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Asunto Cajamar: "Aquí lo que hay es mucho Mammón"

SAVONAROLA




Como siempre os digo, mis carísimos hermanos en Cristo, nuestra Santa y Sagrada Biblia siempre es fuente y relación de todo. De todo lo bueno y de todo lo malo que habéis, también, de conocer para saber evitar. Los Evangelios nos hablan del Dios único y trino y de sus infinitas manifestaciones. Pero infinitas son, del mismo modo, las caras y apariencias del demonio y una de ellas, la de uno de los ‘siete príncipes del infierno’, según el hermano Peter Binsfeld, o su embajador en Inglaterra, como aseguraba Collin Plancy, es la del ángel caído llamado Mammón, el demonio de la avaricia.

Escribió Lucas, hijos míos, que nuestro amado Jesús habló a sus discípulos de un hombre rico que tenía un mayordomo acusado de derrochar sus bienes. El amo lo llamó y le dijo: “¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo”. Entonces, el criado dijo para sí: “¿Qué haré?, porque mi amo me va a quitar la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza”. Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?” Él dijo: “Cien barriles de aceite”. Le dijo: “Toma tu cuenta, siéntate y escribe cincuenta”. Después dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?” Éste contestó: “Cien medidas de trigo”. Él le dijo: “Toma tu cuenta y escribe ochenta”.  Y alabó el amo al mayordomo malo por haber actuado sagazmente, porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?

Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. No podéis servir a Dios y a Mammón.

Mammón, queridísimos discípulos, es la avaricia encarnada. Fue descrito por Dante en su visita al inframundo y avisó Santo Tomás de Aquino que “Mammón sale del infierno ayudado por un lobo para venir al mundo y corromper el corazón del hombre con la codicia”.

Santa Francesca de Roma, la humilde y paciente fundadora de las Oblatas Benedictinas, identificó a nuestro Mammón como uno de los príncipes del infierno directamente subordinados del mismísimo Lucifer, por delante de Belcebú y sólo precedido por Asmodeo en el favor del Señor del Averno. Le atribuye Francesca el título de Señor de la decepción y de la Avaricia”, en lo que coincide con Binsfeld, y los evangelistas Lucas y Mateo, pero no así con el también citado Plancy, para quién únicamente sería un diablo de tantos, adscrito al Cuerpo Diplomático del Infierno como titular de su legación en Londres.

Lo antedicho, hermanos, nos permite ver con claridad que Mammón es principalmente un demonio de carácter simbólico, una personificación de ciertas tendencias negativas del ser humano. La creencia en Mammón como un demonio real, al haber surgido en una época de superstición, ignorancia y fanatismo como era la Edad Media, puede inducirnos a creer que no es sino una ficción.

Mas yo, hijos míos, os digo y advierto que son muchos los mammones que viven y campan entre nosotros y se conducen como ese mayordomo del que hablaba nuestro Señor, mirando sólo por su provecho en traición del de aquél que le paga.

Son ‘mammones’ muy bien pagados que salen a plena luz de sus madrigueras en cómodos despachos de entidades financieras como la que ha sido muy útil para Almería Cajamar.

Demonios que tienen nombre y apellidos. ‘Mammones’ que recuerdan a José Luis Heredia, Bartolomé Viúdez o Francisco Alonso que, acompañados por el ‘lobo’ Diego Rodríguez Valero, salieron de sus guaridas de privilegio en La Caja para cosechar, como el mayordomo del evangelio, más riquezas, aunque lo fueran –algo que con su silencio se niegan a aclarar- a costa de las posteriores y obligadas reposiciones de la entidad que les proporciona su mensual estipendio.

Este monje que os habla lee la prensa y se indigna cuando conoce las andanzas de aquéllos a quienes confiamos la custodia de nuestro dinero y, lejos de velar por él, lo ponen en riesgo al causar, ellos sabrán si a sabiendas o no, pérdidas ingentes que, al final, siempre redundan en el perjuicio de todos. De todos los cooperativistas-accionistas presentes y futuros, que son multitud y millonada.

Cuando una sociedad iniciada por los Heredia, Viúdez y Alonso, en compañía del ínclito DRV, incurría en quiebra, sabed, hermanos, que el dinero perdido por Cajamar, la entidad que mantiene a sueldo a estos ‘Mammones’ y que es la que, ¡oh casualidad!, financió parte de sus operaciones, es el mismo dinero que repone metiendo la mano en vuestros bolsillos cuando os cobra las comisiones cada vez que se produce un descubierto de 1 euro.

Son, además, todas esas otras comisiones que os aplican los bancos, las más de ellas ilegales, y que os siguen cargando a pesar de las sentencias firmes, la jurisprudencia creada y la pasividad del Banco de España, del Ministerio de Economía y de todos los gobiernos que hasta la fecha han sido.

Cada vez que conozcáis, hijos míos, de este tipo de andanzas y conductas, tened bien presente que, al final, siempre os tocará pagarlas. Y no son pocas esas ocasiones, que ya han convertido en costumbre más que en excepción. Y no son pocos los que a ello se dedican en cuerpo y alma y en su tiempo libre, que al parecer es todo, que aquí, ya, lo que hay es mucho ‘Mammón’.

Y, mientras tanto, tú, mi querido hermano en Cristo, y yo, viejo fraile descreído y desdentado, doblando la raspa bajo un sol estival que no es de justicia. A veces escucho, incluso, el chapotear fresco de esos frescos ‘mammones’, que tendré que preguntar a Dios por qué hay piscinas en los infiernos y en el cielo de los buenos no.
Mas, en tanto, vale.

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