SAVONAROLA
Ya sabéis, hermanos míos, que Dios puso a Adán y Eva en el
Jardín del Edén, o lo que es lo mismo, el paraíso. Y para probar su fidelidad y
obediencia les dio el mandato de comer de todos los frutos del árbol del
huerto, excepto uno, llamado árbol de la ciencia del bien y del mal,
indicándoles a Adán y Eva que si los comían habrían morir.
La serpiente, siempre atenta, se aprovechó de esta única
regla, y así tentó y engañó a Eva, que comió del fruto prohibido, y viendo que
era bueno para comer, que era agradable a los ojos y codiciable para alcanzar
la sabiduría, le dio también a comer a su marido. Dios dijo entonces: "El
ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del
bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del
árbol de la vida, lo coma y viva para siempre".
Esta falta de obediencia les acarreó la expulsión del
Paraíso y, además, Dios les castigó con la muerte, el dolor, la vergüenza y el
trabajo: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a
la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo
volverás" o "parirás a
tus hijos con dolor".
También sabréis, amadísimos hermanos, que en este Reino de
España hubo un rey al que sus súbditos llamaron ‘el felón’, que viene a
significar desleal, falso, traidor, pérfido, bellaco, engañoso, indigno,
infame, perverso, porque así es como lo veían.
El felón fue instado por Napoleón para que acudiera a
entrevistarse con él en Bayona, donde su padre Carlos IV se encontraba
exiliado. La intención del emperador era que Fernando VII renunciase a la
corona española y abdicara en José Bonaparte, que reinaría en España como José
I desde 1808 a 1813.
Desde Bayona, Fernando VII fue trasladado como prisionero al
pueblo de Valencay, situado en el centro del país, pero sus condiciones de
cautiverio no fueron en exceso severas. Más semejaban las paradisíacas
condiciones de vida de Adán y Eva antes de descubrir las bondades de las
manzanas.
El Rey y su hermano recibían clases de baile y música,
podían montar a caballo y pescar, aunque el mandatario francés le negó una
pensión de 400.000 francos anuales.
Fernando VII pretendió unir después sus intereses a los de
Napoleón, manteniendo una actitud servil. Así lo recuerda éste desde su
destierro en la isla de Santa Elena.
“No cesaba de pedirme una esposa de mi elección: me
escribía espontáneamente para cumplimentarme siempre que yo conseguía alguna
victoria; expidió proclamas a los españoles para que se sometiesen, y reconoció
a José, lo que quizás se habrá considerado hijo de la fuerza, sin serlo; pero
además me pidió su gran banda, me ofreció a su hermano Carlos para mandar los
regimientos españoles que iban a Rusia, cosas todas que de ningún modo tenía
precisión de hacer. En fin, me instó vivamente para que le dejase ir a mi Corte
de París, y si yo no me presté a un espectáculo que hubiera llamado la atención
de Europa, probando de esta manera toda la estabilidad de mi poder, fue porque
la gravedad de las circunstancias me llamaba fuera del Imperio y mis frecuentes
ausencias de la capital no me proporcionaban ocasión”.
También describió el mismísimo Prosper Mérimée la noche de
bodas entre el rey felón, que padecía una enfermedad conocida como hipertrofia
genital, y María Josefa Amalia de Sajonia, que por entonces tenía dieciséis
años, lo siguiente: “Entra su Majestad –contaba Mérimée-. Figúrese a un
hombre gordo con aspecto de sátiro, morenísimo, con el labio inferior
colgándole. Según la dama por quien sé la historia, su miembro viril es fino
como una barra de lacre en la base, y tan gordo como el puño en su extremidad;
además, tan largo como un taco de billar. Es por añadidura, el rijoso más
grosero y desvergonzado de su reino. Ante esta horrible vista, la Reina creyó
desvanecerse, y fue mucho peor cuando Su Majestad Católica comenzó a
toquetearla sin miramientos, y es que la reina se escapa de la cama y corre por
la habitación dando gritos. El Rey la persigue; pero, como ella es joven y
ágil, y el Rey es gordo, pesado y gotoso, el Monarca se caía de narices,
tropezaba con los suelos. En resumen, el rey encontró ese juego muy tonto y
montó en espantosa cólera.
Llama, pregunta por su cuñada y por la camarera mayor, y
las trata de ‘Putains’ y de ‘Brutes’ con una elocuencia muy propia de él, y por
último les ordena que preparen a la Reina dejándoles un cuarto de hora para ese
negocio. Luego, se pasea, en camisa y zapatillas, por una galería fumándose un
cigarro. No sé qué demonios dijeron esas mujeres a la Reina; lo cierto es que
le metieron tanto miedo que su digestión se vio perturbada. Cuando volvió el
Rey y quiso reanudar la conversación en el punto que la había dejado, ya no
encontró resistencia; pero, a su primer esfuerzo para abrir una puerta, abrióse
con toda la naturalidad la de al lado y manchó las sábanas con un olor muy
distinto al que se espera después de una noche de bodas. Olor espantoso, pues
las Reinas no gozan de las mismas propiedades que la algalia ¿Qué habría hecho
usted en lugar del Rey? Se fue jurando y estuvo ocho días sin querer tocar a su
real esposa y de hecho nunca tuvieron hijos”.
De felón contemporáneo, queridísimos hijos del Padre, tildan
también sus congéneres de religión ciudadana a Indalecio Modesto, un concejal
expulsado hoy del paraíso del partido, aunque dicen también que él lo niega con
el mismo desparpajo que asegura no formar parte de una suerte de prisión de
gobierno rabote, y eso a pesar de que goza de unas condiciones en Cuevas del
Almanzora muy parecidas a las que sufría el séptimo Fernando Borbón en
Valencay, con sueldo, despacho y secretaria, aunque sin clases de baile. Al
menos que se sepa.
No cesaba de pedir y probó a su alcalde hasta el punto de
montarle un espectáculo que llamó la atención, si no en toda Europa, como temió
el emperador de Francia, sí en tres comarcas de Almería, tanteando de esa
manera toda la estabilidad del gobierno de su pueblo.
Mas ahora, amados míos, expulsado del paraíso por comer de
la manzana que le ofreció la sierpe, se sabe mortal y vuelto a la tierra. Como
al rey felón, a Indalecio M. sus compañeros le tildan de felón, es decir, desleal,
falso, traidor, pérfido, bellaco, engañoso, indigno, infame y perverso,
mientras para el regidor de su pueblo se encuentra en paradero desconocido. Le
busca, pero de momento no ofrece recompensa. Con el tiempo, ya veremos.
Vale.
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