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La Autoridad Portuaria ‘atraca’ a los pescadores jubilados de Carboneras

Los pescadores jubilados de Carboneras pagan por amarrar sus barcos el triple que sus colegas catalanes, pero mientras que éstos disfrutan de todos los servicios necesarios, los jubilados de aquí han de atracar en la escollera y no disponen ni siquiera de puntos de amarre




Salvador Cazorla –primero por la derecha- junto a miembros de la Asociación de Pescadores Jubilados de Carboneras. Tras ellos, multitud de caseros e inestables embarcaderos.

Miguel Ángel Sánchez / 19·05·2016

Para entender el cabreo de los viejos pescadores no hay más que ir al puerto y comprobar que no hay tomas de luz y agua, ni vigilancia, ni mantenimiento, ni puntos de atraque señalizados, ni amarres, ni accesos seguros, ni limpieza, ni aseos o seguro de responsabilidad civil en caso de accidente. “Cuando denunciamos que no hay nada, es eso, nada, pagamos por ocupar un trozo de agua, un atraco, y encima no responden a nuestras reclamaciones ni nos reciben”, relata Salvador Cazorla, secretario de la Asociación de Pescadores Jubilados. 

Desde fuera todo normal. Pero si se entra, impresiona. Y no precisamente por el orden y los equipamientos. La APPA, la Agencia Pública de Puertos de Andalucía, dedica el mayor de los desprecios a los pescadores del pueblo. Hombres jóvenes y viejos lobos de mar conviven diariamente entre escombros, olor a deposiciones humanas y carencia absoluta de servicios. Sí, está el dique, la explanada y algunos edificios, sólo eso. Se hizo el armazón, pero ‘los muebles’ nunca llegaron. 

Y entre el aparente y real abandono de las instalaciones, a la vista de todos los carboneros, el Centro de Gestión del Medio Marino Andaluz ‘Mar de Alborán’, que costó más de 1 millón de euros provenientes de fondos europeos que ni siquiera ha llegado a entrar en servicio cuatro años después de su pomposa inauguración por parte del consejero de turno. Un homenaje más al despilfarro nacional. “¡Qué manera de tirar el dinero mientras que en el centro de salud no te puedes hacer una radiografía, te mandan a Almería!” 

Ahora, hace tan sólo unas semanas, se ha anunciado un puerto deportivo. Cuatro millones de inversión para 260 puntos de atraque. “Sería el lujo a la vista de la miseria; como poner un jacuzzi encima de un arrabal”, opina Salvador Cazorla, secretario de la Asociación de Pescadores Jubilados de Carboneras, 22 pensionistas con la piel castigada por el sol y la sal cuya paga, no superior a los 800 euros mensuales de media, resulta insuficiente para ‘tirar palante’ y se ven obligados a subir a bordo de sus pequeñas embarcaciones de entre 3,5 y 6 metros, con la esperanza de llevar a casa otros 100 ó 200 euros más. Su objetivo es el galán, fino manjar de mesa aunque pequeño en dimensión y peso. “Con lo que se cobra no llegamos, salimos para vivir con dignidad. Nadie con 80 años se mete en el mar si no es por necesidad. Hacemos los mismo que el agricultor que se retira y cultiva sus lechugas y sus tomates en su huerto”. 

LA APPA TAMBIÉN PESCA 

La APPA también sale a pescar. Mientras los pensionistas van a por unos pocos peces, los de ‘Puertos’ persiguen engordar los ingresos de la insaciable administración. Se escudan en conceptos como el uso del recinto portuario y los servicios que presta. En ello justifican subidas de hasta el 100% en pocos años. Sin embargo en Carboneras se apoquina sin recibir nada a cambio. 

El puerto carece de tomas de luz y agua, vigilancia, mantenimiento, puntos de atraque señalizados, amarres, accesos seguros, limpieza, aseos o seguro de responsabilidad civil en caso de accidente. “Cuando denunciamos que no hay nada, es eso, nada, pagamos por ocupar un trozo de agua; un atraco”, relata Salvador Cazorla. 

“Encima –prosigue- los del puerto nos hablan como los políticos. Nos dicen que han aplicado un coeficiente a los recibos del 0,25, pero ¿cómo esperan que sepamos lo que es un coeficiente unos viejos de 80 años que apenas sabemos leer y escribir? Aunque el año pasado el responsable de puertos de Garrucha y Carboneras, Alfonso Rodríguez, nos prometió que no habría más incrementos, yo he pasado de pagar 496 euros en 2015, a 666,65 en 2016, y eso es un 34,4% más. Nos duele la boca de pedirle a Alfonso que nos escuche, que nos atienda, pero ni caso. No responde a ninguna de nuestras reclamaciones por carta certificada desde 2012, la última la mandamos el pasado trece de marzo. Tampoco a las peticiones para que nos reciba. Si alguna vez le hemos visto ha sido porque nos hemos presentado en Garrucha sin previo aviso y le ha cogido desprevenido. Y cuando nos desahogamos, contesta que ya está acostumbrado, que le han dicho cosas más fuertes en su vida. A este hombre le da igual. Recuerdo que en una ocasión nos citó a 14 ó 15 y ni se presentó ni llamó para excusarse. Nos dejó allí tirados. Cuando le reprobamos su comportamiento dijo que no se había acordado, ¿pero qué formalidad es ésta? Encima se ríe de nosotros”. 

“Sabemos que en Cataluña una embarcación de parecidas características paga 211,75 recibiendo todos los servicios lógicos de un puerto. Aquí tres veces más y cuando nos quejamos, Alfonso nos ‘suelta’ que ‘Cataluña no es Andalucía. Si no podéis tener un barco, no lo tengáis’”. 

Efectivamente, “Cataluña no es Andalucía”. En Carboneras, donde la actividad pesquera está ligada a la memoria de los tiempos, la abundancia de pequeños barcos contrasta con las cada vez más escasas marrajeras. La llegada de un nuevo puerto, a principios de los 90, inaugurado en presencia del entonces Rey de España, presagiaba sugestivos cambios que jamás llegaron. 

Aquello, el puerto, no deja de tener cierta similitud con los embarcaderos de los suburbios asiáticos. “Lo nuestro es tercermundista –relata Cazorla-, amarramos en las piedras de la escollera y no queda otra que saltar por ellas para subir y bajar a los barcos personas como yo, que tengo 72 años, otros que superan los 80 y hasta algunos que están inválidos”. Y sin seguro de responsabilidad portuaria. 

Nadie se ocupa tampoco del mantenimiento de los pequeños almacenes de los pescadores. Sus fachadas, desconchadas, y el hormigón con múltiples puntos permeables por donde entra el agua anegando el interior cada vez que llueve fuerte a arrecian los temporales. Tampoco se presta un servicio de vigilancia que impida los múltiples robos que se registran en los muelles. Las tomas de luz y agua no existen, menos aún aseos. “Cada cual hace sus necesidades como puede, en cualquier esquina, entre las piedras”. El nauseabundo olor que se percibe en determinados espacios del recinto delata dónde. 

La suciedad, la basura, no escapa al ojo del más despistado. En todo caso acaba pasando desapercibida a fuerza de verla siempre en los mismos sitios, en las mismas rinconeras, flotando sobre la cristalina agua; es parte del paisaje. Bolsas, envases, bidones, latas, papeles, cuerdas, maderas, pelotas de goma… 

“Esta gente de la APPA sabe lo que hay, sabe que nos tienen abandonados, que si hay algo es porque lo hemos puesto y pagado nosotros, hasta los ‘muertos’ fijados a las piedras para amarrar las barcas. Por eso manda los recibos anuales de manera escalonada, nunca a todos al mismo tiempo, así intentan evitar un descontento general que acabe con todos nosotros protestando en la puerta de la oficina de Alfonso Rodríguez. Periódicamente alguien enviado por el jefe de puertos se da una vuelta por aquí buscando amarres compartidos entre jubilados para cobrar el doble, o pasar factura tanto al que cede su espacio como al que lo ocupa”. 

¿Ocupa? ¿Ocupar? Ésa sería la única justificación del cobro. Ocupar un mínimo espacio de agua sin servicios. La realidad del puerto de Carboneras para sufrimiento de unos y vergüenza de otros, si es que la conocen. 

ZONA VIP 

En su última misiva con acuse de recibo, la Asociación de Pescadores Jubilados comunicaba a la APPA su intención de dejar de pagar “si persiste en su sordera”. 

El contrapunto a tanta dejadez lo encontramos en el mismo puerto: un pantalán “traído de Garrucha” protegido con una verja a modo de zona VIP, donde atracan una decena de embarcaciones de recreo, éstas sí con todos los servicios “y pagando, euro arriba euro abajo, lo mismo que nosotros”. 

Los jubilados carboneros lo tienen claro: “al más pequeño le pegan con el palo más fuerte. El puerto lo pagamos entre todos, el agua la puso Dios, y la Autoridad Portuaria nos cobra a precio de oro el puerto, la mar y los servicios que no presta”. 

El movimiento de cabezas de la media docena de compañeros que acompañan a Salvador Cazorla confirman sus asertos.


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