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El edil felón expulsado del Paraíso

SAVONAROLA



27·02·2017 

Ya sabéis, hermanos míos, que Dios puso a Adán y Eva en el Jardín del Edén, o lo que es lo mismo, el paraíso. Y para probar su fidelidad y obediencia les dio el mandato de comer de todos los frutos del árbol del huerto, excepto uno, llamado árbol de la ciencia del bien y del mal, indicándoles a Adán y Eva que si los comían habrían morir.

La serpiente, siempre atenta, se aprovechó de esta única regla, y así tentó y engañó a Eva, que comió del fruto prohibido, y viendo que era bueno para comer, que era agradable a los ojos y codiciable para alcanzar la sabiduría, le dio también a comer a su marido. Dios dijo entonces: "El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, lo coma y viva para siempre".

Esta falta de obediencia les acarreó la expulsión del Paraíso y, además, Dios les castigó con la muerte, el dolor, la vergüenza y el trabajo: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás" o "parirás a tus hijos con dolor".

También sabréis, amadísimos hermanos, que en este Reino de España hubo un rey al que sus súbditos llamaron ‘el felón’, que viene a significar desleal, falso, traidor, pérfido, bellaco, engañoso, indigno, infame, perverso, porque así es como lo veían.

El felón fue instado por Napoleón para que acudiera a entrevistarse con él en Bayona, donde su padre Carlos IV se encontraba exiliado. La intención del emperador era que Fernando VII renunciase a la corona española y abdicara en José Bonaparte, que reinaría en España como José I desde 1808 a 1813.
Desde Bayona, Fernando VII fue trasladado como prisionero al pueblo de Valencay, situado en el centro del país, pero sus condiciones de cautiverio no fueron en exceso severas. Más semejaban las paradisíacas condiciones de vida de Adán y Eva antes de descubrir las bondades de las manzanas.

El Rey y su hermano recibían clases de baile y música, podían montar a caballo y pescar, aunque el mandatario francés le negó una pensión de 400.000 francos anuales.

Fernando VII pretendió unir después sus intereses a los de Napoleón, manteniendo una actitud servil. Así lo recuerda éste desde su destierro en la isla de Santa Elena.

“No cesaba de pedirme una esposa de mi elección: me escribía espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguía alguna victoria; expidió proclamas a los españoles para que se sometiesen, y reconoció a José, lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza, sin serlo; pero además me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano Carlos para mandar los regimientos españoles que iban a Rusia, cosas todas que de ningún modo tenía precisión de hacer. En fin, me instó vivamente para que le dejase ir a mi Corte de París, y si yo no me presté a un espectáculo que hubiera llamado la atención de Europa, probando de esta manera toda la estabilidad de mi poder, fue porque la gravedad de las circunstancias me llamaba fuera del Imperio y mis frecuentes ausencias de la capital no me proporcionaban ocasión”.

También describió el mismísimo Prosper Mérimée la noche de bodas entre el rey felón, que padecía una enfermedad conocida como hipertrofia genital, y María Josefa Amalia de Sajonia, que por entonces tenía dieciséis años, lo siguiente: “Entra su Majestad –contaba Mérimée-. Figúrese a un hombre gordo con aspecto de sátiro, morenísimo, con el labio inferior colgándole. Según la dama por quien sé la historia, su miembro viril es fino como una barra de lacre en la base, y tan gordo como el puño en su extremidad; además, tan largo como un taco de billar. Es por añadidura, el rijoso más grosero y desvergonzado de su reino. Ante esta horrible vista, la Reina creyó desvanecerse, y fue mucho peor cuando Su Majestad Católica comenzó a toquetearla sin miramientos, y es que la reina se escapa de la cama y corre por la habitación dando gritos. El Rey la persigue; pero, como ella es joven y ágil, y el Rey es gordo, pesado y gotoso, el Monarca se caía de narices, tropezaba con los suelos. En resumen, el rey encontró ese juego muy tonto y montó en espantosa cólera.

Llama, pregunta por su cuñada y por la camarera mayor, y las trata de ‘Putains’ y de ‘Brutes’ con una elocuencia muy propia de él, y por último les ordena que preparen a la Reina dejándoles un cuarto de hora para ese negocio. Luego, se pasea, en camisa y zapatillas, por una galería fumándose un cigarro. No sé qué demonios dijeron esas mujeres a la Reina; lo cierto es que le metieron tanto miedo que su digestión se vio perturbada. Cuando volvió el Rey y quiso reanudar la conversación en el punto que la había dejado, ya no encontró resistencia; pero, a su primer esfuerzo para abrir una puerta, abrióse con toda la naturalidad la de al lado y manchó las sábanas con un olor muy distinto al que se espera después de una noche de bodas. Olor espantoso, pues las Reinas no gozan de las mismas propiedades que la algalia ¿Qué habría hecho usted en lugar del Rey? Se fue jurando y estuvo ocho días sin querer tocar a su real esposa y de hecho nunca tuvieron hijos”.

De felón contemporáneo, queridísimos hijos del Padre, tildan también sus congéneres de religión ciudadana a Indalecio Modesto, un concejal expulsado hoy del paraíso del partido, aunque dicen también que él lo niega con el mismo desparpajo que asegura no formar parte de una suerte de prisión de gobierno rabote, y eso a pesar de que goza de unas condiciones en Cuevas del Almanzora muy parecidas a las que sufría el séptimo Fernando Borbón en Valencay, con sueldo, despacho y secretaria, aunque sin clases de baile. Al menos que se sepa.

No cesaba de pedir y probó a su alcalde hasta el punto de montarle un espectáculo que llamó la atención, si no en toda Europa, como temió el emperador de Francia, sí en tres comarcas de Almería, tanteando de esa manera toda la estabilidad del gobierno de su pueblo.

Mas ahora, amados míos, expulsado del paraíso por comer de la manzana que le ofreció la sierpe, se sabe mortal y vuelto a la tierra. Como al rey felón, a Indalecio M. sus compañeros le tildan de felón, es decir, desleal, falso, traidor, pérfido, bellaco, engañoso, indigno, infame y perverso, mientras para el regidor de su pueblo se encuentra en paradero desconocido. Le busca, pero de momento no ofrece recompensa. Con el tiempo, ya veremos. Vale. 



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