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Error, qué inmenso error

JOSE MARIA MARTINEZ DE HARO*

19·11·2015

COMO PUEDE QUE mis lectores conozcan, desde una modestísima posición, fui parte activa en un lugar privilegiado del proceso de transformación política de España desde el comienzo de la transición. Junto a Adolfo Suárez y sus más íntimos colaboradores asistí a la preparación y consecución de algunos capítulos de la reciente historia de España. 

Es por ello que puedo dar testimonio de errores de aquellos años pretéritos. Errores que con el paso del tiempo han adquirido forma amenazante para las esencias mismas de la democracia y de la Constitución española de 1978. Para ilustrar a los lectores les traslado un párrafo literal firmado por Adolfo Suárez en el prólogo a la primera edición de la Constitución española. Entre otras cosas dice: “Pienso que España, con la transición política y la Constitución que la culmina, ha cerrado las puertas del templo de Jano y dentro quedaron, quisiera que para siempre, los antiguos rencores, las viejas contiendas, los ensueños disgregadores y quienes instan imponerlos por la fuerza”. ¿Qué diría Adolfo Suárez, y más concretamente Fernando Abril Martorell, el susurrador sobre los encantos de las autonomías, ante la declaración solemne de la voluntad secesionista pronunciada en la sede del Parlamento de Cataluña? ¿Cómo responderían ante semejante desafío a la democracia, la Constitución y la legalidad? Ellos, aquella UCD sin esencia política, sembraron estos vientos y D. Mariano Rajoy recoge ahora la tempestad. 

Y aquí tenemos a un Presidente del Gobierno que a lo largo de estos meses se ha especializado en las más aquilatadas frases anunciando una serie de medidas que, hasta la fecha, no han logrado evitar nada. El prestigioso escritor y académico Félix de Azúa, afirmaba al diario El Mundo que D. Mariano está incapacitado para resolver este gravísimo problema porque “es un hombre sin sangre ni cerebro”. Un veterano periodista, Luis María Ansón, recordaba en el mismo periódico que la II República entendió la necesidad de actuar con inmediatez y que pudiendo recurrir a los tribunales de justicia, no lo hizo, actuando sin dilación de manera fulminante. Lo más inmediato fue mandar detener la rebelión y restituir el orden constitucional. Para ello las fuerzas de la República detuvieron a todo el Gobierno de la Generalitat, a todos los miembros del Ayuntamiento de Barcelona, y con ellos a 2.978 personas que fueron conducidas a prisión. Y después, abortada la sublevación, fueron conducidos ante el Tribunal de Garantías Constitucionales de la República que condenó a 30 años de prisión a los responsables políticos y a la pena de muerte a dos jefes de los Mossos de Escuadra. En resumen, la II República no recurrió a lo que hoy contempla el artº 155 de nuestra Constitución, señala Ansón, sino al artº 8 de esta Constitución, que claramente expone que “las Fuerzas Armadas, tienen como misión, garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento Constitucional”. Papel mojado, dirían algunos. 

Efectivamente, no estamos en 1934. Pero hay algunas similitudes. El Gobierno republicano que se enfrentó a la declaración de Lluis Companys era un Gobierno legítimo, como lo es el Gobierno de D. Mariano Rajoy. Y la II República era un régimen democrático con el mismo reconocimiento que la actual democracia española. La única diferencia con aquel desafío es que Lluis Companys anunció una República de Cataluña “dentro de la República Federal de España”. Y la declaración de Carmen Forcadell en la sede del Parlamento de Cataluña es la radical secesión de Cataluña, la desintegración territorial de España, la desobediencia al Tribunal Constitucional y a las leyes que emanan del Estado español. No haya margen para la duda o la interpretación. 

Los actores de esta sedición, rebelión y sublevación, (Margallo dixit), se pasean ufanos por los platós de las televisiones, alardean de que ya no hay marcha atrás y que la independencia es de facto una resolución que afecta a la sociedad catalana y las entidades políticas de Cataluña. Y añaden que no van a obedecer al Tribunal Constitucional. Ninguno está declarando ante algún tribunal de justicia. 

D. Mariano Rajoy, enfundado en traje azul, compareció ante las televisiones para anunciar solemnemente que ahora “se iba a aplicar la Ley, toda la Ley, la democracia, toda la democracia, y el Estado de Derecho, todo el Estado de Derecho”. ¿Cabe interpretar que hasta ahora no se ha aplicado así en Cataluña? ¿Que solo se venía aplicando un poquito de la Ley, un poquito de la Democracia y otro poquito del Estado de Derecho? 

Puede que la afirmación de Félix de Azúa sea exagerada al referirse a Rajoy. Pero son muchos los que opinan que difícilmente podría darse la circunstancia de que en España hubiera una clase política de más baja calidad. Y ésa, justamente ésa, es la circunstancia que han aprovechado los sediciosos e insumisos políticos catalanes. 

Enanos contra enanos. Un circo de cojones. 

*Fue miembro del Gabinete de Comunicación de los gobiernos de Adolfo Suárez y Calvo Sotelo.

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