AMANDO DE MIGUEL
27·04·2016
NO SOMOS PERIODISTAS, pero opinamos sobre todo lo humano, porque nada nos es ajeno. Es nuestra forma de ver el mundo. Puede que sea útil a nuestros paisanos y lectores.
Andamos todos un tanto confundidos con los géneros… periodísticos. El más típico es el de la información sobre lo que se considera noticia, es decir, nueva, no esperada. Constituye el trabajo propio de los periodistas. Hay también pseudonoticias, las que informan de algo ya sabido, pero que, por costumbre, se reciben con gusto. Por ejemplo, la llegada de ciertas fiestas muy sonadas. Fuera de eso, se agradece que las noticias sean realmente algo no conocido, sorprendente, incluso. Tampoco hay que llegar a lo extravagante. Una persona preocupada por el bienestar general necesita informarse continuamente de lo que pasa o pueda pasar.
Más peliagudo es el género de opinión. Alguien capacitado para ello nos ayuda a interpretar las noticias, o mejor, las tendencias, lo que se halla en su base. Se utilizan muchos métodos. El más típico es el comparativo. Lo sucedido hoy aquí se contrasta con lo que ocurrió en un tiempo pasado o en otro lugar. Un buen artículo de opinión es el que aclara ideas, hace pensar, destapa causas o consecuencias que los despachos de noticias no pueden dar cuenta. Ahora se estila mucho que, a través de las redes sociales, todo el mundo eche su cuarto a espadas sobre cualquier asunto controvertido. Se agradece la participación, pero muchas veces tales opiniones son simples quejas, desahogos, incluso vulgaridades. No es posible que todo el mundo se encuentre preparado para opinar sobre cualquier cosa. Para opinar con fundamento hace falta haber estudiado, viajado, leído, acumulado experiencias, conocido a mucha gente. No son fáciles tales méritos. Es conveniente que en un medio cualquiera se separen bien las informaciones de las opiniones. En los periódicos de papel la distinción suele estar bastante clara. No así en los otros medios.
La peor confusión es la que se establece con las declaraciones. Todo el que está al frente de un partido político, un equipo deportivo, una empresa, una entidad cualquiera defiende unos legítimos intereses, los de ese grupo al que se vincula. Cuando habla o escribe para un público, parece que está opinando, pero en realidad se encuentra defendiendo sus intereses. Lo cual es muy legítimo, pero no es opinión. Suele ser muy corriente que se le pida opinión, pero, aunque lo parezca, no es tal. Las opiniones valiosas deben ser independientes.
Hoy se han puesto de moda las tertulias de la radio o la tele, a veces mesas redondas sobre éste o el otro tema. Se trata de un formato muy entretenido, pero se presta a ciertas confusiones. Algunos de los participantes parece que informan u opinan, pero en realidad lo que hacen son declaraciones. Es el caso de un político, un sindicalista, un representante de cualquier colectivo u organización. Como tales, sus ideas pueden ser muy atractivas, pero no son propiamente opiniones. La prueba es que suelen ser muy monótonas. Dada su pertenencia a un grupo, ya sabemos de antemano lo que van a opinar. No hay nada más tedioso que un político tratando de opinar sobre cualquier cosa. Si de verdad quiere trepar por las gradas del poder (es su obligación), repetirá una y otra vez lo que le interesa a su respectivo partido. Recuérdese que en las Cortes o equivalentes, sus miembros realmente no opinan libremente; solo dicen o votan lo que previamente ha acordado su partido. Sin embargo, a los periodistas de todos los medios les encanta entrevistar a políticos, buscando siempre un titular, una exclusiva. Pocas veces se satisfacen. Se contentan con hablar con una figura famosa. La verdad es que a los lectores, oyentes o espectadores ese contacto les resulta agradable.
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