JOSÉ MARÍA MARTÍNEZ DE HARO
06·junio·2014
EL TERREMOTO POLÍTICO que ha sacudido a Europa en estas elecciones al Parlamento Europeo deja en España consecuencias muy peculiares entre las que hay que destacar el declive del bipartidismo como sistema que ha gobernado la transición democrática desde 1979. De los resultados puede decirse que el bipartidismo está herido, pero sin llegar a la valoración de la izquierda que directamente le da por muerto. Le queda, eso sí, una larga agonía que va a dar lugar a que PP y PSOE muestren su verdadera categoría política y logren algún entendimiento en circunstancias que amenazan incluso la gobernabilidad de España. De no ser capaces ambos partidos, mayoritarios en el Congreso de los Diputados, de reconocer sus respectivos errores y excesos y aplicar desde el Gobierno y las comunidades autónomas unas políticas adecuadas a la realidad que les acerquen a su electorado, la consecuencia primera sería que España entraría en un periodo de inestabilidad política de consecuencias impredecibles. Ambos partidos debieran aceptar que la corrupción arraigada en Gobiernos e Instituciones así como tantos excesos que han llegado a desfigurar los idearios políticos, los principios y valores que los sustentaban, ha sido una de las causas de esta huida de más de cinco millones de votantes desengañados y enfadados. Estos millones de votantes han preferido la abstención, singularmente en el caso del PP, o han migrado a partidos de izquierda radical en el caso del PSOE, al comprobar que aquellos programas que aceptaron como buenos han sido directamente incumplidos. Aquellos millones de votantes que ahora les faltan son los que conducían al Gobierno otorgando mayorías a uno u otro partido sin demasiadas inquietudes.
Todo esto se ha alterado de forma muy radical en las elecciones y habrá que imaginar que de tal desafección sacarán conclusiones ajustadas a la realidad para poder recuperar en lo que puedan el territorio perdido. De una parte, el PSOE ha sabido reaccionar con inmediatez reconociendo que los resultados han sido los peores de su historia reciente. Una derrota sin paliativos en palabras de Pérez Rubalcaba anunciando con prontitud que no se presentará a la reelección y convocando un Congreso Extraordinario para julio. Está por ver si en los análisis de los resultados el PSOE es capaz de reconocer también que sus políticas de acercamiento a posiciones secesionistas en Cataluña y País Vasco le han pasado factura así como la incapacidad para alejar graves sospechas de corrupción en buena parte de sus dirigentes andaluces. En el PP ha habido muestras de una incomprensible arrogancia en declaraciones de algunos de sus dirigentes la misma noche electoral, aunque sus resultados arrojan datos inquietantes. El PP ha perdido 2,6 millones de votantes, esto significa más de un tercio de su electorado, quedándose sólo con cuatro millones de votos y una debacle en Andalucía y Madrid. Incluso así, el PP podrá decir que ha sido el partido más votado, pero eso no significa una victoria política, pues se pone de manifiesto su agotamiento. Diré algo más como hipótesis de trabajo: de haber existido en España algún partido de extrema derecha, como por ejemplo en Francia, en estas elecciones el PP podría haber sido literalmente barrido en las urnas por la huida masiva de votantes que no se hubieran quedado en la mera abstención. Este ha sido uno de los aciertos muy beneficiosos para la democracia española que han procurado la antigua Alianza Popular y el actual PP. Tiempo habrá que el PP sea capaz de aterrizar en la realidad y aplicarse esta amarga lección que en democracia es de singular importancia, pues todo es capaz de mejorar cuando se acerca a la ciudadanía y escucha sus demandas en vez de ignorarlas.
De otra parte, la inusitada presencia de partidos emergentes cobra singular importancia en alguno de ellos posicionados en la izquierda extrema, según se deduce de sus radicales propuestas que marcan acento netamente revolucionario difícil de encajar en la Europa democrática del siglo XXI. Izquierda Unida gana un diputado pero pierde influencia política y social en un espacio que ahora se disputan cuatro partidos radicalizados. Por la derecha y el centro, significada presencia de Ciudadanos y esperado incremento de votos en UPyD, que se sitúa como fuerza de equilibrio político. A VOX le ha faltado solo una décima para alcanzar un escaño en Europa, pero ha logrado arrebatarle al PP un cuarto de millón de votos. Panorama inquietante que rompe las expectativas de PP y PSOE, obligados a pactar ahora por la ineludible fuerza de los acontecimientos.
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