Breve lección para ignorantes

JOSÉ Mª MARTÍNEZ DE HARO

24·10·2016

CON MOTIVO DE la celebración de la Fiesta Nacional, el pasado 12 de octubre, han tenido lugar una serie de actuaciones y declaraciones de algunos políticos y organizaciones anti sistema que repudian lo que significa España y les irrita que se pueda convocar a una gran fiesta donde celebrar la Nación española. Hay en este rechazo una visceralidad imposible de entender, una ignorancia propia de seres incapaces de cultivar mínimamente el intelecto y un odio enquistado en los repliegues de un alma enferma. Y de eso se trata. 

Este teniente de alcalde de Badalona, rompiendo ante las cámaras de TV el comunicado del Juez por el que el Ayuntamiento venía a obligarlo a cerrar ese día por ser festivo, pasará a los anales del comienzo de una anarquía propiciada por quienes están especialmente obligados a cumplir la Ley. Las declaraciones de Pablo Iglesias, líder de un movimiento revolucionario-populista, ultra radical y anti sistema, los mensajes en redes sociales de la alcaldesa de Barcelona, del alcalde de Cádiz, de miles de sus seguidores, ponen de manifiesto que hay motivos para una seria preocupación. España es una excepción universal porque miles de sus ciudadanos la odian. Repudian su historia, su cultura, sus costumbres y tradiciones, su expresión de fe, repudian lo que significa ser español, es decir, repudian su propia razón de ser y existir. Debiéramos sentir algún tipo de compasión hacia estos seres porque sufren enfermedad del alma, la peor que aqueja a un ser humano. El odio, el rencor, la revancha trae estas consecuencias. 

Allá ellos con su enfermedad. Siempre serán pobres criaturas, tristes con la alegría de otros que ellos no pueden compartir. Siempre propiciando la división, el enfrentamiento, abriendo la brecha donde sembrar sus huevos, la podredumbre y el virus que acabe con un modelo de sociedad, de convivencia, de entendimiento y libertades. Pero, ellos lo saben, esto ya ha ocurrido en la historia en otras épocas, y siempre fracasó dejando un rastro de desolación y miseria. Recuerdo aquel video donde se entregaba un premio del Ministerio de Cultura al director de cine Fernando Trueba. Sin titubear expresó todo el odio que puede albergar un ser humano. Odio hacia España, hacia los españoles: "Yo no me considero español, maldigo las guerras que ganó España, desearía que las hubiera perdido, cuando España juega en algún campeonato internacional me gustaría que siempre ganara el otro equipo”, etc, etc. No se entiende cómo sigue viviendo en España, país que odia. En cualquier otro lugar del mundo, tras estas manifestaciones, el sujeto habría de exiliarse porque el repudio social le arrinconaría en el ostracismo. En España no, aquí sujetos de esta calaña viven contemplando plácidamente el alcance de su rencor. Pero tanto estos alcaldes, actores o directores, estos españoles enfermos del alma, muestran una ignorancia manifiesta en sus frases y afirmaciones falsas. En relación a la Fiesta Nacional, dicen repudiarla por sus connotaciones franquistas. Ignoran que esta fiesta con carácter nacional comenzó a finales del siglo XIX como fiesta de la Raza, después de la Hispanidad. Fue en la restauración, en 1917, cuando alcanzó su consagración el día 12 de octubre a instancias de Antonio Cánovas del Castillo con la nominación de Fiesta Nacional. Y así continuó sin interrupción incluso durante la II República que estableció tres fechas de fiesta de carácter nacional: el 2 de mayo Día del Trabajador, el 12 de octubre día de la Fiesta Nacional y el 14 de abril fecha del Advenimiento de la República. Después, Franco continuó esta tradición añadiendo el desfile militar. En caso alguno este día es una iniciativa franquista. 

Respecto a las frases denigrantes sobre el descubrimiento de América, convendría estudiar un poco más para no escenificar este ridículo. Hispanistas como Henry Kamen han publicado tratados muy documentados sobre el Imperio español. Su grandeza y la dimensión política, social, militar y humana de lo que esto significó en el mundo. Los ignorantes utilizan frases como el "genocidio" perpetrado supuestamente por España contra los indígenas americanos. Resulta evidente que habría episodios vergonzosos, como los hubo en toda la humanidad, antes y ahora mismo. Pero más allá de las sombras, las luces de aquella gesta histórica alumbra a intelectuales de todo el mundo asombrados del avance en ciencias sociales, en leyes inéditas, en conceptos teológicos sobre la naturaleza humana. 

Algunos pasajes históricos. Fernando el Católico aprobó, a instancias del dominico Fray Antonio de Montesinos, las Leyes de las Indias, primero en Burgos en 1512 y después en Valladolid en 1513, dieron forma a la primera legislación socio-laboral de la Historia. Años después el monumental volumen jurídico del padre Francisco de Vitoria "Reelecciones sobre los indios" fue considerada la Carta Magna de la libertad de los nativos americanos. 

Terminaré con una cita textual: "Todos los obreros trabajen ocho horas, cada día, cuatro a la mañana, y cuatro en la tarde, en las fortificaciones y fábricas que se hicieran, repartidas a los tiempos convenientes para librarse del rigor del sol, más o menos lo que a los ingenieros pareciere de forma que, no faltando un punto de lo posible, también se atienda a conservar su salud y conservación". 

¿Fue este un escrito de Pablo Iglesias, de Karl Marx, de Lenin o Largo Caballero? No, fue escrito por el Rey de España, Felipe II, en 1595 aludiendo a la Ley de Indias (Ley VI). Estas leyes tan avanzadas hechas por españoles en el siglo XVI han dado forma a un Tratado sobre "el Amanecer de los Derechos del Hombre" del historiador francés Jean Dumont, que falleció recientemente y que añade que "antes que en Europa y en el mundo, España supo legislar en favor de estos derechos". Habría que esperar al siglo XIX para que otros países comenzaran a legislar sobre derechos sociales y laborales. España se adelantó al mundo tres siglos. 

Unos simples apuntes para luchar contra ignorancia. Contra la enfermedad que genera el odio, no se encuentra hasta ahora paliativo alguno.