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La gitana de Tíjola y su carcelera de Almería (1938)

JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

07·09·2016


SIENDO YO NIÑO, llegaba desde Tíjola a Garrucha D. Víctor Jiménez con toda su familia para pasar el verano. D. Víctor era procurador de los Tribunales, hombre afable que participaba en una tertulia en el bar de Juan Miguel, en el Malecón. Una tarde fui a dar un recado a mi padre y D. Víctor estaba contando a los presentes la historia ocurrida en los años de la guerra a una vecina de Tíjola de raza gitana. La historia me conmovió por su crudeza y me quedé escuchando hasta que mi padre se percató de mi presencia y me ordenó que saliera del bar. 

Eso ocurrió allá por 1953. He leído con interés un extenso reportaje de Leyre Iglesias publicado en el diario El Mundo que titula "Emilia, la "La Canastera" primera gitana mártir". El reportaje informa que la diócesis de Almería viene proponiendo como candidatos a la beatificación 115 nombres por sufrir persecución durante la guerra civil española: 90 sacerdotes y 20 laicos. Entre esos 20 laicos se encuentra Emilia Fernández Rodríguez, gitana de Tíjola. Recordé la historia que hilvanaba D. Víctor aquella tarde en Garrucha, pero no conocía los detalles ni el final de esta historia de crueldad contra una pobre gitana que vivía con su familia en una cueva y subsistía vendiendo canastas de mimbre en el mercado: analfabeta, 24 años y embarazada. Lo sustancial de esta historia se refiere a los últimos siete meses de su vida en la cárcel de mujeres de Almería, conocida como "Gachas Colorás". Allí ingresó Emilia y su marido Juan Cortés, gitano también de Tíjola, por haber simulado ceguera para no ir al frente. A ella se le acusó de colaboradora en la simulación y sólo esto fue considerado suficiente razón para llevarla a la cárcel de Almería, a pesar de su estado de gestación. Sobre la situación y condiciones infrahumanas de esa cárcel se extiende el reportaje con testimonios de algunas internas de aquellas fechas. 

La por entonces directora de la cárcel, Pilar Salmerón Martínez, es informada de que Emilia se consuela rezando en su celda. La conducen a un interrogatorio y Pilar Salmerón la incita a que delatara a la persona que le había enseñado a rezar. Le promete mejores alimentos y un mejor trato, incluso sacar a su marido de prisión si delata. Ella calla, apenas sabe hablar el castellano y su respuesta es llorar sin consuelo. La Directora se enfurece y la castiga en una celda de asilamiento, y ahí comienza su tremendo calvario y el martirio que la Iglesia reconoce. Llega el invierno sin apenas mantas y duerme sobre una estera de esparto. Su gestación avanza y apenas le dan comida, sus compañeras, conscientes del drama, le pasan alimentos que extraen de sus propias raciones. Lo hacen por un agujero en la pared posterior a la celda. La misma compañera de prisión que la enseñó a rezar, Dolores del Olmo Serrano, escribe una carta en nombre de Emilia al Gobernador Civil para que la liberen debido a su avanzado embarazo y su delicado estado de salud. No obtuvo respuesta alguna. Finalmente, el 13 de enero de 1938, a las dos de la madrugada, sobre la estera de esparto donde dormía y ayudada por la misma compañera que logró colarse por el agujero, dio a luz a una niña a la que llamó Ángeles. Cuando se percataron de la gravedad de su estado, trasladaron a Emilia y a la niña al Hospital. Las continuas hemorragias no impiden que cuatro días después fuera de nuevo devuelta a la prisión de "Gachas Colorás". Pilar Salmerón no se compadece de su estado y ordena que la ingresen en la misma celda de aislamiento. Emilia empeora, abundantes hemorragias, fiebre altísima y poca alimentación. 

El 25 de enero la joven gitana se está muriendo, apenas respira y su ropa está teñida de sangre y otra vez es trasladada de urgencia al hospital. A las 9,30 deja de respirar. El certificado médico indica la causa por infección motivada por el parto con un cuadro severo de bronconeumonía causada por el frio. Sus restos fueron arrojados a una fosa común, sin nombre. De su niña Ángeles no se supo nunca. El Delegado Episcopal para la Causa de los Santos, Juan José Alarcón, ha declarado que "la Iglesia no sólo considera mártir a aquél que fue asesinado por vivir su fe, sino quien, como Emilia, fue castigada dejándola morir". 

Muchos años después, siendo yo director de la Voz de Almería, me interesé por conocer las causas abiertas durante los primeros años de post guerra contra hombres y mujeres que tuvieron alguna actividad en el periodo republicano referida a presuntos hechos delictivos, singularmente a los llamados delitos de sangre: ejecuciones, asesinatos, ensañamientos, torturas, etc. Tuve acceso a los archivos donde se guardaba la documentación oficial y naturalmente leí y tomé anotaciones de todas las referidas a la Comarca del Levante almeriense. Y entonces me vino a la cabeza aquella lejana historia de la Gitana de Tíjola y traté de buscar algo de este asunto sin resultado alguno. Sin embargo, recordé el dato de la cárcel de mujeres "Gachas Colorás" y en un grueso legajo encontré el nombre de su Directora. Rápidamente busqué entre las numerosas causas abiertas entre 1939 y 1942 y encontré la causa nº 19.272/39 contra Pilar Salmerón Martínez, la carcelera de Almería que dejó moribunda a Emilia en una apestosa celda de aislamiento. Tras leer las acusaciones y los testimonios de los Agentes de Investigación, así como el informe de la Guardia Civil donde se describían "los malos tratos que daba a los elementos de derechas que había recluidos", me detuve en la sentencia dictada por el juez Dinelli Garvayo de 27 de abril de 1939, declarando ABSUELTA a Pilar Salmerón, la maltratadora, según testigos, de aquella joven gitana canastera de Tíjola. La sentencia fue ratificada el 4 de mayo de 1939 y la carcelera quedó libre sin cargo alguno. 

Sirva de reflexión esta triste historia para que podamos conocer mejor aquella tragedia que llevó a seres humanos a cometer semejantes aberraciones. Algunos que hoy se auto proclaman como "investigadores y estudiosos" de aquella época brutal, no han dado luz a esta historia de odio y crueldad, episodio digno de la Memoria Histórica. Habrán ignorado a Emilia la gitana, su sufrimiento y muerte. Y habrán soslayado a sabiendas lo determinante de los resultados finales: absolución para su castigadora. Hubiera sido interesante conocer la reacción ante este final de Juan Cortés, su viudo, gitano de Tíjola, y el de la hija que parió en medio de un extremo sufrimiento, si es que vive.

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