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La atracción del abismo

JUAN LUIS PEREZ TORNELL

17·10·2016


PUES AL FINAL la Noche Triste electoral vasco-galaica ha acabado con los sueños de conquista de Tenochtitlán. Como en el fútbol, metáfora de la vida, toca cambio de entrenador. 

En política, hasta ahora, se le propinaba al cesante ilustre una patada hacia arriba que lo colocaba dulcemente en los mullidos sillones del Consejo de Estado, caso de Zapatero, que recibió la patada con alivio y casi con satisfacción, o en algún otro lucrativo puesto público o privado en el que ejercer un mandarinato puramente ficticio y lúdico. 

Pedro Sánchez ha decidido morir matando, enfermo de ese izquierdismo de salón, enfermedad infantil del comunismo que tan bien diagnosticara Lenin. Su incoherencia y desmesura ha sido tal que igual le valía el apoyo de la izquierda anticapitalista que la de los moderados liberales de Ciudadanos. 

Ha resultado ser un menchevique fascinado por los bolcheviques pero sin atreverse a pasar al otro lado del espejo. Compañero de viaje, con vocación de tonto útil… 

¿Y para hacer qué política? Nunca lo sabremos. Y ese es el pecado de Sánchez y, lo que es mucho peor, del PSOE. Sánchez es ya pasto de los buitres, pero el PSOE pagará mucho tiempo, si es que sobrevive, su pecado fundamental de indefinición y cordones sanitarios. 

El PSOE ha jugado, con poca habilidad, al viejo juego eclesiástico de manejar dos barajas y cubrir todos los espacios: era partidario del Trasvase del Tajo en Murcia, pero contrario en Castilla La Mancha, anuló el Plan Hidrológico para contentar a aragoneses y catalanes y agraviar a levantinos y almerienses. Declaraba ser partidario del derecho a decidir en Cataluña pero se mostraba jacobino en Extremadura y Andalucía. Partidario de la Igualdad, pero defensor de los privilegios vasco-navarros, adalid de la Transición y resucitador de los rescoldos de la Guerra Civil. Constitucionalista, pero partidario de una reforma de la que no se nos explica nada… ¿Ha llegado el PSOE al final de la escapada? Este partido tan importante en España, ese país socialdemócrata con simpatías por cualquier sistema totalitario, siempre que se adjetive como progresista, que tanto se parece al PSOE, ha de rescatar los restos de este naufragio y aprovecharlos para una necesaria catarsis y elegir caballo, a ser posible, antes de cruzar el río. 

El PSOE no puede gobernar, desafortunadamente, porque no está en condiciones de hacerlo. Ni solos ni acompañados. Perdieron el rumbo en los últimos años de Felipe González y, ya definitivamente con Zapatero, y están a muchas millas de Ítaca y sin brújula. 

Su desprestigio procede del escepticismo que produce en el electorado su constante indefinición y una retórica impostada de mercachifles respecto de cuestiones que debieran estar claras para todos los españoles. 

Si el partido popular se alegra de ello demostraría poco patriotismo y nula inteligencia. Una izquierda no sectaria ni populista es necesaria para la adecuada gestión de muchas cosas que exigen un denominador común. Y una derecha omnímoda, complaciente y sin adversarios de talla ya hemos visto que genera una corrupción insoportable y pestilente. 

Sánchez ha jugado la carta –todo el poder para los soviets- de la adulación al militante de base frente a la aristocracia del partido. Pero la aristocracia del partido ha terminado por reconocer que la opinión que cuenta no es la suya, ni tampoco la de la militancia, ni por supuesto la del secretario General, sino la del desconcertado y más lábil y avisado de lo que les gustaría, cuerpo electoral socialista, parroquia o grey. 



1 comentario :

  1. Conservative accommodative20 de octubre de 2016, 23:22

    Eso: moralina, moderación y Concurso-Oposición.
    Y silencio. Para no ser subversivo.

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