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El busto de Besteiro

JUAN LUIS PEREZ TORNELL

29·03·2016


HAY UN VIEJO dibujo animado de Disney en el que se representa al simpático perro Pluto con algún tipo de dilema moral. A cada uno de los lados de sus lacias orejas aparecen diminutas representaciones del propio Pluto, como demonio o como ángel, que intentan conducir su decisión, y que finalmente acaban peleando entre sí. 

Por algún motivo recordé esa vieja imagen contemplando el final del debate de investidura, cuando el candidato salía al Pasillo del Orden del Día del Congreso y era asaltado por una nube de periodistas que lo cercaron durante unos momentos. Quizá fuera porque a la altura de su hombro se situaba el busto broncíneo de D. Julián Besteiro, realizado en 1932 por el escultor Gabriel Borrás Abella, con la leyenda “A su presidente D. Julián Besteiro, los Diputados de las Cortes Constituyentes de la II República Española”. 

¿Dónde habrá estado escondido ese busto durante tantos años? ¿Por qué no lo destruyeron los vencedores, como ahora se destruyen los restos, memorias y representaciones de toda una época histórica? ¿Dónde estaría ahora Julián Besteiro, que murió solo, enfermo y apesadumbrado en la cárcel de Carmona, si pudiese salir de ese bronce y aconsejar a Pedro Sánchez? ¿Habrá algún busto similar de Largo Caballero, contrafigura del propio Besteiro? 

¿A qué santo se le rendirá culto con mayor veneración en la capilla de la sede de Ferraz? ¿A Negrín, a Fernando de los Ríos, a Indalecio Prieto, acaso a Luis Araquistáin? En esto de los santos también hay modas, y los hay, que duda cabe, unos más milagreros que otros. Algunos, como el propio Negrín, son repuestos con honores en sus hornacinas, después de haber sido sometidos durante años a escrupulosos escrutinios de abogados del diablo. 

Como en un tiempo suspendido, los bronces eternos de las figuras del ayer, ángeles y demonios al gusto de cada cual, prolongan su discusión. Siguen discutiendo, hoy como ayer, sobre cuál de las dos caras del Partido Socialista se acompasa mejor a este incierto principio del siglo XXI. La estrategia se subordina a la táctica, y los “Plutos” que en el mundo somos, unos más que otros, bien es cierto, asistimos con la lengua fuera a esa batalla de ideas que, siendo contrapuestas, conviven, como el doctor Jekyll y Mr. Hyde, en el mismo cuerpo. 

La historia es una piel de la que las nuevas generaciones no pueden escapar impunemente, sin dejarse pelos en la gatera. Lo nuevo se marchita a una velocidad desacostumbrada y vuelve de nuevo a aquéllos que constituyen plataformas contra las hipotecas del pasado, presentándose como constructores de utopías para una sociedad nueva constituida por hombres nuevos. 

Desgraciadamente hemos visto demasiadas veces esta película sin salirnos del siniestro siglo XX. Pocas cosas son realmente nuevas. La historia repetida, “primero como tragedia, después como farsa”, espera una decisión que nos importa más, porque nos afecta a nosotros.

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