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“Una especie de Dr. Mengele nazi es el que vino y diseñó un ‘laboratorio vivo’ en Palomares”

José Herrera Plaza presentó en Cuevas del Almanzora 'Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016)', en el que saca a la luz aspectos desconocidos que tratan de responder a la gran incógnita: ¿Por qué Palomares no se descontaminó tras el accidente? 



José Herrera Plaza


Miguel Ángel Sánchez / 20·01·2016

Han tenido que pasar 50 años para que alguien, cámara de profesión pero con pedigrí de periodista de redacción, investigara y sacara a la luz aspectos hasta ahora desconocidos que tratan de responder a la gran incógnita: ¿Por qué Palomares no se descontaminó tras el accidente nuclear?
Entre sus conclusiones destaca una que asusta. Sostiene Herrera que nuestro país y los Estados Unidos optaron por la mayor de las felonías. Sin informar a la población “dejaron [intactas] las condiciones para un laboratorio vivo en un medio rural donde coexistían cultivos agrícolas, flora silvestre, seres humanos y ganado. Por eso políticos y militares de EEUU y España asumieron riesgos para los vecinos que han condicionado y condicionan el devenir de la zona y sus pobladores”. Dicho de otra manera, acordaron que Palomares era ideal para reportar información científica sobre las consecuencias de la radioactividad en las personas y su entorno. Los palomareños pasaron desde ese momento a ser ‘cobayas’.
  
- Señor Herrera, ¿Palomares ha sido un laboratorio científico usando a personas, animales y ecosistemas?
- Yo no lo digo, lo dicen los documentos. Jamás me hubiera atrevido a lanzar esta hipótesis. No lo hice cuando en 2003 saqué ‘Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares’, porque entonces eran muy pocos los documentos que había desclasificados. Pero con el paso de los años hemos tenido acceso a las fuentes primarias, que son las que no engañan.
- Y en esas fuentes primarias ¿qué ha podido conocer?
- Lo primero que encontré fue que, cuando tuvo lugar el accidente de Palomares, el plutonio sólo llevaba descubierto 25 años. Fue descubierto por Seaborg y McMillan en el laboratorio de la Universidad de Berkeley en 1940 y en 1966 se desconocía aún su potencial toxicológico completo y cómo actuaba en el cuerpo humano, a pesar de que se habían hecho experimentos con humanos sin su consentimiento, realizados por el doctor Langham, que estuvo en Palomares, un experto.
- Todo lo experto que se podía ser entonces con sólo 25 años de investigación…
- Sí. Langham había trabajado con perros beagle a los que había masacrado metiéndoles plutonio hasta que reventaban, y también lo había hecho con personas. O mejor dicho, lo que para ellos no eran tan personas, como eran las minorías étnicas de los Estados Unidos: hispanos, negros, italianos, locos...
- ¿A estos también les metió plutonio en el cuerpo hasta reventarlos?
- Les metía inyecciones con diferentes cantidades de plutonio diciéndoles que se trataba de un nuevo tipo de medicina para ver cómo reaccionaban. Langham era una especie de Mengele nazi, conculcó todo el código bioético que se acordó durante el juicio de Nuremberg, precisamente a instancia de los EE.UU.
- Permítame la morbosidad ¿qué consecuencias tenían esas dosis en las personas y otros seres vivos?
- Dependía de las cantidades. También hay que decir que lo hacían con enfermos terminales. Seguramente pensarían que, total, si se van a morir, qué puede importarles una ayudita. Este señor Langham, también conocido como Mister Plutonio, la máxima autoridad que había en el mundo sobre plutonio y que le hico acreedor al apodo, es el que vino a Palomares y diseñó la descontaminación parcial de la barriada.
- Interesante forma de entender la ética profesional.
- Sí, siguió unos criterios bioéticos que merecían cárcel y cadena perpetua. Esto no lo digo yo, lo dice un libro que se llama ‘Los archivos de plutonio’, de Eileen Welsome, que ganó el premio Pulitzer y generó una gran controversia en Estados Unidos, obligando al Presidente norteamericano a crear una comisión de investigación presidida por el profesor Gavin Farrell, de la Universidad John Hopkins. Langham fue el señor al que todo el mundo, americanos y españoles, la Junta de Energía Nuclear, le tenía una gran admiración porque era la persona que había sacado la primera fórmula de excreción por orina y heces del plutonio. Le tenían un aprecio y una admiración terrible y lo que decía era ley. No es casual que el informe central que hicieron los americanos sobre Palomares en 1975, se abra con la foto de este señor y una dedicatoria que reza “a quien tanto ayudó al departamento de defensa norteamericano”. ¡Y tanto que ayudó! Evitó que se gastaran un dineral. De todo el gran presupuesto de la Operación Flecha Rota ¿adivine usted cuáles fueron las dos partidas más pequeñas?
- ¿La descontaminación tal vez fue una?
- Efectivamente, una fue la descontaminación y la otra la referente a indemnizaciones. ¡Qué casualidad! Justo las que tenían que restituir el daño moral, físico y monetario a la población, que se volcó en los primeros momentos, porque todo el pueblo se tiró a la calle. Las bombas las descubrieron los habitantes de Palomares, sin embargo, en toda la historiografía viene que las descubrieron los americanos. Eso es rotundamente falso. Las tres primeras bombas las descubrieron los vecinos, lo que no sabían es que fueran de hidrógeno, y son esos vecinos los que llevan a los americanos hasta donde encontraron “esas cosas tan raras”. Los vecinos decían a los soldados que habían encontrado una ‘bombona’, un ‘torpedo’, y la similitud de esta palabra con su equivalente en inglés fue lo que alertó a los americanos y le llevó hasta donde cayó la bomba nº 1, en la vega del río Almanzora, muy cerca de Casa Marqués.
En fin, todo lo que aparece en el libro está perfectamente documentado y aquellas cosas sobre las que no he hallado documentación, aparecen claramente identificadas, porque quedan aún muchas lagunas y muchas sombras.
- Y este tal Mr. Plutonio defendió que lo mejor era dejar aquí a los vecinos conviviendo con la radiactividad...
- Se puede entender perfectamente su criterio. El plutonio es muy escurridizo a la hora de analizarlo. De hecho, un análisis de tierra o de orina cuesta mucho dinero. Mientras al americio lo mides con un aparatito por segundos, el otro tarda un mes y requiere un montón de horas de un técnico de laboratorio, hay que utilizar una serie de reactivos... Los análisis tienen un límite, que es el mínimo detectable, el MDA que llaman los americanos, ‘actividad mínima detectable’. Esa actividad mínima del plutonio era muy alta entonces. Si llegan a limpiar mucho se hubiesen podido quedar muchas partes por debajo de esos mínimos que podían detectar ellos, que pasarían desapercibidas e interfería en sus investigaciones.
- Y no hubieran podido seguir la evolución del plutonio y sus efectos.
- ¡Claro! Tengo un documento que dice que en octubre de 1966, se reúnen los médicos en Palomares para crear un registro general, ‘Plutonium registry board’, una especie de registro general de afectados por el plutonio, entre ellos, 1.470 soldados que estuvieron en Palomares y que dieron positivo en los análisis de orina. Cuando los veteranos comenzaron a reclamar y ello podía costarle miles de millones de dólares a la Comisión de Energía Atómica, empezaron a recular y a decir que todos los análisis estaban equivocados. Todos equivocados por exceso, ninguno por defecto. O sea, que al que presentaba altas dosis de plutonio le daban nula la prueba, mientras que a quien presentaba baja dosis la aceptaban como buena.
- Los científicos abusaron de su posición porque ni aquí ni en Estados Unidos puedes ir al médico del centro de salud para ver si tienes o no plutonio en el cuerpo.
- La industria nuclear ha sido muy cuca desde el principio. Nació en ámbitos militares y, a partir de los años 50, con Eisenhower, pasó a usos pacíficos y civiles para la producción de energía eléctrica y radiología, que han sido tan importantes para la salud. No hay que demonizar todo lo que ofrece la energía nuclear porque tiene su faceta positiva. Pero en este este caso, todo el control lo hicieron médicos militares que fueron juez y parte. ¿Qué credibilidad podían tener? Jamás han sido los sistemas de salud públicos los que se han ocupado. En Palomares tampoco.
- Entonces que un contador geiger no sonara cuando te lo pasaban por el cuerpo no era ninguna garantía porque podías estar hasta ‘las cejas’ de plutonio y las alarmas no saltaban.
- Bueno, en aquella época americio había muy poco. El americio 241 se genera a partir del plutonio que tiene la bomba. El plutonio 241 transmuta con los años en americio 241. En aquel tiempo, los contadores que utilizaron eran específicos para medir radiactividad alfa, la del plutonio, muy diferente a la que puede haber en Chernobil o Fukushima, que es la radiactividad gamma, bastante más problemática porque atraviesa paredes y todo. El aparato que utilizaban, el ‘pack 1s’, se denominaba popularmente la ‘plancha’, porque la sonda era semejante a una plancha y la tenían que pegar como si estuvieran planchándote el traje, porque el alcance de la radiactividad del plutonio, si lo tuvieras en la ropa, es de apenas un centímetro y medio, por eso no atraviesa la piel. Puedes tenerlo en la ropa y no causarte ningún daño.
- Los problemas aparecen si lo ingieres.
- Exactamente. Cuando lo ingieres o lo respiras.
- Con tanto Mr. Plutonio, experimento e investigación, llama la atención de que no se haya hecho o conocido un estudio epidemiológico para saber la incidencia de la radiactividad sobre la salud de los vecinos.
- Sí lo hay. Yo lo recojo en el documental. Hubo otro ‘loco’ investigador que durante muchos años, rascándose el bolsillo y sin ningún tipo de subvención, y con la supervisión del decanato de la Facultad de Medicina de Murcia, elaboró un estudio. Fue el doctor Pedro Antonio Martínez Pinilla, médico de atención primaria en Turre.
- Pensaba que el trabajo del médico Martínez Pinilla fue una cuestión muy básica, sin apenas medios y escasamente fiable.
- Este médico hizo un estudio científico que se pudo completar con nuestra ayuda cuando hicimos el documental, porque a él se le vetó la entrada al Registro Civil de Cuevas del Almanzora, aunque con nuestro documental pudo completar su estudio desde 1945 hasta 2005, 60 años de seguimiento de la proporción de cáncer en Palomares desde mucho antes de que cayeran las bombas hasta mucho después. Pinilla sólo quería tener una idea, porque al ser Palomares un núcleo pequeño los resultados no podían ser muy fiables. De todas formas, esos estudios llegaron a la conclusión de que, a pesar de que hubo unos años de repunte de cánceres, sobre todo en los 90, entre 1966 y 1970 nadie murió de cáncer. En cualquier caso, el cáncer era una enfermedad maldita y los certificados no expresaban la causa del fallecimiento debido al rechazo social y el miedo que había. El médico nunca ponía cáncer. Hipótesis sociológica se llama eso en epidemiología. En definitiva, Martínez Pinilla llegó a la conclusión de que no existía ninguna correlación entre la caída de las bombas y la muerte por cáncer en Palomares, pero aseverar esto como lo contrario hubiera sido poco fiable. Estamos hablando de una población de 1.200 habitantes y la trascendencia de un estudio epidemiológico ahí no es igual de consistente que si se produce en una barrio de Barcelona donde viven un millón y medio de personas.
- Pinilla comparó la incidencia de cáncer en Palomares con Guazamara, otro núcleo de población similar y cercano. ¿Sirvió esto para algo?
- Efectivamente lo hizo, y observó que las muertes producidas por cáncer en un sitio contaminado y otro no eran exactamente las mismas, por lo que no encontró ninguna relación entre la caída de las bombas y la muerte por cáncer, aunque apuntó que desconocía la posible relación entre radiactividad y muerte por cáncer, porque él reconoce que se limitó a hacer un estudio general de la población. No se hizo un estudio individualizado en el que se diferenciara a personas que trabajaron en los campos en que cayeron las bombas, de aquéllas otras que lo hacían, por ejemplo, en la oficina de un banco, cuya exposición a la radiación no era ni mucho menos la misma. Hay muchas diferencias y hay ya bastantes estudios sobre eso, numerosas publicaciones científicas que normalmente no son muy conocidas. Y el laboratorio ‘vivo’ que conscientemente dejaron en Palomares ha contribuido en decenas de publicaciones al conocimiento científico obtenido gracias a los cincuenta años de experiencia en Palomares, aún con el coste de poner en riesgo a la población, un riesgo que nadie puede negar.
- Por ‘fortuna’, aquella mañana todo quedó en el accidente aéreo, pero podían haber transcurrido los acontecimientos en otra dirección. El tren de aterrizaje de uno de los aviones cayó a las puertas del colegio.
- Fue una suerte. Y al ejército norteamericano no le hubiese costado nada descontaminar todo. Esto para mí está claro y lo demuestro con las cifras oficiales de soldados que había allí, 1.470 efectivos de infantería y más de 2.000 marinos en el despliegue naval. Tenían excavadoras que aquí nadie había visto nunca. Ni el ingeniero de minas que hace el proyecto de las fosas de los enterramientos secretos, que había dado muchas vueltas por el mundo, las había visto hasta entonces. Unas excavadoras que ahora son normales en todas partes, pero que en el año 66 eran desconocidas. El raspado de los 10 cms. de tierra superficiales lo hacían con unas explanadoras que dejaban lista una Ha. en media hora. Otra cosa era el almacenamiento y llevárselo, porque lo que se llevaron fue una pequeñísima parte. Entre el 3% y el 5% de la tierra contaminada.
- Y dónde quedó almacenada la tierra que no se llevaron ¿se encuentra dentro de la zona acotada?
- Sí, aunque es posible que exista algún otro enterramiento. Todavía no se han hallado los cerca de 700 bidones de 200 litros que entraron en la zona y cuyo paradero aún se desconoce. Como eran tan chapuceros y tenían tantísimo material contaminado con el que no sabían qué hacer, es posible que haya algún otro enterramiento, pero esto ya son sólo hipótesis y las hipótesis no son evidencias, por tanto, hemos de separarlo de lo que sabemos con absoluta certeza.
- ¿Hay algún mito dado por cierto y que hoy es posible desmentirlo?
- Hay muchos mitos alrededor del accidente debido al oscurantismo con que se ha tratado, un oscurantismo que ha generado toda la rumorología. Hubo testigos que hablan de tres aviones, pero ¿cómo puede calcular nadie si se trataba de dos o de tres aviones si cuando se produjo la explosión empezó a caer una lluvia de trozos de metal? El B52, el tipo de avión más grande que había por entonces, se fracturó en varias partes y eso pudo dar lugar a que varios testigos, no todos, percibieran que eran tres los aviones, entre ellos Rafael Lorente, el diplomático que escribió un libro sobre el accidente. Luego hay otros mitos absolutamente secundarios, pero como somos tan folclóricos nos quedamos con eso en vez de con el problema medioambiental.
Que si Fraga se bañó o no se bañó. Que si lo hizo en Palomares o en Mojácar... Fraga sí se bañó en Palomares, está documentado. Lo que pasa es que la gente no pudo verlo ¿Cómo iba la gente de Palomares a ver bañándose al señor Fraga, al embajador norteamericano, señor Duke; al señor Mendo, director de la agencia EFE; y al señor Sentís, director de La Vanguardia, cuando el área del campamento Wilson estaba militarmente acotada? Sólo hubo tres personas de Palomares que fueron testigos de este hecho: el señor Manuel González, que era el alcalde pedáneo, su hijo y también el alcalde pedáneo de Villaricos. Ellos fueron los únicos tres testigos locales. Claro, cuando el periodista llega y pregunta a la gente de Palomares por el baño de Fraga, le contestan “¿qué baño? yo no he visto ningún baño”, y esto dio pábulo a la leyenda de que no se bañaron en Palomares, sino frente al Parador de Mojácar. Y es cierto que hubo un primer baño delante del Parador, pero fue solamente del señor Duke con sus dos hijos y un camarero del recién inaugurado establecimiento, que iba con una botella de coñac Soberano y unas copitas porque estaba el agua muy fría a las nueve y media de la mañana de aquel invierno. Hay fotos, películas... eso está también documentado, pero, insisto, el baño del NO-DO sí se produjo, fue a media mañana. Fraga había quedado con el embajador americano a las 9 y apareció a las 12. Ya sabemos eso de la típica puntualidad española… 
- Entonces nos quedamos con que el profesor Langham, Mr. Plutonio, influyó decisivamente en los gobiernos de España y EEUU para que las consecuencias de un hecho excepcional en el mundo, con un riesgo potencial para las personas, se dejara que siguiera su curso sin tener en cuenta que los efectos podían ser muy negativos para la población. Y todo esto para que la comunidad científica pudiera extraer conclusiones sobre la incidencia del plutonio sobre las personas que hacían de cobayas, los animales y el medio ambiente.
- Efectivamente. Vuelvo a repetir que les hubiese sido muy fácil a los americanos descontaminar de una manera bastante satisfactoria y no lo hicieron. Lo único que hicieron fue una puesta en escena, lo que aquí denominaríamos un paripé. La búsqueda de la cuarta bomba fue seguida por periodistas de todo el mundo, se escribieron riadas de artículos, y mientras se entretenía a los periodistas con la búsqueda de la cuarta bomba, en tierra se hacían muchas trampas engañando al gobierno español, al pueblo de Palomares. Tal fue la cosa, que para intentar lavar sus conciencias los norteamericanos regalaron una planta desaladora que jamás llegó a funcionar, pero la dieron y costaba un dinero. Las conciencias no estaban muy tranquilas porque el pueblo de Palomares, desde el primer momento, se volcó y ayudó en todo lo que pudo, aguantó lo más grande y se encontró, al final, con la ingratitud de los Estados Unidos. Alguien me dijo que los americanos defendían lo suyo y que nosotros no hicimos lo mismo y, efectivamente, hay que recordar que el gobierno español dejó hacer y dejó pasar. El gobierno abandonó a la gente. Y tiene mucho mérito la gente de Palomares, porque a pesar del estigma de las bombas y la pésima descontaminación, a pesar de la gran emigración que hubo, porque se salaron los acuíferos y ni siquiera el tomate raf que cultivaban aguantaba un nivel de salmuera por encima de tres gramos por litro, salió adelante. Muchos de los que se fueron retornaron, empezaron a cultivar, a ganar terreno a la sequía y a hacer una agricultura maravillosa. La gente hace muchas bromas con “el sabor que debe dar la radiactividad” a sus productos agrícolas, pero no, los melones eran igual de magníficos antes y después del accidente, como las sandías, y eso se debe al esfuerzo de la gente, que también supo sobrevivir y reponerse a la gran riada del 73 que arrasó todos los cultivos y los volvieron a levantar. A pesar de los americanos y del gobierno de Franco, Palomares ha ido para arriba y ha vivido una auténtica revolución social y económica, que hubiera sido mucho más alta de no haber sido por ese suceso y su gestión.
- Lo cuenta usted de forma épica.
- Es que en Almería ha habido una gran transformación durante los últimos años, pero esta zona del Levante, en los años sesenta estaba muy atrasada económicamente. Almería era la última provincia en renta per capita de España. Estábamos en el furgón de cola, y esta comarca era una de las que peor lo tenían. Antonio Siles escribió una oda al agricultor de Palomares que de la nada consiguió hacer vergeles. Eso es un hecho. Y mejor le hubiese ido sin el estigma del accidente.

- ¿Qué opina del documento firmado hace unos meses entre los gobiernos de Estados Unidos y España, en el que se contempla la descontaminación de Palomares?
- No es para creérselo mucho. Yo, al principio, estaba eufórico, porque aunque he nacido en Almería, de tanto estudiar y trabajar sobre el asunto, me siento como uno más de Palomares, una especie de síndrome de Estocolmo. Pero cuando accedí al documento original y pude leer que el único compromiso es que “muestran la intención de”, quedé decepcionado. De buenas intenciones está el mundo lleno. Palomares no necesita buenas intenciones. Y menos aún de las que se firman dos meses antes de unas elecciones y cuatro meses antes de un cincuenta aniversario en el que se va a denunciar por activa y por pasiva el fiasco, el engaño y la estafa que le hicieron a los españoles y a la gente de Palomares en aquel tiempo. Y para mitigar ese efecto previsible, porque esta gente no da puntada sin hilo, lo solucionan con una declaración de intenciones. Aunque el mes que viene comenzara la descontaminación, en noviembre los estadounidenses tienen las presidenciales, y si vence Donald Trump o cualquier otro republicano de extrema derecha que están en contra de estas acciones, porque suponen un ‘mal ejemplo’ para otras zonas que han contaminado por el mundo, pueden abandonar la limpieza en cualquier momento. Yo pido que se descontamine con o sin los americanos, eso supone ser soberanos. Y luego ya veremos la manera de pasarles factura, hay muchas formas, ¡que tienen un montón de bases aquí en España! Está claro, a la vista de cómo se han comportado unos y otros, que no es lo mismo hacerse defensores de los derechos humanos con Maduro o con Cuba, que son países chiquititos, que con los grandes. ¿Quién habla de la dictadura de China? Con los poderosos no nos metemos.
- Llama la atención que su anterior trabajo sobre Palomares, un documental estrenado hace 7 años, no se proyectara en Cuevas del Almanzora ¿Hay alguna razón?
- No se nos hizo ninguna invitación. Nosotros lo propusimos en su día y no recibimos respuesta. También se vendió muy mal cuando sacamos la cinta con La Voz de Almería. Mi conclusión es que a los almerienses nos interesa un carajo nuestra propia historia. Nos preocupa más saber cómo va el club de fútbol de nuestra localidad que aquello otro que ha dado la vuelta al mundo, uno de los episodios más importante de la historia de los últimos siglos de Almería y, por supuesto, de Cuevas del Almanzora. Lo de las bombas y el descubrimiento del filón de El Jaroso es lo más importante en los últimos 400 ó 500 años. En fin, es una cuestión de cultura, de formación, de sensibilidad y de que no te manipulen.
- ¿Por qué se fijó usted en el caso Palomares?
- Porque yo viví aquellas operaciones en el aire. Unos años antes del accidente vi desde el colegio de La Salle, en la Avda. Federico García Lorca, dos aviones que creí que iban a chocar, y eso se me quedó grabado. Fue algo que no he podido olvidar. Tengo la imagen perfectamente grabada. Iba a miccionar en las letrinas del patio de La Salle y de pronto miro y veo unos aviones “¡que chocan! ¡que chocan!” yo ya había visto películas. Pensaba que iban a chocar. Luego me enteré por la radio Pirenaica del accidente de Palomares. Recuerdo a mis padres y a mi hermano mayor sintonizarla y exclamar: “¡mira, mira los comunistas lo que hablan de Palomares, de aquí de Almería!” Y es que entonces Almería era una gran olvidada en el mundo, y que hablaran de nosotros, aunque fuera la Pirenaica, ya era un orgullo. En fin, que aquello se me quedó y en el año 85, que yo me dedicaba a la imagen y el sonido, intentamos hacer un documental sobre Palomares y resultó imposible. El oscurantismo era total y todo lo que podíamos hacer era una entrevista a las personas, pero eso no era suficiente. La historia oral no es suficiente si no existe una comprobación documental de fuentes primarias.
- Permítame que le diga que, en mi opinión, con sus trabajos ha hecho usted un gran servicio a esta comarca
- A ver si se vende el libro y demostramos que en la vida hay algo más que frivolidad y, lo más importante, vindicar que esto se arregle. Es una historia abierta. No está cerrada. La gente de Palomares recela porque sabe que el problema aún existe. Cuando se resuelva de una vez veremos cómo deja de existir ese rechazo y entonces hablaremos de otras alternativas, como el Museo de la Bomba. Hay varios puntos de esperanza en el horizonte.   


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1 comentario :

  1. Gran entrevista la que publica actualidad Almanzora sin duda. Un saludo!

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