas considerables de fondos y activos financieros de los bancos y cajas catalanes ante un panorama que haría peligrar los buenos resultados en la economía en estos tres años. 

Ante esta situación de incierto pronóstico, un partido emergente, Ciudadanos, ha logrado un éxito espectacular situándose en la segunda fuerza política de Cataluña con un sencillo discurso y el empuje de nueva generación política. El PSOE apenas ha salvado los muebles sin aclarar definitivamente su posicionamiento, y el PP ha recibido el castigo de los votantes españolistas en Cataluña arrinconándolo en la última posición del arco parlamentario. Se ha visualizado el fracaso del Presidente del Gobierno, de sus Ministros y de los diputados del PP, incapaces todos de enfrentarse políticamente a este reto y brindar solución mediante el arte de la política. No hay disculpas para que el partido que Gobierna en España tenga tan exigua representación en Cataluña. Y este solo hecho hace muy difícil que sea este mismo Gobierno el que vaya a dar una razonable salida al problema. La comparecencia en televisión de don Mariano Rajoy para dar su versión disipa cualquier duda al respecto. 

Como resultado de estas elecciones se ha reforzado el bloque secesionista con un firme propósito sin alterar su hoja de ruta, en tanto que los tres partidos del bloque constitucional no logran ningún entendimiento y menos aún una propuesta conjunta. Todo queda aplazado hasta las elecciones generales y será el nuevo Gobierno que surja el que pueda tener capacidad de diálogo y de consensuar necesarios pactos de Estado para tratar de solventar algo que el filósofo Ortega y Gasset definió como la cuestión catalana, sin solución posible y con la que tendremos que aprender a convivir unos cuantos años más.

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