AMANDO DE MIGUEL
14·02·2017
EN TODAS LAS sociedades se registra un número variable de delincuentes, incluso organizados. La diferencia específica con estos tiempos que vuelan es que los delincuentes son ahora muchas veces un modelo (ahora se dice un "referente"). Las cláusulas abusivas de los bancos o las trampas de los fabricantes de automóviles no representan una excrecencia sino lo normal. Podrán ir a la cárcel algunos más corruptos, pero el sistema como tal equivale a la corrupción institucionalizada. Por otra parte, se anuncian bufetes de abogados que van a defender a sus ingenuos clientes contra los desmanes de las grandes empresas. Para cobrar con seguridad un alquiler hay que hacerlo a través de una empresa intermediaria. Diríase que la inseguridad jurídica destaca más que nunca, y mucha gente hace su agosto con ella.
La razón de tales anomalías se asienta en un orden moral (o inmoral) que se admite sin discusión. Consiste en que el éxito en la vida se apoya en la pretensión de hacerse rico en una generación. Si es a través de contactos políticos, mejor. La figura de Donald Trump se destaca como un arquetipo. Siempre caben imitadores locales.
Si el asunto fuera estrictamente moral, de costumbres, de poco servirá cambiar el mundo con leyes o a través de los partidos políticos. Precisamente, la manera más expedita de hacerse rico es a través de la política o de los grupos de interés. Por eso encontramos tantas vocaciones para figurar en las listas electorales, a pesar de que se repita el estribillo (ahora dice "mantra") de que se trata de una ocupación sacrificada.
Bien es verdad que hay mesnadas de brillantes y honrados empresarios y profesionales, pero todos ellos aparecen obsesionados con el mandato de "¡facturad, facturad!". El principal cliente viene a ser muchas veces un organismo público. Se entenderá por qué todos los partidos políticos deseen aumentar el gasto público. Ese es el verdadero cuerno de la abundancia. ¡Qué razón tuvo aquella ministra al confesar que "el dinero público no es de nadie"! Estupenda justificación para llevárselo.
Se destaca el valor del dinero porque no priman otros valores alternativos. Incluso la nómina de científicos, artistas y escritores se orienta generalmente hacia el éxito económico inmediato. El ardid psicológico consiste en compararse con los colegas que ganan más dinero.
En la sociedad tradicional robaban los ladrones, muchos por necesidad, por no saber ganarse la vida de otra forma. En nuestro mundo roban todas las personas que pueden, a través, sobre todo, de organizaciones en las que se instalan legítimamente. La palabra robo o similares ya no se emplea en esa versión hodierna. Los robos son ahora ágiles comisiones por actividades profesionales de apariencia legal.
Los ladrones tradicionales también han evolucionado. Los cacos actuales son mafias muy organizadas, a veces como comandos militares. En el más benévolo de los supuestos, los instrumentos para lucrarse de los clientes se denominan innovación.
Hoy como antaño, los ladrones se libran con más facilidad de la cárcel si pueden pagarse buenos despachos de abogados. Produce hilaridad la creencia de que "la Justicia es igual para todos". Se confunde la realidad con los deseos, un error humanísimo. Los palacios de Justicia se hallan alfombrados de buenas intenciones. Extiéndase el principio a todas las organizaciones públicas y privadas en las que hay dinero por medio en cantidades oceánicas.
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