JUAN LUIS PEREZ TORNEL
26·10·2015
SI “Actualidad
Almanzora” fuese una película, pertenecería sin duda a ese subgénero del western
que es el “western crepuscular”: esas películas en las que los vaqueros ya no
son John Wayne o Gary Cooper, sino personajes innominados y recelosos ante los
primeros automóviles y los primeros pozos de petróleo que comienzan a afear el
límpido paisaje de Oklahoma.
Ya casi nadie escribe y poca gente lee. A
nadie se le escapa que empresas periodísticas importantes y poderosas, o bien
han desaparecido o, en cualquier caso, comienzan a ver las orejas del fin de
una época y de un formato que no hace tanto pareciera eterno, sin saber muy
bien qué les depara un futuro, incierto, como todos los futuros.
La comunicación escrita exige un esfuerzo
colaborativo por parte del lector que no siempre se está dispuesto a proporcionar
en estos tiempos de papillas intelectuales, de culto por lo gráfico, lo visual
y lo inmediato.
Internet y la radio, como los pozos de petróleo
y los primeros Ford T, van ganando la partida. El triunfo de lo asequible y de
lo confortable sobre la penosa reflexión obligada. En algún sitio leí que “The Times”
en el siglo XIX deslizaba a menudo en sus editoriales largas parrafadas en
griego clásico, que nadie se molestaba en traducir.
Hasta “Playboy” acaba de anunciar que retira a
partir del número de marzo del año que viene sus fotos de desnudos, que es algo
así como si el “Marca” retirase su sección de fútbol para centrarse en el
patinaje artístico. Señales del Apocalipsis.
Ignoro, aunque admiro, cómo ante este panorama
se puede seguir editando e imprimiendo un periódico local de distribución
prácticamente gratuita y tipografía obsoleta. Para mí, sin conocer sus fuentes
de financiación ni la cuenta de resultados de su empresa -al fin y al cabo es
una empresa, no un acto de filantropía, ni una hoja parroquial, ni una empresa
pública- es incomprensible, misterioso y casi paranormal, que siga funcionando
y sacando un número tras otro.
La radio, la palabra, las insufribles tertulias televisivas, los sanedrines de comentaristas políticos le dejan a uno sumido en cierta perplejidad y no poca melancolía. Su evanescencia deja paso pronto a nuevos sucesos que anulan gravísimos problemas que fueron olvidados cuando fueron sustituidos por otros igualmente gravísimos ¿quién se acuerda ya del Ébola o del perro “Excalibur”?, ¿Quién se acuerda del caso Malaya o del Plan Ibarreche”.. las justas y los torneos, paramentos, bordaduras ,y cimeras…¿fueron sino devaneos?... ¿qué fueron sino verduras de las eras?...
“Verba volant, scripta manent” –no lo traduzca, por favor, Sr. Director-, es la pequeña venganza de un género efímero pero literario, frente otras formas de comunicación todavía más efímeras.
Larga vida, si es posible, al mundo que desaparece.
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