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La broma de la democracia participativa

AMANDO DE MIGUEL



19·10·2016
MALA COSA LA de poner un adjetivo a la voz democracia: democracia social, democracia popular, democracia orgánica, democracia cristiana, etc. Son formas de desnaturalizar el hermoso concepto de los clásicos griegos o de las revoluciones liberales. Ahora se ha inaugurado una nueva y estupefaciente modalidad: la democracia participativa. Vaya por Dios. 

Por lo visto, no basta con que el pueblo elija a sus representantes. Ahora hay que volver a consultar a ese mismo pueblo. Así, en los partidos y partidas se han puesto de moda las mal llamadas primarias. Consisten en que los gerifaltes hacen un amago de consultar a las bases (afiliados y simpatizantes). No existe un censo público de los posibles votantes, pero nadie parece preocupado por tal minucia. Encima, las votaciones se pueden hacer por internet, lo que hace imposible el voto secreto. Los mismos que organizan la consulta llevan a cabo el escrutinio y publican los resultados. Naturalmente, siempre ganan. 

La costumbre plebiscitaria y oligárquica se ha extendido a la consulta a los empadronados de un municipio. No importa que voten sólo unos pocos. Se trata de que la democracia es ahora participativa. Por ejemplo, los barandas de Sevilla acuerdan que la famosa Feria se extienda una semana más. ¿Por qué no hacerla que dure un mes o un año completo? Sería un verdadero filón para el turismo. La idea es tan buena que se podría ampliar al calendario de fiestas de muchos otros municipios. Que lo decidan los vecinos. 

Por la misma regla de tres se podría abolir la fiesta de toros en muchas ciudades. Basta un referéndum en cada una. Suprimida la fiesta, las plazas de toros podrían transformarse en mezquitas o en cosos para espectáculos de torneos medievales. Que decida la gente en cada caso. 

El Ministerio de Educación (o lo que queda de él) bien podría consultar al profesorado para abolir los exámenes y aumentar el periodo de vacaciones. Los colegios de segunda enseñanza consultan a los padres para ver si se eliminan los deberes para casa. Es fácil predecir el resultado. Por el mismo expediente sería posible suprimir los suspensos. Así se acabaría con el problema del abandono escolar. 

En un plano más general, se va imponiendo un nuevo derecho: el de decidir si una región o territorio cualquiera se proclama independiente. Basta levantar un referéndum más o menos legal. Estoy pensando en la independencia de Zamora, naturalmente con salida al mar. Es la vieja aspiración de mi tierra de nación. 

Puestos a extender la democracia participativa, se me ocurre un referéndum sobre el infausto IBI, impuesto sobre bienes inmuebles. Es un impuesto que se nos coloca por utilizar nuestra vivienda en propiedad. Me parece clara su intención confiscatoria. Imagínense que hubiera más impuestos de ese tipo. Por ejemplo, serían los IBM, impuestos sobre bienes muebles. Se pondrían por utilizar el ordenador, los libros, el frigorífico y otros cachivaches domésticos, incluso por la ropa o los zapatos. Así se vería lo canallesco que es el IBI, que el Diablo confunda. ¡Y encima nos llaman ciudadanos! En la Edad Media eran más directos y los llamaban pecheros. Los pechos eran los impuestos. 

Nada, nada. Hay que extender la democracia participativa a todos los terrenos. No estaría mal arbitrar una consulta diaria por internet para resolver todas nuestras preocupaciones y demandas.




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