RODOLFO CRIADO
06·06·2014
EL PROCESO POR el que conferimos a los objetos un valor simbólico está inscrito en el ADN humano, considerándose algo natural a nuestro comportamiento en sociedad.
Decía Eco en su Semiótica que se puede suscitar el odio o la necesidad de un objeto, a través de un adecuado diseño de su imagen, incluso antes de que aquél exista. Recordemos que en Italia, tras dos programas de las “Mamma Ciccio” donde 15 chicas en ropa interior cantaban una canción sobre un “cacao maravillao”, a la par que se señalaban su zona de curvas, hubo miles de compradores que en los supermercados pedían ese producto del que solo existía su imagen. El jingle y la imagen de este chocolate virtual, tan agradablemente transmitido, había creado la necesidad antes de la existencia del objeto mismo. De la misma manera se puede odiar un objeto, sin que éste tenga culpa, o desearlo sin que realmente aquél exista aún.
Pues algo similar sucede con ese gran objeto, el Algarrobico. Este sí que es un cacao maravillao, pero real, aunque se está convirtiendo en una de aquellas “historias para no dormir” de Chicho Ibáñez Serrador.
El Algarrobico es ya un símbolo y no precisamente por su belleza. Su fuerza icónica reside en que representa todo aquello que odiamos: la voracidad depredadora del ser humano, la podredumbre que arrastra el pelotazo inmobiliario de nuestro reciente y lamentable pasado, la inutilidad de la política, la inanidad de la Justicia, la mentira del “gobierno de los mejores” y finalmente, el zafio espectáculo del nepotismo, la prevaricación, etc… y todos aquellos rebuscados sustantivos de nuestro rico idioma, sinónimos/eufemismos de lo que se diría llanamente el robo del patrimonio de los ciudadanos. Se podría elaborar una lista muy extensa de cosas despreciables a las que el Algarrobico representa. Es un edificio que representa a lo que iba a ser un Hotel, que representa lo peor de la sociedad en que vivimos. Pero es sólo un edificio. No es un Hotel y no debería serlo nunca porque ha sido edificado conculcando la legalidad vigente, la pasada, la presente y la futura.
Unos lo aman y defienden y otros lo odian y quieren derribarlo. Pobre edificio… ahí… solitario, abandonado… fantasmagórico, faraónico, demonizado… derramado sobre una ladera como una gigantesca cagada de gaviota.
Y es que después de 20 años de vaivenes, el edificio del Algarrobico se ha convertido en un gran símbolo. Grande, blanco (ahora con un gran lunar pintado por activistas de Greenpeace -¿cuánto habrá costado eso?-), es ideal como emblema de cualquier causa. La causa de aquel audaz emprendedor que, confiando en la administración, se jugó su dinero; la del administrador cambiante que no sabe ya si ser fiel a sus ideas, a su bolsillo o al pueblo que le votó y, finalmente, la causa llamada ecologista, que ve justa y radical la idea de la demolición y reconstrucción del paisaje. Todos han encontrado su causa justa. Mientras el pueblo de Carboneras, castigado por el paro y los escasos puestos de trabajo disponibles, ve alejarse sus posibilidades de empleo estable y riqueza en la zona, encarnadas en la apertura de un gran HOTEL.
Recuperando el elocuente dicho tan español: ¿Quién conseguirá arrimar el ascua a su sardina?
Se dice, medio en broma, que su enorme mole blanca (ahora con lunar negro) sirve al menos de referencia... a los pescadores como marcación. Pero sucede como con todas las cosas comunes, que es difícil ponerse de acuerdo y que todos queden contentos con la gestión de este enorme problema.
Empecemos por subrayar que se trata de, solamente y nada menos, un edificio; dejemos por tanto de llamarlo HOTEL. Y ese edificio es ilegal y ocupa un espacio que pertenece a los ciudadanos. ¿Cómo podríamos los ciudadanos recuperar nuestros derechos conculcados por su construcción?
Respondiendo y concluyendo con el elocuente dicho del ascua y la sardina, lo importante es no perder de vista que la brasa debería arrimarse al pescado del ciudadano y a sus intereses presentes y futuros. Procurar, en la solución a este problema, restablecer el equilibrio entre el bien del ciudadano y la protección del Medio Ambiente. Y castigar a los que han cometido delitos. No vaya a ser que en nuestro empeño por proteger el Parque Natural de Cabo de Gata, patrimonio de inmenso valor ecológico, científico y medioambiental, nos olvidemos de proteger a un importante miembro de su fauna: el ser humano que habita en la región.
Reflexiono acerca de la respuesta a estas preguntas: ¿Contamina o supone una amenaza para la flora y la fauna del área un edificio, por grande y feo que éste sea? La respuesta es NO. ¿Podría este edificio, ya que está ahí, contribuir a la riqueza y empleo en la zona y, al mismo tiempo, a la conservación del Parque Natural del Cabo de Gata? La respuesta es SÍ.
Conviene reseñar algunas ideas en las que todo el mundo parece estar de acuerdo:
- Los miles de turistas que desembarcarían en un hotel de cientos de habitaciones no serían nada convenientes para la conservación del entorno natural del Cabo de Gata, por mucho cuidado que se pusiera en la depuración de su impacto
- Contamina el ser humano, el uso del espacio y del medio que éste haga, no las piedras ni los tejados. Se ha infringido la ley. La que había, la que hay o la que soñamos algún día. Y diciendo esto estoy pensando en que las leyes son tan elásticas como los límites del Parque, hoy por aquí… mañana por allá… Un constructor gasta muchos millones de euros en construir el Hotel. Su proyecto fue aprobado por técnicos y políticos en los que los ciudadanos habíamos depositado nuestra confianza y ellos permitieron que viera la luz. Se trata, pues, de un Hotel construido en un sitio ilegal y con prácticas administrativas ilegales.
- Cuando se consigue detener el desaguisado y el asunto pasa a los Tribunales, de nuevo nuestra confianza, la del ciudadano, se ve defraudada por los que considerábamos adalides de la justicia y la equidad. Hoy sentencian una cosa y al otro día, sentencian la contraria. Y cuando no gusta lo sentenciado, cambio de Tribunal. Un espectáculo más impúdico que el peor reality show televisivo.
- Un Hotel sería una fuente de trabajo y riqueza para Carboneras y su entorno.
Es difícil negar que estas ideas reseñadas son más que ciertas y razonables
No hay que combatir contra edificios, como no se combate contra un pedazo de trapo, que al final es lo que es una bandera. Se combaten las ideas que representan estos símbolos, contra las prácticas y las ilegalidades que representan sus banderas. Se lucha contra hoteles ilegales, contra los símbolos de especuladores, corruptos y destructores del ecosistema.
Las dos únicas alternativas que se nos ofrecen para solucionar el gran problema creado con la construcción de este edificio (por resumir las opciones disponibles hasta el momento) son la demolición y reconstrucción del paisaje o la apertura de un Hotel por parte de la empresa promotora.
Apelando al sentido común, la sostenibilidad, el aprovechamiento de los recursos, energía y dinero gastados o por gastar, existe una tercera vía: La de la sostenibilidad prioritaria del ser humano en armonía con la de la naturaleza, aprovechando el edificio o parte de él a través de su remodelación y conversión en un Centro de Estudio de Biología Terrestre y Marina. Y como el tamaño y ubicación lo hacen idóneo para ello, podría dársele un doble uso que vendría a paliar la inexistencia de un centro similar: se dedicaría una parte del edificio a la creación de un Centro de Interpretación del Parque Natural de Cabo de Gata abierto al público 365 días del año, que fuese a la vez ‘Museo de la Historia Natural’ de la provincia y, especialmente, del Parque Natural del Cabo de Gata.
Los pasos a dar para ello estarían claros:
Juzgar y castigar adecuadamente a los responsables de la promoción, recalificación, nepotismo y corrupción que son la historia de este edificio.
Expropiar inmediatamente, por el procedimiento del decreto ley, este edificio, con lo que se cumplirían dos objetivos muy importantes: uno, escarmentar a posibles constructores y especuladores que pensasen en hacer algo parecido, y dos, el edificio quedaría como Patrimonio Público unido al Parque Natural. Con los fondos presupuestados para la demolición y “reconstrucción del paisaje” se remodelaría el edificio, reduciendo su tamaño, y se dotaría de los más modernos equipamientos, salas y laboratorios que permitirían dedicarlo a la investigación en biología, la protección y estudio de todas las especies autóctonas terrestres y marinas y al servicio del Parque Natural.
En un ejercicio de sostenibilidad radical, se trata de aprovechar los millones invertidos en la construcción en vez de tirarlos a la basura dinamitando el edificio, y ahorrar los millones que costaría ”reconstruir el paisaje” (imagino a atrezzistas de cine intentando asesorar a los obreros de alguna “subcontrata” para que la reconstrucción sea creíble y se “parezca” al original). Eso sin mencionar las previsibles corruptelas que de nuevo, con toda probabilidad, originaría este suculento objetivo de incierto resultado.
De momento, aprovechando el edificio, sin hacer nada tan espectacular e inútil como una demolición a base de explosivos, realizaríamos un doble aprovechamiento de los recursos: habríamos ahorrado al contribuyente unos millones de euros y ese contribuyente no quemaría bajo los escombros los millones que costó construirlo.
Una vez bajo administración estatal, se remodelaría el edificio, disminuyendo su capacidad en habitaciones, aumentando su distancia del mar reconvirtiendo todo lo que invada los 100 metros de la línea de costa, mimetizando el edificio, procurando una mayor armonía paisajística, implementando laboratorios, estanques, incubadoras y terrarios, etc. Para ello podrían emplearse los millones de euros que estuviesen destinados a gastarse por el concepto “reconstrucción del paisaje”.
El nuevo Centro de Biología Parque Natural de Cabo de Gata podría recibir apoyos de instituciones nacionales y europeas, universidades, fondos de Instituciones Internacionales para investigación. Podrían realizarse actividades, Cursos, Masters y programas de investigación con la participación de la Universidad de Almería. Vendrían Biólogos e investigadores de todo el mundo. Sus estancias serían más largas que las del turista de sol y playa. Podrían realizarse ‘stages’ vacacionales de estudiantes de todo el mundo interesados en el Medio Ambiente. Y, ¡cómo no!, llevar a nuestros escolares a la primera línea del estudio de la Naturaleza, de nuestro patrimonio natural, inculcándoles sobre el terreno su respeto y conservación. Todo ello conllevaría la creación de muchos puestos de trabajo estable y de calidad para los habitantes de la zona, especialmente del pueblo de Carboneras.
En resumen: hay que recuperar este edificio para los ciudadanos. Habremos ganado un patrimonio que nos pertenece con un balance muy positivo: Ahorro de una cantidad enorme de millones de euros y el aprovechamiento de una cantidad mayor aún de los millones de euros gastados en su construcción que, de otra manera, se “volatilizarían” con su demolición.
La propuesta es el aprovechamiento del edificio para:
Apertura de un Centro Internacional de Investigación para Biólogos y naturalistas, gestionado por la Universidad de Almería.
Apertura de un Centro de Interpretación y Conservación del Parque Natural de Cabo de Gata.
Apertura de un Museo de Historia Natural.
Un Centro de vacaciones temáticas y de voluntariado que contribuiría notablemente a la conservación y estudio del Parque Natural.
Un lugar de trabajo (centenas de empleos directos e indirectos), generador de riqueza estable y sostenible para el pueblo de Carboneras y para toda el área.
Decía Eco en su Semiótica que se puede suscitar el odio o la necesidad de un objeto, a través de un adecuado diseño de su imagen, incluso antes de que aquél exista. Recordemos que en Italia, tras dos programas de las “Mamma Ciccio” donde 15 chicas en ropa interior cantaban una canción sobre un “cacao maravillao”, a la par que se señalaban su zona de curvas, hubo miles de compradores que en los supermercados pedían ese producto del que solo existía su imagen. El jingle y la imagen de este chocolate virtual, tan agradablemente transmitido, había creado la necesidad antes de la existencia del objeto mismo. De la misma manera se puede odiar un objeto, sin que éste tenga culpa, o desearlo sin que realmente aquél exista aún.
Pues algo similar sucede con ese gran objeto, el Algarrobico. Este sí que es un cacao maravillao, pero real, aunque se está convirtiendo en una de aquellas “historias para no dormir” de Chicho Ibáñez Serrador.
El Algarrobico es ya un símbolo y no precisamente por su belleza. Su fuerza icónica reside en que representa todo aquello que odiamos: la voracidad depredadora del ser humano, la podredumbre que arrastra el pelotazo inmobiliario de nuestro reciente y lamentable pasado, la inutilidad de la política, la inanidad de la Justicia, la mentira del “gobierno de los mejores” y finalmente, el zafio espectáculo del nepotismo, la prevaricación, etc… y todos aquellos rebuscados sustantivos de nuestro rico idioma, sinónimos/eufemismos de lo que se diría llanamente el robo del patrimonio de los ciudadanos. Se podría elaborar una lista muy extensa de cosas despreciables a las que el Algarrobico representa. Es un edificio que representa a lo que iba a ser un Hotel, que representa lo peor de la sociedad en que vivimos. Pero es sólo un edificio. No es un Hotel y no debería serlo nunca porque ha sido edificado conculcando la legalidad vigente, la pasada, la presente y la futura.
Unos lo aman y defienden y otros lo odian y quieren derribarlo. Pobre edificio… ahí… solitario, abandonado… fantasmagórico, faraónico, demonizado… derramado sobre una ladera como una gigantesca cagada de gaviota.
Y es que después de 20 años de vaivenes, el edificio del Algarrobico se ha convertido en un gran símbolo. Grande, blanco (ahora con un gran lunar pintado por activistas de Greenpeace -¿cuánto habrá costado eso?-), es ideal como emblema de cualquier causa. La causa de aquel audaz emprendedor que, confiando en la administración, se jugó su dinero; la del administrador cambiante que no sabe ya si ser fiel a sus ideas, a su bolsillo o al pueblo que le votó y, finalmente, la causa llamada ecologista, que ve justa y radical la idea de la demolición y reconstrucción del paisaje. Todos han encontrado su causa justa. Mientras el pueblo de Carboneras, castigado por el paro y los escasos puestos de trabajo disponibles, ve alejarse sus posibilidades de empleo estable y riqueza en la zona, encarnadas en la apertura de un gran HOTEL.
Recuperando el elocuente dicho tan español: ¿Quién conseguirá arrimar el ascua a su sardina?
Se dice, medio en broma, que su enorme mole blanca (ahora con lunar negro) sirve al menos de referencia... a los pescadores como marcación. Pero sucede como con todas las cosas comunes, que es difícil ponerse de acuerdo y que todos queden contentos con la gestión de este enorme problema.
Empecemos por subrayar que se trata de, solamente y nada menos, un edificio; dejemos por tanto de llamarlo HOTEL. Y ese edificio es ilegal y ocupa un espacio que pertenece a los ciudadanos. ¿Cómo podríamos los ciudadanos recuperar nuestros derechos conculcados por su construcción?
Respondiendo y concluyendo con el elocuente dicho del ascua y la sardina, lo importante es no perder de vista que la brasa debería arrimarse al pescado del ciudadano y a sus intereses presentes y futuros. Procurar, en la solución a este problema, restablecer el equilibrio entre el bien del ciudadano y la protección del Medio Ambiente. Y castigar a los que han cometido delitos. No vaya a ser que en nuestro empeño por proteger el Parque Natural de Cabo de Gata, patrimonio de inmenso valor ecológico, científico y medioambiental, nos olvidemos de proteger a un importante miembro de su fauna: el ser humano que habita en la región.
Reflexiono acerca de la respuesta a estas preguntas: ¿Contamina o supone una amenaza para la flora y la fauna del área un edificio, por grande y feo que éste sea? La respuesta es NO. ¿Podría este edificio, ya que está ahí, contribuir a la riqueza y empleo en la zona y, al mismo tiempo, a la conservación del Parque Natural del Cabo de Gata? La respuesta es SÍ.
Conviene reseñar algunas ideas en las que todo el mundo parece estar de acuerdo:
- Los miles de turistas que desembarcarían en un hotel de cientos de habitaciones no serían nada convenientes para la conservación del entorno natural del Cabo de Gata, por mucho cuidado que se pusiera en la depuración de su impacto
- Contamina el ser humano, el uso del espacio y del medio que éste haga, no las piedras ni los tejados. Se ha infringido la ley. La que había, la que hay o la que soñamos algún día. Y diciendo esto estoy pensando en que las leyes son tan elásticas como los límites del Parque, hoy por aquí… mañana por allá… Un constructor gasta muchos millones de euros en construir el Hotel. Su proyecto fue aprobado por técnicos y políticos en los que los ciudadanos habíamos depositado nuestra confianza y ellos permitieron que viera la luz. Se trata, pues, de un Hotel construido en un sitio ilegal y con prácticas administrativas ilegales.
- Cuando se consigue detener el desaguisado y el asunto pasa a los Tribunales, de nuevo nuestra confianza, la del ciudadano, se ve defraudada por los que considerábamos adalides de la justicia y la equidad. Hoy sentencian una cosa y al otro día, sentencian la contraria. Y cuando no gusta lo sentenciado, cambio de Tribunal. Un espectáculo más impúdico que el peor reality show televisivo.
- Un Hotel sería una fuente de trabajo y riqueza para Carboneras y su entorno.
Es difícil negar que estas ideas reseñadas son más que ciertas y razonables
No hay que combatir contra edificios, como no se combate contra un pedazo de trapo, que al final es lo que es una bandera. Se combaten las ideas que representan estos símbolos, contra las prácticas y las ilegalidades que representan sus banderas. Se lucha contra hoteles ilegales, contra los símbolos de especuladores, corruptos y destructores del ecosistema.
Las dos únicas alternativas que se nos ofrecen para solucionar el gran problema creado con la construcción de este edificio (por resumir las opciones disponibles hasta el momento) son la demolición y reconstrucción del paisaje o la apertura de un Hotel por parte de la empresa promotora.
Apelando al sentido común, la sostenibilidad, el aprovechamiento de los recursos, energía y dinero gastados o por gastar, existe una tercera vía: La de la sostenibilidad prioritaria del ser humano en armonía con la de la naturaleza, aprovechando el edificio o parte de él a través de su remodelación y conversión en un Centro de Estudio de Biología Terrestre y Marina. Y como el tamaño y ubicación lo hacen idóneo para ello, podría dársele un doble uso que vendría a paliar la inexistencia de un centro similar: se dedicaría una parte del edificio a la creación de un Centro de Interpretación del Parque Natural de Cabo de Gata abierto al público 365 días del año, que fuese a la vez ‘Museo de la Historia Natural’ de la provincia y, especialmente, del Parque Natural del Cabo de Gata.
Los pasos a dar para ello estarían claros:
Juzgar y castigar adecuadamente a los responsables de la promoción, recalificación, nepotismo y corrupción que son la historia de este edificio.
Expropiar inmediatamente, por el procedimiento del decreto ley, este edificio, con lo que se cumplirían dos objetivos muy importantes: uno, escarmentar a posibles constructores y especuladores que pensasen en hacer algo parecido, y dos, el edificio quedaría como Patrimonio Público unido al Parque Natural. Con los fondos presupuestados para la demolición y “reconstrucción del paisaje” se remodelaría el edificio, reduciendo su tamaño, y se dotaría de los más modernos equipamientos, salas y laboratorios que permitirían dedicarlo a la investigación en biología, la protección y estudio de todas las especies autóctonas terrestres y marinas y al servicio del Parque Natural.
En un ejercicio de sostenibilidad radical, se trata de aprovechar los millones invertidos en la construcción en vez de tirarlos a la basura dinamitando el edificio, y ahorrar los millones que costaría ”reconstruir el paisaje” (imagino a atrezzistas de cine intentando asesorar a los obreros de alguna “subcontrata” para que la reconstrucción sea creíble y se “parezca” al original). Eso sin mencionar las previsibles corruptelas que de nuevo, con toda probabilidad, originaría este suculento objetivo de incierto resultado.
De momento, aprovechando el edificio, sin hacer nada tan espectacular e inútil como una demolición a base de explosivos, realizaríamos un doble aprovechamiento de los recursos: habríamos ahorrado al contribuyente unos millones de euros y ese contribuyente no quemaría bajo los escombros los millones que costó construirlo.
Una vez bajo administración estatal, se remodelaría el edificio, disminuyendo su capacidad en habitaciones, aumentando su distancia del mar reconvirtiendo todo lo que invada los 100 metros de la línea de costa, mimetizando el edificio, procurando una mayor armonía paisajística, implementando laboratorios, estanques, incubadoras y terrarios, etc. Para ello podrían emplearse los millones de euros que estuviesen destinados a gastarse por el concepto “reconstrucción del paisaje”.
El nuevo Centro de Biología Parque Natural de Cabo de Gata podría recibir apoyos de instituciones nacionales y europeas, universidades, fondos de Instituciones Internacionales para investigación. Podrían realizarse actividades, Cursos, Masters y programas de investigación con la participación de la Universidad de Almería. Vendrían Biólogos e investigadores de todo el mundo. Sus estancias serían más largas que las del turista de sol y playa. Podrían realizarse ‘stages’ vacacionales de estudiantes de todo el mundo interesados en el Medio Ambiente. Y, ¡cómo no!, llevar a nuestros escolares a la primera línea del estudio de la Naturaleza, de nuestro patrimonio natural, inculcándoles sobre el terreno su respeto y conservación. Todo ello conllevaría la creación de muchos puestos de trabajo estable y de calidad para los habitantes de la zona, especialmente del pueblo de Carboneras.
En resumen: hay que recuperar este edificio para los ciudadanos. Habremos ganado un patrimonio que nos pertenece con un balance muy positivo: Ahorro de una cantidad enorme de millones de euros y el aprovechamiento de una cantidad mayor aún de los millones de euros gastados en su construcción que, de otra manera, se “volatilizarían” con su demolición.
La propuesta es el aprovechamiento del edificio para:
Apertura de un Centro Internacional de Investigación para Biólogos y naturalistas, gestionado por la Universidad de Almería.
Apertura de un Centro de Interpretación y Conservación del Parque Natural de Cabo de Gata.
Apertura de un Museo de Historia Natural.
Un Centro de vacaciones temáticas y de voluntariado que contribuiría notablemente a la conservación y estudio del Parque Natural.
Un lugar de trabajo (centenas de empleos directos e indirectos), generador de riqueza estable y sostenible para el pueblo de Carboneras y para toda el área.
A eso, ¡yo me apunto!
Me parece bien todo tipo de iniciativas relacionadas con el medio ambiente, la sostenibilidad, la creación de empleo. Pero mi opiñon personal como Carbonero es que esa mole tan cerca del mar desaparezca. Se podría hacer un plan respetuoso con el parque y que generara puestos de trabajo para todo el año, no solo de forma estacional. Tenemos muchos hoteles de ese tipo tanto en Mojacar como en el Toyo y todos sabemos que esos hoteles no funcionan todo el año.
ResponderEliminarSaludos cordiales.