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¿Dónde está Lucía?

Vecina de la pedanía turrera del Royo Morera. Enferma de alzhéimer, 78 años. Desapareció el pasado 22 de octubre y su familia sigue sin tener noticia de ella. Encontrarla con vida es una remota posibilidad: “Ya me espero lo peor, pero pido que aparezca”, ansía su hija Beatriz


Lucía García desapareció el pasado 22 de octubre en Royo Morera, Turre
Miguel Ángel Sánchez / 11·11·2016

Vecina de la remota pedanía turrera del Royo Morera. Enferma de alzhéimer, 78 años. Desapareció el pasado 22 de octubre y su familia sigue sin tener noticia de ella. El amplio dispositivo que se puso en marcha al poco de denunciar el hecho, se desvanece en medios y personas con el pasar de los días. Encontrarla con vida es una remota posibilidad a la que ya sólo se aferra la familia, que por encima de todo quiere hallarla y cerrar este largo episodio de angustia: “Ya me espero lo peor, pero pido que aparezca”, ansía su hija Beatriz. 

El mundo de los desaparecidos registra cada año en España entre 10.000 y 14.000 denuncias, la mayoría resultas pero ¿qué pasa con el resto? El Ministerio del Interior mantiene activas este año en torno a 3.100 búsquedas. 

Una gran parte de los desaparecidos son niños y personas mayores. Anualmente se registran 45 casos en nuestro país de ancianos que son encontrados muertos a escasos kilómetros de su casa, "de frío, por no tomar la medicación", explican desde ‘Fundación Europea por las personas desaparecidas’. Otros son felizmente hallados, pero la situación causa una profunda angustia en las familias. 

El caso de Lucía García sigue sin resolverse a la hora de cerrar esta edición. Han transcurrido 14 días desde que, tras la comida del mediodía, salió de su casa sobre las 16,00 de la tarde en dirección a la de su hermana, a escasos 300 metros de distancia. Allí, como casi siempre, estuvo unos pocos minutos y decidió regresar. Hasta hoy, nada más se ha sabido de ella. 

Lucía, una mujer de 78 años que sufre alzhéimer en estado avanzado, es vecina de Royo Morena, una remota pedanía de Turre en la que apenas viven media docena de personas. Con tan reducido número de vecinos, la ausencia de uno de ellos se nota, si cabe, más. 

“Yo llegué a casa de mi tía veinte minutos después de que mi madre se hubiera ido de allí y, en ese tiempo, una mujer de 78 años, desorientada, no puede caminar más de un kilómetro, así que batí los alrededores inmediatamente con el coche pero no la encontré”, cuenta Beatriz García, su hija, que no encuentra explicación al suceso. 

Pasan las horas y la familia se desespera, especula con múltiples hipótesis. Llaman al 061 y se activan los protocolos. Nada. La mujer no aparece. 

Al día siguiente el nieto de Lucía publicaba en internet su foto y escribía en Facebook “compartir todo lo que podáis!!! Es mi abuela se perdió el sábado sobre el medio día y tiene Alzheimer. Llevamos desde el sábado por la noche buscándola con helicópteros, perros, vecinos, patrullas de la Guardia civil y no conseguimos localizarla, probablemente este a los alrededores de la localidad de Turre o en pueblos cercanos!!”. El mensaje ha sido compartido desde entonces 3.832 veces por los usuarios de la red. Son muchas. 

La reciente noticia que llevaba a portada el diario El Mundo el pasado 2 de octubre sobre la presunta “Superestafa” que el ‘Pequeño Nicolás’ quiso hacer a Mercadona en nombre de la vicepresidenta del Gobierno, se compartió en toda España 1.381 veces. Esto nos da una idea de la trascendencia que ha adquirido el caso de Lucía. 

Un dispositivo de más de 80 personas integrado por efectivos de la Guardia Civil, Policía Local, Infoca, Protección Civil y voluntarios, con la ayuda de un helicóptero y perros rastreadores barrieron los alrededores del Royo Morena todo lo que había que barrer. Y nada. Poco a poco, a medida que pasaban los días, la intensidad de la búsqueda fue decayendo. “Estamos muy agradecidos a todo el mundo. Sabemos que han hecho todo lo posible y que no han podido hacer más ni mejor. Han batido muchos kilómetros a la redonda palmo a palmo. Hemos ido a los pueblos cercanos por si hubiera subido a algún coche y la hubieran dejado por allí. Hemos ido hasta Sorbas, Tabernas y Carboneras buscando en las cunetas y en las ramblas. No podemos quedarnos en casa mientras mi madre no aparezca”, cuenta Beatriz, la hija. Los primeros días hijos y familiares la buscaban día y noche, “sin dormir”. Y así siguen. “Ahora, salimos todos los días, pero ya no se busca con tanta intensidad”. 

SIN MEDICINAS NI AGUA 

Catorce días después, la familia y algunos voluntarios prosiguen. La esperanza es lo último que se pierde. “Ha pasado tanto tiempo que no sé si estará viva, si la han dejado desorientada en cualquier orilla”, lamenta Beatriz, consciente de que las posibilidades de encontrar viva a su madre se desvanecen. “Ya me espero lo peor, pero pido que aparezca. Como sea. Ojalá que viva, pero soy consciente de que ha pasado mucho tiempo ya sin medicinas ni agua”. 

La familia cree “que se montó en un coche. Aquí sólo vivimos cinco o seis vecinos, pero pasan muchos vehículos porque por el Royo pasa la carretera que llega hasta la autovía” –a través de Gafarillos, otra pedanía, ésta de Sorbas-. 

Entre los peores escenarios que se barajan está el del rapto: “Ningún conocido le haría daño pero, tal vez, alguien que no la conociera podría haberla atacado para robarle el cordón de oro que solía llevar”. A un tiempo, todo y nada vale porque la verdad está aún por descubrir. 

El drama sufrido en primera persona es otra cosa muy distinta a lo que uno se imagina cuando escucha en los medios de comunicación casos parecidos y siente compasión por quienes lo sufren. “Una escucha cosas como ésta en la tele, pero es muy diferente vivirlas. Hay momentos que me digo que no puede ser verdad lo que nos está pasando, me pellizco y compruebo que es la realidad. Vivo con una pena enorme cada segundo del día. Yo cuidaba de ella. La bañaba, le daba de comer. Siempre hemos tenido una relación estupenda y, ahora, cuando no está bien, me encargaba de cuidarla porque soy la hija que vive más cerca”, relata Beatriz. 

Y en este estado, imposible no echar mano a los recuerdos felices junto al ser querido: “Siempre procuraba juntarnos a todos y disfrutaba viéndonos reunidos, compartiendo la mesa. Le gustaba hacer de comer para toda la familia, especialmente cuando venía mi hermano, que vive fuera”. 

Cualquier pista, cualquier dato sirve a los García para recuperar la fe. “Alguien dijo que la había visto con una chaqueta del mismo color que una que tiene ella y que es verdad que no hemos encontrado en sus armarios, pero también es verdad que ella nunca recordaba dónde guardaba las cosas. Cuando salió de la casa no la llevaba. Al menos puesta. Es posible que la portara en la mano. En cualquier caso, la prenda no la hemos encontramos en casa”. 

Y mientras el marido, un octogenario, sin consuelo: “Mi padre, Diego, está bien de salud, pero ahora está destrozado, atiborrado de tranquilizantes y, a pesar de eso, se pasa todo el día llorando”.


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