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Meditaciones sobre la crisis: Causas y orígenes

CLEMENTE FLORES MONTOYA

07·02·2017

COMENTÁBAMOS EN LA anterior entrega que desde hace diez años aproximadamente, se ha extendido, como se extiende una mancha de aceite, una ola de pesimismo, de malestar latente y de temor que avanza, expandiéndose a toda prisa, empapando las capas sociales desde abajo hacia arriba y cuya primera sensación y causa concreta radica en la incertidumbre y, fundamentalmente, en el miedo a retroceder en el disfrute de los servicios aportados por el Estado de Bienestar que se había logrado. Desgraciadamente no es un miedo infundado, pues estamos viendo cómo ha crecido el paro laboral, cómo los jóvenes, que son el futuro que hoy podemos compartir, se desaniman al perder la esperanza de encontrar trabajo, cómo ya hay que contribuir con dinero para conseguir medicamentos con recetas del seguro y cómo, veladamente o no, cada día recibimos información sobre la posibilidad de no continuar recibiendo las prestaciones dinerarias por jubilación. No sabemos si todas estas alarmas son un incidente pasajero sin continuidad en el futuro, o si representan un punto de inflexión y un cambio de tendencia de consecuencias negativas imprevisibles 


Son los cambios que no acaban de llegar y es la crisis que nos sorprende porque nos coge desprevenidos y nace como la hierba en el campo, el día que menos la esperamos. ¿En qué campos se guardan las semillas de las crisis y cuándo brotan? ¿Es una situación accidental o es que la historia del hombre es una crisis eterna? 

ASINCRONISMO 

El origen de la crisis está en el asincronismo de los cambios sociales. Veamos: El hombre, siempre que ha tenido necesidades las ha intentado satisfacer mediante bienes y servicios, obtenidos directamente de la naturaleza o creados por él. Las necesidades del hombre se clasifican por niveles, siendo las de mayor necesidad la preservación de la integridad física y la vida, como las de respirar o alimentarse. 

Maslow clasificó las necesidades en cinco niveles y concluyó que el hombre no está nunca exento de que le surjan nuevas necesidades, porque cuando ha logrado satisfacer las de un nivel, inmediatamente aparecen las de otro. Es evidente que por éstas u otras razones, el hombre no ha dejado de incrementar la producción de bienes y servicios a lo largo de la historia. 

El proceso de producción y distribución de bienes y servicios que se desarrolla en un determinado momento histórico, se lleva a cabo mediante un conjunto o sistema de relaciones entre los componentes o actores que intervienen en el proceso, es decir, se producen de una determinada forma en cada momento histórico. Los factores o componentes de ese proceso, son los hombres que contribuyen con su trabajo, los medios de producción, que son los materiales y la maquinaria empleados de acuerdo con una determinada tecnología, y una forma de organización; y por último, el capital ya sea fijo, en forma de instalaciones, o circulante, en forma de dinero. 

Son prácticamente los mismos componentes que al comienzo de la era industrial y de forma más simplificada se señalaban como tierra, trabajo y capital. Durante todo el proceso de producción-distribución, las relaciones que se establecen dependen de los medios de que se dispongan en cada momento, de cómo se organicen, de quién sea el propietario de los medios y de cómo se distribuyan las ganancias o plusvalías generadas en el proceso. 

Cada modo de producción condiciona específicamente las relaciones de producción que son propias y adecuadas para ese modo de producción, y por eso las fuerzas productivas, entre las que destacan los hombres, deben comportarse y ejercer su papel de acuerdo a esas relaciones y tener además las aptitudes adecuadas para que esas relaciones sean las adecuadas y fluyan sin problemas. 

Para que el sistema funcione con cierta coherencia, no sólo los hombres de forma individual han de adaptarse al proceso, sino que la organización política y jurídica de la sociedad en su conjunto, tienen también que estar adaptada al sistema de producción imperante. De esta forma es como el modo de producción imperante condiciona la forma de actuar, pensar y comprender el mundo en que cada cual vive, y ahí radica el origen de las ideologías que se inicia en una persona o un pequeño grupo, y que luego acaba imperando en grandes capas de la sociedad. 

De una forma simplificada podemos decir que, según el grado de industrialización y la velocidad a la que las nuevas tecnologías y herramientas se utilicen y se impongan, así evolucionarán las personas, las estructuras sociales, los sistemas políticos, las costumbres y las conciencias colectivas. 

Ni en todos los países, ni en todas las regiones de un país, ni en todos los grupos sociales, los cambios del sistema productivo se producen e influyen al mismo tiempo, ni a la misma velocidad, y en este hecho radica una fuente de conflictos. 

EXPERTO SIN TRABAJO 

Seguramente un ejemplo nos ayudará a aclarar mejor el asunto del que hablamos. Imaginemos un joven de 20 años que hacia el año 1995 inicia su trabajo como delineante en el estudio de un arquitecto, después de que al acabar sus estudios de bachiller decide completar los de formación profesional eligiendo dedicarse a la delineación. Le parece que ha hecho una buena elección porque, dado el auge de la construcción, puede encontrar una colocación en su ciudad natal sin tener que abandonar bruscamente el ámbito familiar por motivos de trabajo. Se había esforzado y conseguido una cierta destreza en su oficio manejando el tiralíneas, la escuadra, el cartabón y demás utensilios y herramientas de su oficio. Conocía el tipo y cualidad de los distintos papeles utilizados para el dibujo y era ducho en el manejo de tintas y en los sistemas de reproducción de planos. La demanda de profesionales de la delineación estaba en alza y los sueldos aparentemente garantizados. 

Cuando entra a trabajar, la imagen de un delineante sobre un tablero de dibujo, en una sala donde había otros compañeros en otros tableros manejando grandes hojas de papel semitransparente, con las manos salpicadas de tinta, era algo usual. Hacían florituras con cuchillas de afeitar para introducir pequeñas variaciones en los planos que tras ser reproducidos en papel blanco, por máquinas que desprendían un intenso olor a amoníaco, eran el preludio de su envío a muchos kilómetros, a obras situadas quizás, en pleno campo. 

Cinco años después, el delineante del relato decide independizarse de la familia y vivir en pareja. En 2005, diez años después de comenzar a trabajar, con los treinta cumplidos, el delineante está sin trabajo y no sabe dónde puede colocarse. 

Un profesional bien preparado, con 10 años de experiencia como es su caso, en principio no debe tener problemas para encontrar un empleo y sin embargo empieza a desanimarse porque un día tras otro no ve un solo anuncio que le haga abrigar esperanzas. Un buen día un amigo le dice que no siga buscando ya que nunca encontrará lo que busca porque su profesión ha dejado de existir. 

En diez años han desaparecido las mesas de dibujo en los estudios y empresas de arquitectura o de ingeniería. En ninguno de ellos se usan escuadras o cartabones para dibujar y nadie utiliza un tiralíneas. Ya no se sacan los planos en papel para luego mandarlos a la obra por cualquier medio de transporte. Un arquitecto con un ordenador portátil puede ahora realizar todos los planos de una casa sentado junto al mar a la sombra de una sombrilla, o en pleno campo bajo un algarrobo. Basta apretar un botón sobre un ordenador móvil y desde cualquier lugar que te encuentres puedes enviar los planos hasta los confines de la tierra a la velocidad de la luz. Allí, el receptor puede cotejar el plano, corregirlo en unos instantes y reenviarlo ya corregido con la misma velocidad. El conocimiento de nuestro protagonista sigue intacto, pero todas las técnicas y habilidades profesionales que había adquirido no le sirven para nada. 

El delineante como profesional que hace dibujos de forma manual, ha desaparecido y el mejor delineante de hace apenas veinte años, hoy no puede trabajar en ninguna oficina de proyectos porque ha cambiado la tecnología y, por tanto, la organización del trabajo que realizaba, hasta el punto que sólo se conserva el nombre de su profesión, que incluso acabará desapareciendo. ¿A qué organizaciones tendría que acudir para solicitar asesoramiento o ayuda? ¿Algún sindicato se atrevería a quejarse de que no se mantenga el puesto de trabajo tal como era? ¿Podría algún departamento estatal o autonómico intentar mantener la producción de planos tal como se hacía años atrás? ¿Cuáles serían las razones para apoyar esa decisión? 

Abundando en el mismo ejemplo, conozco el caso de un profesional de la ingeniería que teniendo que hacer frente, con carácter de urgencia, el verano pasado a un concurso de proyectos, y encontrándose con que todos sus posibles colaboradores estaban de vacaciones, recurrió a un colega argentino con el cual hizo frente, por cierto con éxito, a su problema. Trabajar, intercambiar opiniones y realizar planos conjuntamente y en tiempo real no significó ningún problema con las tecnologías que utilizaron. Conseguido el objetivo de realizar el trabajo procede abordar los temas administrativos y surgen las dudas sobre los derechos y la legislación que hay que aplicar a estos trabajos que ninguno conoce y que quizás no exista. 

¿Acaso no es la tecnología lo que ha unido a estos dos profesionales situados a uno y otro lado del Atlántico rompiendo el modelo tradicional de producción? ¿Acaso no son el derecho o la costumbre lo que los separa? ¿Quién deberá cambiar y evolucionar? ¿Qué es realmente lo que ha entrado en crisis? 

CADA CUAL A SU RITMO 

Los distintos grupos sociales de un mismo país no evolucionan a la misma velocidad porque no se ven afectados por los cambios en el mismo momento, ni de la misma forma, y algo parecido ocurre a los países. Cuando ocurre esto, pueden establecerse conflictos entre grupos que, conviviendo juntos, no son contemporáneos a tenor de su ideología, de sus intereses o de su sistema de valores. Muchos países o sociedades cometen la inconsciencia histórica de no darse cuenta de que en un determinado momento tienen que inventar o crear un nuevo sistema de relaciones sociales en el plano interno y comercial, y diplomáticas en el plano internacional de acuerdo con la evolución de su sistema productivo. Es la ASINCRONÍA entre el grado de evolución de un sistema productivo y de la inconsciencia y/o conservadurismo de sus componentes donde radica el origen de todas las crisis. 

Rechazar la marcha de los tiempos es como querer que el sol comience a girar al revés. El juicio hecho para los países es válido para las personas. La causa profunda que nos hace entrar en crisis es el anacronismo de nuestras ideas con el sistema económico que vivimos, al que puede sumarse el conservadurismo o el anacronismo de otra parte del sistema económico, social y político en que también vivimos. ¡Cuánta gente ha sufrido e incluso ha dado la vida, inútilmente por intentar que se detenga el sol!


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