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Sobre el silencio, el eterno retorno y Manuel arrimándose a la pared

SAVONAROLA

 



20·10·2016
Santo silencio profeso:
No quiero, amigos, hablar;
pues vemos que por callar,
a nadie se hizo proceso.
Francisco de Quevedo


¿Recordáis, amados míos, el día en que Zaratustra descubrió que no sólo hay acontecimientos que se repiten, sino que también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una reiteración infinita e incansable lo hacen?

EL MAESTRO, HERMANOS, desalentado por esta visión del tiempo, cayó desmayado por la impresión sufrida, despertó después de siete días de inconsciencia y sus animales lo halagaron diciéndole que era el mentor del eterno retorno de lo mismo. 

Mas al cabo, y sólo tras advertir y comprender que ese eterno retorno incluye tanto los fracasos como los éxitos, logró escapar del estado de trance en el que se había sumido, sabiendo que, aunque el hombre vuelva a ser mono, Zaratustra aparecerá nuevamente para preparar el camino del superhombre, que no es otra cosa que el hombre que ha aprendido a vivir sin miedo. 

Recordaréis, además, al príncipe Siddharta, que observara cómo la historia de desobediencia y sufrimiento que vivieron él y su padre se repitió después entre él y su hijo. 

También sabréis que en una conocida obra de Michael Ende, cuando la Emperatriz Niña le ordenó al Viejo de la Montaña Errante que le contara la historia interminable, el Viejo le advirtió que en ese caso tendría que escribirla otra vez, y lo que escribiera sucedería de nuevo, dando lugar a un final sin final: entrarían al círculo del Eterno Retorno, del cual es imposible salir. En la novela, la imagen del símbolo del esplendor -el Áuryn- representa la idea de ese Eterno Retorno: dos serpientes entrelazadas que se muerden la cola mutuamente. 

Sí, amadísimos hermanos, dos serpientes entrelazadas que se muerden la cola mutuamente le sugieren a este humilde fraile la imagen de dos personajes que reptaban por los pasillos y despachos de Cajamar y de ciertos promotores. 

También culebreaban como reptiles para intentar asfixiar a quien descubría su rastro de escamas por ciertos barbechos de Levante, entre el silencio elocuente de los suyos y la no menos expresiva defensa de quien parece querer enterrarlo todo bajo un manto de tiempo, silencio y cal. 

Como, por ejemplo, hermanos, Manuel, pues que en esto de callar y de llenarse de cal todo es empezar. 

¿Recordáis, queridísimos discípulos, a aquel señor que se arrimó a la pared y se llenó de óxido de calcio, según la palabra de inhumanos juglares de antaño? 

Sé que sí, pero no es de aquel Manuel de quien os hablo, sino del responsable del departamento de Comunicación de la Caja. En efecto, Manuel Francisco Gutiérrez Navas lleva camino de llenarse de cal de tanto arrimarse a la pared. 

Ahora un medio de comunicación que trasciende las fronteras de esta comarca y aún los de la provincia entera, Confidencial Andaluz, se ha hecho eco del asunto de los Heredia, Viúdez y otros pájaros de altos vuelos. 

Desde ese diario se pusieron en contacto con nuestro Manuel, quien, tras advertir que no iba “a entrar en polémicas puesto que todo lo publicado responde a otro trasfondo, como entiendo que ya conoces…”, y ante la perplejidad de su interlocutor, abundó que habían decidido no facilitar información al respecto de las denuncias sobre presuntos casos de corrupción publicadas por ACTUALIDAD ALMANZORA “para no facilitar polémicas sobre unos hechos que se remontan a hace más de diez años, en un entorno empresarial y social que nada tiene que ver con el actual”. 

Estáis al punto de lo que escribiera Iriarte: “si el sabio calla, malo, si el necio aplaude, peor”. Y Manuel aplaudió el callar en un alarde de acrobacia experimental. 

Parece, queridos míos, que el tal Manuel se arrimó a las paredes de las mismas escuelas de gestión informativa que los dirigentes populares de ahora, pues su principal argumento es el mismo que usan éstos para desvincularse de lo sucedido durante el imperio de los Bárcenas, Correas y compañía. 

Y no sabe Manuel el flaco favor que está haciendo a la entidad que le paga, por una parte, y a los Heredia y Viúdez por otra, pues no está haciendo sino admitir implícitamente que los hechos que este modesto periódico ha publicado tienen el carácter que todos vemos en ellos. “Hechos que se remontan a hace más de diez años, en un entorno empresarial y social que nada tiene que ver con el actual”. Frase para no olvidar, hijos míos. ¿No fue la carne siempre carne y el crimen siempre crimen? 

Ya sabéis que a los medios algunos los ven medio vacíos y otros medio llenos, como lleno del todo –en este caso de cal- se puede ver a Manuel. 

Y a Manuel, con o sin cal, quisiera preguntar si acaso considera disculpable o atenuante que alguien utilizara presuntamente su cargo de confianza en una sociedad cooperativa –no olvidemos esa singularidad, la de propiedad de casi un millón y medio de ciudadanos- para su lucro personal porque en aquel tiempo de desmadre y jolgorio inmobiliario era posible, aún a cuenta de poner en serio riesgo a la entidad, arrimar, no ascuas, sino millones de euros a la sardina de sus bolsillos. 

Eso sí, hoy no lo intentan, porque no hay nada que rascar y eso, según Manuel, que cada vez se arrima más a la pared, les debe convertir en probos y honestos ciudadanos. 

Pero es importante, Manuel, te llenes o no de cal, señalar y castigar a quien de tal forma se conduce, porque los escrúpulos, amados míos, se tienen o no se tienen y, en esta bendita tierra de promisión, que parece que lo es más para unos que para otros, algunos ya estamos hartos de que los delitos se cometan solos y menudeen sus responsables. 

Sirva de ejemplo el edificio que alguien quiso que fuera hotel en Carboneras, que tal parece que como si se tratase de un dios, se construyó a sí mismo, pues habiendo sido sancionado ya como nefando objeto de delito, no hay delincuente que lo haya cometido ni tan siquiera de quien se sospeche, que en la era de la tecnología, los crímenes se cometen solos. 

Mas sabed, que si no identificamos y castigamos al delincuente, amén, por Dios, de compadecerlo, estaremos eternamente condenados al retorno de lo idéntico, es decir, a que vuelva a pasar lo mismo. No vale ya profesar silencio, pues por mucho que tú calles, Manuel, si te arrimas tanto a la pared, acabarás manchado de cal. Vale.


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