Hablamos con Miguel Díaz, presidente de la Asociación de Amigos del Vino del Levante Almeriense, un grupo de aficionados que están demostrando que en nuestra comarca se pueden elaborar caldos capaces de suscitar todo un vendaval de sensaciones y constituir una oportunidad de negocio
Miguel Díaz, presidente de la Asociación de Amigos del Vino del Levante Almeriense |
Javier Irigaray / 26·02·2016
Doce aficionados que elaboraban vinos artesanos en nuestra comarca se unieron hace siete años en una asociación que cuenta ya con más de 70 socios. Ahora tienen como objetivo obtener para el Levante una Indicación Geográfica Protegida (IGP).
Doce aficionados que elaboraban vinos artesanos en nuestra comarca se unieron hace siete años en una asociación que cuenta ya con más de 70 socios. Ahora tienen como objetivo obtener para el Levante una Indicación Geográfica Protegida (IGP).
En sus reuniones recuerdan el vino del país que se hacía
en Huércal, Jauro y Antas. “Era de alta gradación, peleón y algunos aún lo
elaboran por aquello de la nostalgia”, cuenta Miguel Díaz. Pero las cosas han
cambiado mucho. Ahora se alcanzan graduaciones de 12,5º y 13,5º. “Son caldos
mucho más ligeros, afrutados, amables y apetecibles. Estamos a un nivel muy
aceptable y en continua mejora”.
- ¿Cuándo empezó todo?
- En el Levante hay tradición vitivinícola desde siempre.
Sobre todo en Huércal Overa, Antas y Cuevas del Almanzora. La gente hacía sus
vinos en las casas, fundamentalmente para el autoconsumo. Cada uno hacía lo que
podía y como Dios le daba a entender. En 2009 nos juntamos 12 de estos
productores artesanos y aficionados en lo que se llamó Asociación de Amigos del
Vino de Cuevas del Almanzora y, desde entonces, se nos unieron amigos de Antas,
Huércal Overa y Vera, ampliando el marco de nuestra actividad a toda la
comarca. Ya hemos pasado de 70 socios, aunque no todos producen. Algunos son
grandes entendidos y aficionados que aportan sus conocimientos.
- ¿Qué les movió a agruparse?
- La intención era la de aunar conocimientos y experiencias,
intercambiar información y ayudarnos entre todos para mejorar los vinos que
hacemos. Así hemos pasado de hacer vinagre, algo que está al alcance de
cualquiera y era lo que veníamos haciendo la mayoría, a elaborar vinos de una
calidad muy aceptable. Y es que el vino es un ser vivo y, como un niño,
necesita de los cuidados adecuados para que crezca sano y llegue a alcanzar la
plenitud en su madurez. No es otra cosa, pero hay que saber hacerlo y aprender
con humildad, preguntando a quien sabe para evitar tirar miles de litros.
- ¿Eso consiguen con las jornadas y actividades que organizan?
- Efectivamente. En Cuevas llevamos tres ediciones y en
Antas, con la asociación Argaria, se han cumplido ya cinco. Traemos a
profesionales de todas las facetas que concurren en la producción del vino para
aprender de ellos. Desde el cuidado de las viñas, la poda, el momento óptimo
para vendimiar y métodos de elaboración y conservación. Y también visitamos
otras bodegas y viñedos.
- ¿Cuánta tierra tienen en producción de vid?
- Entre todos los socios, algo más de 30 Has. con 50.000
cepas. La mayor parte están dedicadas al tinto, sobre todo tempranillo y
cabernet sauvignon, pero hay algo de syrah y monastrell. La dedicada a
producción de blanco es mucho menor y, fundamentalmente, está ocupada por las
variedades macabeo y verdejo.
- Esa cantidad de tierra y de cepas da para algo más que
convidar a los amigos.
- Es cierto que la mayoría somos pequeños productores que
nos dedicamos a esto como afición y no pasamos del autoconsumo, pero ya empieza
a haber compañeros con expectativas más amplias. A Martínez Salinas, que con
uvas de Antas y Vera produce en su bodega de las Presillas Bajas unos crianzas
y reservas excepcionales que vende íntegramente fuera de España, ahora se han
sumado, en Burjulú, Bodega Las 4 Higueras, con 3 Has. que producen unas 8.000
botellas, y Paco Palomillo ha preparado 10 Has. en Huércal Overa, en las que ha
plantado cabernet sauvignon, tempranillo y syrah. Ha montado un equipamiento
importante y dentro de dos años sacará 50.000 botellas de tinto. Esas tres son
ya bodegas importantes que cuentan con su enólogo y vienen a demostrar que el
vino, en el Levante, también puede ser un negocio.
Esto que empezamos como una afición se está convirtiendo en
una incipiente industria en nuestra comarca. La mayoría no pasamos de los 500 ó
1.000 litros, pero entre todos superamos en mucho los 100.000, lo que en el
mercado es hablar de alrededor de 1 millón de euros.
- El agua será un problema, supongo.
- No crea. La vid no necesita tanta agua como otros
cultivos. De hecho, en años de lluvia normal no requiere más aporte. Para los
demás, gracias al trabajo de las sociedades agrarias de transformación, a Aguas
del Almanzora y a los trasvases del Tajo y el Negratín, existen garantías de
agua suficiente.
- Entonces, el futuro del vino en la comarca pinta esperanzador.
- Así lo veo yo. Es verdad que algunos se han cansado. El
vino es un producto delicado y requiere de atención y de saber hacer. Había
quien estaba a punto de tirar la toalla y gracias a las actividades que estamos
desarrollando durante estos años han progresado muchísimo en muy poco tiempo y
han cobrado nuevas energías. Hay, también, quien, como José Haro, un señor con
más de 80 años, ya ha pasado el testigo a su hijo y a su nieto. Es un mundo
difícil, en el que se cometen muchos errores, pero, de ellos, el vino nunca es
el culpable.
- ¿Cuál ha sido la evolución de los vinos de la comarca
durante estos años?
- No le voy a hablar de los vinagres que hacíamos algunos.
Aquí se recuerda el vino del país que se hacía en Huércal, en Jauro y en Antas.
Era de alta gradación, peleón. Muy pocos lo mantienen. Algunos aún lo hacen en
pequeñas cantidades por aquello de la nostalgia. Ahora se están haciendo vinos
de entre 12,5º y 13,5º. Son caldos mucho más ligeros, afrutados, amables y
apetecibles. Estamos a un nivel muy aceptable y en continua mejora.
- ¿Algún objetivo próximo?
- Vamos a elaborar a través de la Oficina Comarcal Agraria
un censo de productores. El objetivo es dar los primeros pasos para conseguir
una Indicación Geográfica Protegida (IGP) del Levante Almeriense, que supondría
ir a más en todo. Es un compromiso con la calidad que haría que los vinos que
aquí se produzcan fuesen más conocidos, valorados y traspasaran nuestras
fronteras.
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