Anuncio superpuesto

Aviso Cookies

espacio


Radio Online

Botones

Sobre el tren de la bruja, Baeza, Utiel y algún disparo de sal

SAVONAROLA

06·04·2016

He de deciros, mis queridos hermanos en Cristo, que el solo hecho de escuchar su nombre conseguía el efecto de hacerme revolver en mis propias cenizas. Y es que este fraile que hoy os habla, martillo y terror de herejes, libertinos disolutos y, también, de todo tipo de brujas, salta avizor y alerta cada vez que se pronuncia en su presencia el oficio de todos y cada uno de aquestos miserables combustibles para brasas y hogueras. 


Dicen que todo empezó hace muchos, pero que muchos años. Se trataba de un trenecito para niños pequeños, de una atracción de feria en la que los infantes, acompañados a veces de sus padres, daban vueltas a un trayecto ovoide que discurría, en parte, por un espacio cubierto y oscuro, remedando alguna suerte de túnel. 

Y es aquí, al final de esta parte del recorrido, donde radicaba la gracia maldita de la atracción. Al final de ese periplo ciego, aguardaba a veces un payaso, pero las más una bruja, escoba en mano, presta a golpear con el jopo a los zagales que disponían toda su intrepidez y su astucia en intentar arrebatar el útil de barrer, o de volar, sólo Dios lo sabe, de las manos de ese factor de tren de feria, y así ganar otra vuelta gratis. 

La gente se volvía loca con el llamado Tren de la Bruja. Niños, padres, abuelos y jóvenes acudían día a día a pasárselo bien con la bruja o los payasos. Allá donde iba, el tren triunfaba. Era, y aún lo es, la atracción más querida para todo el mundo que se lo quería pasar en grande e irse a casa contento después de pasar una buena noche entre el olor al aceite quemado de los churros o el más dulzón del algodón de azúcar. 

Otro tren no menos histórico, hermanos, comenzó sus obras allá por el año del Señor de 1926. Pretendía unir a Baeza con la valenciana Utiel y, desde allí, con la mismísima Francia. 

La construcción de esa línea era fundamental para la economía de España cuando fue proyectada por el gobierno del general Primo de Rivera a principios del siglo pasado, y sufrió dos parones en su ejecución. El primero fue al principio de la II República, como consecuencia directa de la crisis del 29, y el segundo tuvo lugar durante la Guerra Civil, tres años en los que el país se dedicó más a destruirse que a construir nada. 

Pero en 1943 se reiniciaron las obras, que siguieron a buen ritmo hasta que en 1964, casi 40 años y varios informes después, se percibió como inviable el sostenimiento económico del trazado ferroviario, abandonándose definitivamente, aunque tras dejar finalizados un buen número de kilómetros por toda la Loma de Úbeda, la Sierra de Segura y algunos más en la provincia de Albacete, incluidas varias estaciones y un montón de túneles, hoy dedicados al cultivo de la seta de alpaca y el champiñón. Amén, por supuesto, de cientos de kilómetros de trincheras y terraplenes que forman parte de la red de vías verdes más cara de Europa y de parte del extranjero. 

Eran, hermanos, ciertamente otros tiempos. Entonces no eran discutibles las decisiones adoptadas por los próceres de turno, no eran, tampoco, objeto de controversia ni de pugna política alguna y, como también sucede ahora, era el pueblo quien corría con los gastos de la fiesta. No había escoba escamoteable a la bruja de turno. 

Mas ahora, queridísimos discípulos, más que brujas, que todas deben andar ya más que chamuscadas, al final de túnel parece que se divisan payasos en la menos noble de las acepciones de la palabra, que en la buena designa a un oficio tan respetable como necesario. 

Se trata de payasos que calzan zapatos italianos y tapan sus vergüenzas, si es que las tienen, y botones de camisas de seda tras corbatas de colores más o menos chillones, según se levanten a barlovento o a sotavento. 

Son una especie de bípedos caracterizados por su irresponsabilidad, pues jamás de los jamases pagarán ni un sólo céntimo de los perjuicios que sus acciones y decisiones repercutan en las sufridas espaldas de los ciudadanos. 

Otro rasgo que les caracteriza es el de ser capaces de alcanzar un notable porcentaje de éxito en tareas de discriminación entre tres botones para votar en las sedes parlamentarias de turno. No se ha experimentado su comportamiento para elegir entre cuatro, por temor a causarles series e irreversibles lesiones a nivel cortical en el cerebro. 

También les define su habilidad para convertir en causa de enfrentamiento político cualquier asunto de interés común, siendo capaces de encontrar motivos para la discordia en todo aquello que no debiera sino unir. 

La penúltima, que siempre habrá una última después, tiene que ver con un tren que dijo ser AVE, devino en LAV –línea de alta velocidad-, ya va por sólo una vía y aún veremos si se acaba. 

Para empezar, amadísimos hermanos, comenzamos mal, gastando 250 millones de eurazos de vellón en cuatro tramos en mitad de ninguna parte, que ahora mismo sólo pueden servir para acudan en bicicleta los pobres desde su Venta hasta Vera a ver los toros. O no. Y es que una vía de ferrocarril no es como una carretera, que se puede tomar y dejar tramo a tramo. 

Ahora parece que toca intentar poner la pelota en el alero del tejado contrario. Desde el bando popular, puesto que el parón en las obras de este Baeza-Utiel contemporáneo es responsabilidad de la administración que detenta su partida, se afanan, no digo yo que afanen, en culpar del retraso en la ejecución de las obras a la Junta de Andalucía y su gestión de la tortuga mora, que anda la gente muy sensibilizada con todo lo que huela a moruno, con o sin fundamento, cuando por encima de las cuitas medioambientales, el primer ineficaz en todo este embrollo ha resultado ser el Ministerio de Fomento, esta vez por vía (nótese el juego de palabras tan bien traído) del Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, vulgo ADIF. 

Y es que a día de hoy, casi un año después de la adjudicación de las obras del tramo entre Cuevas y Pulpí, nuestros eficaces administradores aún no han comenzado ni tan siquiera a licitar qué empresa ha de realizar los trabajos de expropiación de los terrenos, por lo que nadie podrá entrar de momento en ellos sin allanar propiedad ajena y correr el riesgo de llevarse en las nalgas un perdigonazo o un disparo de sal. 

Mientras tanto, el borrico mal y contento. Ya tenemos un túnel tapiado, podríamos empezar a criar champiñones, setas de alpaca o caracoles, como hacen en Los Guiraos. Quizás no haya otra forma de amortizar las obras. Al menos, mientras viva esta generación. Vale.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

 
© 2014 Comunicación Vera Levante, S.L. Todos los derechos reservados
Aviso legal | Privacidad | Diseño Oloblogger
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...