JOSÉ BARRIONUEVO PEÑA
18·06·2014
Han pasado 11 años desde que empezó la construcción del hotel. Desde que la justicia tomó la decisión de parar las obras llevamos 8.
Conviene recordarlo: el hotel de El Algarrobico tenía licencia para su edificación. Durante tres años, de 2003 a 2006, se trabajó en su construcción sin problemas. En ese último año, cuando estaba casi terminado, el juzgado nº 2 de Almería decidió la paralización cautelar de las obras. Así están, paralizadas, desde entonces.
En todo ese tiempo, los posicionamientos, políticos y mediáticos, han sido prácticamente unánimes en contra del hotel. Los partidos, sin excepciones, los medios, también sin ellas, lo que llaman agentes sociales -sindicatos- o los profesionales del activismo, o del espectáculo medio ambiental, lo mismo. Hay organismos y personas de criterio, distintos de los citados, que han permanecido en silencio en todo este tiempo.
Ha habido una minúscula e insignificante excepción, como si se tratara de la pequeña aldea de Asterix: buena parte de los vecinos de Carboneras, el pueblo en el que está El Algarrobico. Carboneras tiene unos 8.000 habitantes -mas de 1.200 son extranjeros-, una cementera, una central térmica y una desaladora, más sus pescadores y sus agricultores.
En ese pueblo, el Ayuntamiento de ahora -conservador-, lo mismo que el anterior -socialista-, se ha atrevido a señalar, suavemente, su disconformidad con la paralización de las obras y también con un posible derribo de lo construido. Últimamente, un grupo de vecinos ha decidido manifestar su criterio. Lo han hecho en el pueblo, en la playa ante el hotel o pintando, con sus propias manos y medios, sobre lo que habían pintado militantes de “Greenpeace”, llegados de otras partes.
Ese humilde grupo de vecinos se atreve a disentir de los poderes unánimes, a reclamar lo suyo y a plantear sus concretas reivindicaciones frente a lo abstracto e ilusorio. Quieren los puestos de trabajo que les daría el hotel y a que les apliquen la misma norma flexible que se ha aplicado en otros lugares.
No se trata de que en todos esos lugares se aplique el mismo rigor que se pretende para el Levante almeriense, sino de que aquí se aplique la misma interpretación favorable y benevolente que en esos sitios. No es: allí también, sino aquí tampoco.
No soy optimista, pero sin serlo quiero expresar mi "digamos no" a la insensatez de que la mayor inversión publica que se haga en el Levante almeriense sea para derribar un hotel que se construyó con licencia. De paso, deseo dejar constancia de mi afecto y solidaridad con los vecinos de Carboneras que, tan solos, están luchando por sus intereses, su trabajo y su dignidad.
Conviene recordarlo: el hotel de El Algarrobico tenía licencia para su edificación. Durante tres años, de 2003 a 2006, se trabajó en su construcción sin problemas. En ese último año, cuando estaba casi terminado, el juzgado nº 2 de Almería decidió la paralización cautelar de las obras. Así están, paralizadas, desde entonces.
En todo ese tiempo, los posicionamientos, políticos y mediáticos, han sido prácticamente unánimes en contra del hotel. Los partidos, sin excepciones, los medios, también sin ellas, lo que llaman agentes sociales -sindicatos- o los profesionales del activismo, o del espectáculo medio ambiental, lo mismo. Hay organismos y personas de criterio, distintos de los citados, que han permanecido en silencio en todo este tiempo.
Ha habido una minúscula e insignificante excepción, como si se tratara de la pequeña aldea de Asterix: buena parte de los vecinos de Carboneras, el pueblo en el que está El Algarrobico. Carboneras tiene unos 8.000 habitantes -mas de 1.200 son extranjeros-, una cementera, una central térmica y una desaladora, más sus pescadores y sus agricultores.
En ese pueblo, el Ayuntamiento de ahora -conservador-, lo mismo que el anterior -socialista-, se ha atrevido a señalar, suavemente, su disconformidad con la paralización de las obras y también con un posible derribo de lo construido. Últimamente, un grupo de vecinos ha decidido manifestar su criterio. Lo han hecho en el pueblo, en la playa ante el hotel o pintando, con sus propias manos y medios, sobre lo que habían pintado militantes de “Greenpeace”, llegados de otras partes.
Ese humilde grupo de vecinos se atreve a disentir de los poderes unánimes, a reclamar lo suyo y a plantear sus concretas reivindicaciones frente a lo abstracto e ilusorio. Quieren los puestos de trabajo que les daría el hotel y a que les apliquen la misma norma flexible que se ha aplicado en otros lugares.
No se trata de que en todos esos lugares se aplique el mismo rigor que se pretende para el Levante almeriense, sino de que aquí se aplique la misma interpretación favorable y benevolente que en esos sitios. No es: allí también, sino aquí tampoco.
No soy optimista, pero sin serlo quiero expresar mi "digamos no" a la insensatez de que la mayor inversión publica que se haga en el Levante almeriense sea para derribar un hotel que se construyó con licencia. De paso, deseo dejar constancia de mi afecto y solidaridad con los vecinos de Carboneras que, tan solos, están luchando por sus intereses, su trabajo y su dignidad.
* José Barrionuevo Peña es exministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones, así como exministro del Interior .
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