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El papel de Antonio Hernando

EMILIO RUIZ

14·12·2016

TRAS LA DIMISIÓN de Pedro Sánchez como secretario general del Partido Socialista, la Comisión Gestora sustituyó a casi todos los portavoces de sus grupos parlamentarios. En el Senado Óscar López fue sustituido por el expresidente asturiano Vicente Álvarez Areces, mientras Iratxe García era sustituida por Ramón Jáuregui como jefe de la delegación del PSOE en Bruselas. Además, Elena Valenciano sustituirá a Enrique Guerrero como vicepresidenta del grupo de los socialistas europeos. También el portavoz en el Congreso de los Diputados, Antonio Hernando Vera, puso su cargo a disposición de la Gestora, pero el presidente, Javier Fernández, le convenció para que siguiera. 

Antonio Hernando se enfrentaba, con su continuidad, a una situación difícil, cual era defender desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, en el espacio de tiempo de unas pocas semanas, dos posiciones opuestas: las de la anterior ejecutiva –y de él mismo-, que eran una negativa a facilitar el acceso de Mariano Rajoy a la presidencia del Gobierno, y las de los nuevo dirigentes, partidarios de poner fin a un Gobierno de interinidad facilitando el nombramiento del presidente del PP como jefe del ejecutivo. 

Ha habido mucha gente, dentro y fuera del PSOE, que no ha entendido esta continuidad de Hernando Vera. Algunos la han considerado incluso como un acto de traición a Pedro Sánchez. Estas personas parecen desconocer cuál es esencialmente la figura de un portavoz y, sobre todo, parecen desconocer la trayectoria de Antonio Hernando dentro del Partido Socialista. Hernando es, ante todo, un hombre de partido. Con ‘veintipocos’ años ya era abogado de UGT. Su fidelidad a Pedro Sánchez, como antes a Alfredo Pérez Rubalcaba, sólo ha tenido un límite: la fidelidad al propio partido y, consecuentemente, a quienes ostentan su dirección. 

Dicen estos críticos de la continuidad de Antonio Hernando que no entienden cómo puede ser una misma persona quien defienda el voto negativo a Rajoy y quien defienda la abstención. Pues perdonen que les diga que no es tan difícil de entender. Primero, porque Hernando no sube a la tribuna del Congreso para defender su postura personal sobre los temas que se debaten, sino que es portavoz –porta la voz, traslada la posición- de su Grupo Parlamentario o del propio partido (en este caso, del Comité Federal). Y segundo, porque la posición que tenía que defender respecto a Mariano Rajoy se mantenía inalterable: la de censurar sus políticas. Cierto es que el voto negativo se transmutó en abstención, pero creo que resultó bastante convincente al explicar ese cambio de postura. 

El reto que tenía por delante Hernando en el debate de investidura no era fácil de digerir. Si él se hubiera descabalgado se le habría creado una papeleta a su sucesor o a quien eventualmente hubiera defendido la postura del PSOE. Afrontando el reto ha mostrado valentía. Además, lo superó muy dignamente. En un instante muy delicado –Rajoy ni siquiera le dirigió la mirada y Pedro Sánchez casi le ignoró- salió airoso del trance. Las alusiones a las supuestas traiciones históricas del Partido Socialista, que después se ha demostrado que no fueron tales, han sido muy oportunas para quienes ven en la actitud del PSOE una traición a sus principios. Nunca un acto de responsabilidad puede ser considerado como un acto de traición.


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