Anuncio superpuesto

Aviso Cookies

espacio


Radio Online

Botones

De los hombres que arañan la patria y otros dioses pequeños

SAVONAROLA

22·09·2016

Ya sabéis, amadísimos hermanos, que el Hijo de Dios fue hombre y, como tal, hubo un tiempo en que anduvo por el mundo e hizo vida en sociedad, como cualquiera de vosotros. 

Y nos dijo Juan, que tres días después de que nuestro Señor hubiera reclutado a Felipe y Natanael para la causa de Dios, fue con su madre, María, y todos sus discípulos, que también habían sido invitados, a una boda en un pueblo llamado Caná, allá en la región de Galilea. 

Entonces, como ahora, la bendición del sagrado sacramento del matrimonio se celebra con suma alegría y alborozo. Se baila, se ríe, se come en abundancia y ve el Padre con buenos ojos que también se beba. Y debéis creer que se hacía, y en mayor cantidad que ahora, pues que, si bien los caminos no eran antaño mejores que los de hogaño, tampoco lo eran los vehículos ni se había penado la ingesta de alcohol como falta ni inventado aún los controles que midieran su tasa en sangre. Para tales efectos, en el Imperio Romano se conducía con la misma inconsciencia e impunidad que en los años ochenta del pasado siglo. 

Pero, volviendo a Caná, durante la fiesta de bodas se acabó el vino. En este punto, no esclarece Juan si se agostó el caldo por ser poco el que había o mucha la sed de los presentes, tampoco el dato tiene mayor relevancia para nuestro propósito. 

Lo que sí relató el más amado de los apóstoles de nuestro Señor, es que, al conocer lo ocurrido y el azoramiento de los padres de los desposados, María le dijo a Jesús: 

- Hijo, ya no tienen vino. 

A lo que Jesús respondió: 

- Madre, ése no es asunto nuestro. Aún no ha llegado el momento de que yo les diga quién soy. 

Y siguió disfrutando de la fiesta con sus parientes y demás amigos. 

Entonces María, como si no hubiera escuchado nada, que a fin de cuentas y por muy Dios que fuera su Hijo no dejaba de ser su madre, dijo a los sirvientes: 

- Vosotros haced todo lo que mi Jesús os diga. 

Allí había seis grandes tinajas para agua, de las que usan los judíos en sus ceremonias religiosas. En cada tinaja cabían unos cien litros y Jesús, que ya sabéis era un muchacho obediente, dijo a los criados: 

- Por favor, llenen de agua esas tinajas. 

Los sirvientes las llenaron hasta el borde y nuestro Señor les dijo: 

- Ahora, saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta, para que lo pruebe. 

Así lo hicieron. Cuando éste probó el agua que había sido convertida en vino, se sorprendió, porque no sabía de dónde había salido. Pero los sirvientes sí. 

A continuación, el encargado llamó al novio y le dijo: 

- Siempre se sirve primero el mejor vino, y luego, cuando ya los invitados han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has dejado el mejor vino para el final. 

Jesús hizo esta primera señal en Caná de Galilea. Así empezó a mostrar el gran poder que tenía, y sus discípulos creyeron en él. 

Pero vosotros sabéis mejor que yo, mis queridos hermanos, que en lugares como aquél en que vivís, el agua puede ser tan valiosa o más que el vino en la celebración de una boda, y también conocisteis un tiempo en que tras llamar y clamar en muchas puertas no hubo dios que os escuchara y tuvisteis que hacer vosotros su papel. 

Y entonces, después de que no hubo verbo, vosotros os visteis forzados a ser vuestro propio Dios, no para convertir el agua en vino, sino para traerla a unas tierras en donde no había ni tinajas. 

Pues si Dios es el Padre, el agua, hermanos míos, es la madre de todas las cosas. Ya decía el oscuro Heráclito que en los mismos ríos entramos y no entramos, puesto que ya no somos los mismos. Y a fe que, desde que Dios encarnado en regante trajo el agua a esta bendita tierra, ni la comarca ni aún vosotros sois los mismos. 

Primero fue el Tajo, que abrió la tierra y la esperanza. Y cuando se fue apagando, vosotros ya sabíais que si se cierra una puerta hay que abrir una ventana, como dijo Pablo a los Romanos, y abristeis la de un pantano granadino con la llave maestra de un bancal de arroz en Sevilla. 

A la vida se viene llorando y medio asfixiados, y se da con lágrimas y dolor extremo, vuestras madres lo saben y vosotros lo habéis aprendido. Nada se os dio de balde, que aún la estáis pagando, como tal vez también algún que otro implante de pelo en la piel de Arcadio Mateo y a saber que más ha pagado vuestro sudor y vuestro esfuerzo. 

Para ayudaros, os negaron el agua del río que puso nombre a esta piel de toro y, después, que la electricidad que genera vuestra obra os pueda servir de provecho, pero vosotros seguís creando mundo y riqueza. 

Os prometieron agua desalada y la solución desalación no ha pasado de ser nada más que un ripio cruel que no ha servido para nada, y el único caudal que ha generado ha sido el de un río ingente de euros que han ido a parar a donde nunca debieron ir. 

Ahora, tres desaladoras más tarde, pensáis en traer el agua dulce surcando la mar salada. Este humilde servidor de Cristo no sabe si eso será posible mas, de entrada, algo sí que habéis conseguido. 

Que vosotros, que arañáis la patria para hacer crecer la riqueza que guarda tengáis que ingeniar soluciones extremas para regarla y calmar su sed, es la prueba más contundente de que ese remedo de dioses pequeños que os gobiernan han caído para ver surgir al Dios que emerge de la voluntad de los hombres. Yo no soy Nietzsche, tan sólo un anciano y vetusto monje quemado en la hoguera erigida en una plaza de Florencia, pero os saludo. Y vale.

No hay comentarios :

Publicar un comentario

 
© 2014 Comunicación Vera Levante, S.L. Todos los derechos reservados
Aviso legal | Privacidad | Diseño Oloblogger
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...