Una joven residente en Vera perdió el hijo que esperaba por lo que cree fue una negligencia médica. Está dispuesta a denunciar al Hospital de Huércal Overa y nos cuenta su historia
María Ludeña junto a su marido |
María Ludeña, una joven residente en Vera, entró al
Hospital de Huércal Overa llena de vida. La suya y la del niño que albergaba en
sus entrañas. Unos días más tarde salió sola, vacía y rota. Entonces no sabía
qué había pasado. Cuestión de mala suerte, le dijeron. Hoy intuye que el azar
no ha tenido que ver, que puede tratarse de un caso de negligencia y se muestra
decidida a llegar a los juzgados.
- Según cuenta en su página de Facebook, ha sufrido usted
una experiencia muy dolorosa.
- Todo esto duele muchísimo. Salí del hospital vacía y, 4
meses después, sigo igual. Debía haber salido con una nueva vida y todo se
desmoronó.
- ¿Cuatro meses después no ha recuperado algo el ánimo?
- Todavía tengo tratamiento médico y psicológico. Nunca
antes había necesitado una pastilla. Intento avanzar. El apoyo de la gente me
ayuda mucho, pero sobre todo el de mujeres que han pasado por lo mismo que yo.
Gracias a sus experiencias he vuelto a ser consciente de que tengo que
continuar luchando, que tengo un niño de 3 años y he de levantarme cada día.
- ¿Cree que hay alguien en el Hospital de Huércal Overa
interesado más en mantener el dudoso honor estadístico de encabezar una
presunta clasificación de centros con más partos naturales que en velar por la
vida de las madres y los neonatos?
- No creo que eso sea honroso. Se han puesto en contacto
conmigo mujeres de toda España, un gran número de ellas tratadas en Huércal
Overa, que han tenido que volverse con las manos vacías, con su hijo muerto. Mi
historia se ha compartido en Facebook 90.000 veces. Casos como el mío son
cientos en el Hospital de La Inmaculada. Con mi primer hijo me pasó lo mismo,
pero la diferencia estuvo en que el ginecólogo echó a correr. El niño salió con
sufrimiento fetal y tuvieron que hacerle un seguimiento tras nacer, pero lo
sacaron bien. Esta vez, aún viendo que las cosas iban mal, tardaron casi 2
horas en llevarme al paritorio.
- Ordenemos su historia. Usted ingresó el 4 de septiembre
en el hospital para dar a luz.
- Llegué con más de una semana de retraso. Llevaba toda la
semana anterior yendo al hospital porque tengo una cesárea en mi historial y el
peso del bebé en mi barriga me hacía daño. Todas las noches me mandaban a casa,
hasta que un día me dijeron que tenía contracciones de parto y me ingresaron en
planta. Rompí aguas y el agua estaba sucia porque el niño se había hecho caca
dentro, un indicador de sufrimiento fetal. Aún así, me volvieron a llevar a
dilatación, en donde estuve hasta las 12 de la noche, un día entero más. Allí
me administraron oxitocina para dilatar y provocar contracciones involuntarias
del útero que me ayudaran a empujar. Ahora sé que habiendo sufrido una cesárea
anterior, no se puede suministrar ese medicamento. El ginecólogo preguntó a las
matronas si me la habían puesto, ellas contestaron que sí, pero que poco a poco
porque tenía una cesárea previa, y él dijo que eso daba igual, que me dieran
‘caña’ que eso tenía que salir ya. A mí me dio alegría, cosas de la ignorancia.
Pensé que la cosa iba a avanzar.
- Pero no avanzaba.
- Avanzó pero para mal. Pedí la epidural a mediodía porque
ya no podía más. Una hora después de que ordenara que me dieran ‘caña’ con la
oxitocina, el ginecólogo volvió y me hizo un tacto. Me dijo que de 5 cms había
pasado a 9. En ese momento dijo que eso iba a estar ya. Todos estábamos
contentos cuando, de repente, con la epidural puesta, me dio un dolor fuerte y
empecé a gritar. Sentía como si me estuviera rompiendo por dentro. El dolor era
más intenso cada segundo. Una de las matronas decía que era normal porque el
niño ya estaba saliendo, pero la otra decía que era imposible que me doliese
tanto con la anestesia puesta. Llamaron al ginecólogo, que me volvió a hacer un
tacto y se llevó las manos a la cabeza. Preguntó ‘¿qué ha pasado aquí que está
de 6 cm. otra vez?’. Entonces pedí por favor que me hicieran una cesárea, a lo
que accedió, pero con mucha tranquilidad. Eran las 10 de la noche y no
decidieron llevarme al quirófano hasta las 11. Ahora sé que cuando el útero se
rompe, se vuelve a encoger igual que un globo. Por eso pasé dilatar hasta 9 cm
a contraer a 6.
- ¿Nadie se alarmó ante este hecho?
- Se pusieron conmigo pero con mucha calma. Mucha diferencia
con mi primer parto. En aquella ocasión de repente empezaron a correr y en 5
minutos tenía a mi hijo en los brazos. Sin embargo con este segundo no fue así.
Me decían que me calmara, que todo iba bien. Cuando entré en quirófano de
repente noté que el bebé se desplomó en un lado de mi barriga y dejó de
moverse. Desapareció el dolor.
- ¿Hasta ese momento notaba los movimientos del niño?
- Sí. Cuando le dije a la matrona que me había dejado de
doler, que sentía al niño quieto y no me dolía, se miraron entre ellos, pero no
decían nada. Fue todo muy raro. Dejé de sentir dolor de golpe. Después he
sabido que tras romperse el útero ya no podía sentir dolor. Lo último que
escuché fue al médico decir ‘¿dónde está el niño? ¿Qué ha pasado aquí?’.
Aquello era un desastre. El útero estaba abierto, pero el niño no estaba allí
porque se había salido. Yo perdí el conocimiento y cuando desperté pregunté a
las enfermeras qué había pasado con el bebé y no me decían nada. A los 10
minutos entraron mi marido y mis padres a verme en reanimación, donde no puede
entrar nadie.
- Para darle la mala noticia…
- Sí. Mi marido estaba roto. No podía hablar. Sólo movía la
cabeza diciendo que no. Yo me derrumbé y empecé a llorar y a gritar que lo
quería ver. Entonces me trajeron al bebé y lo vi. Le pregunté al ginecólogo qué
había pasado, y me dijo que se me había roto el útero. Le pedí que no me
devolvieran a maternidad. Yo no quería escuchar el llanto de los demás bebés ni
ver a mujeres a punto de dar a luz. Al día siguiente volvió el doctor. Le pedí
que me explicara por qué se me había roto el útero y me dijo que había tenido
mala suerte. Esa fue su explicación y yo asumí que había sido mala suerte. Pero
dos semanas después, la ginecóloga del seguro privado me pidió el informe del
parto. El 6 de octubre se lo llevé y me dijo que había sido una negligencia
porque no debieron administrarme oxitocina, por no hablar del tiempo de espera,
de la fiebre y los vómitos, que son todos síntomas de que algo está pasando y
tenían que haber corrido.
- ¿Qué piensa usted hacer con ese diagnóstico que contradice
el de la “mala suerte”?
- Tengo un informe que certifica que no me tenían que haber
administrado oxitocina. He tenido que solicitar mi expediente con un escrito de
mi abogado en el que les recuerda la ley que reconoce mi derecho a tenerlo y su
obligación de facilitármelo, porque no me lo daban, pero todavía estoy
esperando. Ellos pretenden apurar todo el tiempo posible porque la denuncia
debe presentarse en el plazo de un año.
- ¿Por qué ha publicado en Facebook la foto del bebé
fallecido con ustedes sonrientes?
- Quiero que se reconozca que ese hijo existe. Mi hijo está
inscrito como un feto muerto y no debe ser así. Quiero reivindicar que he
tenido ese hijo. Es mi recuerdo.
- ¿Cómo se iba a llamar?
- Noah. Lo único que pretendo es que no pase más. Los
médicos pueden cometer errores y nosotras somos mujeres que tenemos derecho a
vivir la vida de los hijos que nos han quitado ellos.
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