Anuncio superpuesto

Aviso Cookies

espacio


Radio Online

Botones

Donald Trump

JUAN LUIS PEREZ TORNELL

16·02·2017

AHORA QUE YA sabemos que cualquier tontiloco puede llegar a presidente del país más poderoso de la Tierra, ese solo hecho alivia nuestra condición de españoles y refuerza no poco nuestra alicaída autoestima. No somos tan distintos.
Decía nuestro inefable Zapatero a sus allegados algo así como que no tenéis idea de la cantidad de gente que puede llegar a ser Presidente del Gobierno, y añadía “eso ensalza la democracia. Todo el que cuente con apoyo de la ciudadanía puede serlo”. Y él no es un mal ejemplo de que, efectivamente, esto es así.
Dado que a Obama le dieron el Nobel de la Paz nada más llegar, con carácter preventivo y a cuenta de la paz perpetua que, acto seguido, debiera instalar en el mundo (qué menos que corresponder), a Donald Trump deberían darle, si hay un adarme de justicia en el mundo, y lo antes posible, el Nobel de Literatura, porque escribe en Twitter; o el de Medicina, porque curará a algunos de la ceguera, e incluso de la ligereza con la que se votan a estos caudillos democráticos que con sólo ser votados por las mayorías correspondientes son ungidos no sólo con el poder divino, la belleza y la elegancia, sino con la sabiduría, la prudencia y el buen juicio que se les supone, aunque se vayan rodeando de asesores del Ku-Klux-Klan, yernos y parientes sapientísimos o acérrimos partidarios de la supremacía de los insensatos.
Es peligrosa esta confianza inocente e irreflexiva en la legitimidad de derecho divino de las personas providenciales, que si no son mesiánicos, acaban por creérselo, como el pobre Pedro Sánchez o el olvidado y siempre molesto Aznar. Digo yo –discrepando respetuosamente del Sr. Zapatero- que lejos de ensalzar la democracia, más bien la denigra, o al menos la pone en cuestión, y no deja de dar un poco de miedo. Bastante.
Se trata más bien de un caudillismo indisimulado eso de los queridos líderes o grandes timoneles. Cuánto mejor sería para nosotros que no conociésemos sus nombres.
En Rusia han dado con la fórmula mágica para el gobierno místico: Putin (otro que tal) se sucede a sí mismo a través de su amigo del alma Dimitri  Medvédev: cuando uno es presidente el otro es primer ministro y viceversa; fórmula genial para un sufrido pueblo como el ruso, acostumbrado a los autócratas y a las tiranías como pocos.
Una democracia sana debería alejarse de estos modelos y el presidente debería ser un ser modesto y apocado como Puigdemont, que con un año de poder en la Marca Hispánica, ya ha tenido bastante, y anuncia su retirada para volver mansamente a su periodismo de algarada o a la confitería de sus padres. Eso es humildad y vocación de servicio.
Ahora con Putin y Trump juntos -tiemble usted después de haber reído-,  podemos albergar fundadas sospechas de que volveremos, en el mejor de los casos, a la opereta vienesa y al Imperio Austro-Húngaro, o al género chico y la astracanada. O, a lo mejor, eso es un prejuicio y se convierten en  prohombres de sus respectivas patrias y, por extensión, faro y guía, de las de los demás, incluida la nuestra. Pero no parece.
La prueba del nueve, lo que definirá si Estados Unidos (“América” como dicen ellos imperial y presuntuosamente) sigue siendo la mayor y mejor democracia del mundo, o entra en otros vericuetos impredecibles, que nunca han estado negados a ningún país, será la comprobación de si las instituciones, venerables, pero a lo mejor vetustas, se imponen a las voluntades y los egos, por muy poderosos y enormes que sean éstos, y son capaces de ejercer el contrapoder con el que los clásicos de la Ilustración definían a los estados constitucionales y a las democracias occidentales.
Ni la Revolución Francesa, ni la Inglesa ni la Americana, modelos de lo que es un sistema constitucional en el mundo, dejan de ser hechos históricos y nadie puede afirmar que sean eternos. Si las instituciones no resisten y las sociedades abandonan sus siempre incómodas responsabilidades, los cambios acontecen sin avisar.
Y no siempre los cambios son necesariamente buenos.


No hay comentarios :

Publicar un comentario

 
© 2014 Comunicación Vera Levante, S.L. Todos los derechos reservados
Aviso legal | Privacidad | Diseño Oloblogger
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...